Liga bbva

Fin de ciclo consumado (0-3)

  • Los goles de Soldado, Stankevicius y Jordi Alba dejan al Almería con pie y medio en segunda.El Mediterráneo fue un funeral. Errores, los de siempre, defensa haciendo aguas y un equipo dócil que ni siquiera vio amarilla.

Aunque las matemáticas sigan empeñándose en dictar lo contrario, el Almería tiene desde ayer pie y medio en Segunda porque, más allá de los fríos números, las sensaciones que ofrece el equipo son las de un enfermo terminal en ciudados paliativos.

Es cierto que durante la primera mitad se dio la cara ante todo un tercero en la tabla, que Piatti lo intentó por activa y por pasiva, pero al menor mazazo el plantel se descompuso, víctima de sus sus fantasmas caseros, donde sólo ha sido capaz de ganar dos partidos, y de la ansiedad que ya empieza a atenazarlo.

Más allá de ese primer período potable, digno, el Almería mostró las mismas carencias de siempre, los errores que lo han condenado desde el mismo inicio del campeonato a vagar por la cloaca clasificatoria. A saber, una fragilidad defensiva más propia de benjamines y una docilidad apabullante como muestra el hecho de que ninguno de los jugadores rojiblancos resultara amonestado en un partido en el que, no lo olvidemos, el club estaba jugándose su persistencia en Primera.

La jugada del primer gol enfatizó todo esto. Pablo Hernández vio el desdoblamiento de Mathieu por el carril zurdo y asistió de tacón, el galo sacó una rosca medida y Soldado, un islote infiltrado entre los centrales rojiblancos, remató de cabeza marcando los tiempos para burlar a Esteban.

El Mediterráneo se convirtió en una tumba, un cosquilleo acompañado de sudor frío recorrió toda la grada porque la sombra del descenso empazaba a ser más alargada que nunca. Con el duelo en el escenario que pretendía, Emery dio la orden a los suyos de explotar los espacios que dejaba su adversario.

El segundo gol, no obstante, no se produjo mediante un contragolpe al uso, más bien fue consecuencia de otro despiste en la zaga. Mata envió un centro al segundo palo, donde Ricardo Costa, quien precisamente no se caracteriza por su altura, le ganó la partida por arriba a Bernardello para cabecear sobre la llegada de Stankevicius. El lituano únicamente tuvo que limitarse a empujar el balón a la red.

Las entradas de Ortiz Bernal, Juanma Ortiz y Kalu Uche, con las que Olabe pretendió reactivar el encuentro, fueron meramente testimoniales porque el Almería estaba ya tocado en su línea de flotación. Jordi Alba y Joaquín, dos de los refrescos introducidos por Unai, iban a encargarse de dar la puntilla.

Una internada del portuense por la banda derecha culminó con un pase atrás a Jordi Alba, que ajustó con la zurda lejos del alcance de Esteban. El castigo estaba infligido y el graderío, de velatorio. No hubo ni un amago de abucheo, ni un grito enardecido, ni un mal gesto. Primó la indiferente resignación del almeriense que, de vuelta a casa, iba haciéndose a la idea de que el sueño toca a su fin.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios