kitesurf

Hija de la cometa

  • La mojaquera Osaia, de ascendencia francesa, es una de las referentes mundiales con su 'kite'

  • La espalda de su padre fue su primera tabla y a los 8 años comenzó a navegar sola

Ni Superman ni Superwoman tenían una versión acuática, que bien podría ser Osaia. Los rascacielos neoyorquinos eran atravesados a la misma velocidad y con la misma agilidad con la que esta mojaquera de 14 años surca las aguas y sortea las olas de mares y atlánticos. Los superhéroes tenían unos superpoderes para ellos, Osaia se vale de una de sus mejores amigas, la cometa, y de la fuerza del viento para pintar garabatos increíbles sobre esa fusión celeste en la que se convierte agua y cielo cadía día de competición o entrenamiento.

La pasión por un deporte plástico, técnico y extremo en la disciplina de Osaia, el freestyle, le viene de familia. Sus padres, franceses, le hicieron amar la tabla. Los primeros recuerdos de esta mojaquera son las piernas o la espalda de su padre, donde hacía sus primeros pinitos. Hasta que a los 8 años comenzó a navegar sola y "me hizo sentirme tan libre que supe que nada ni nadie me podría parar en practicar lo que hoy es mi vida: el kitesurf".

Desde que saliera ella sola a mar abierto, nadie ha conseguido despegar a Osaia de su cometa ni ningún competidor bajarla del podium. "En mi primera experiencia mundial en 2014 acabé tercera. A partir de ese momento, iba cargada de ilusión a todos los campeonatos, soñando con llegar a lo más alto del podium, hasta que lo conseguí el año pasado", algo que ha conseguido gracias a las muchísimas horas que pasa dentro del mar, sea verano o invierno, haga calor o frío: " Puedo decir que mi vida es diferente a las de los demás niños, pero la adoro mi vida y no la quiero cambiar por nada", se sincera la joven mojaquera desde Marruecos, donde estos días está compitiendo en el World Kiteboarding Championships. En aguas africanas quiere seguir cosechando éxitos esta temporada, en la que también ha logrado un segundo puesto júnior y un sorprendente quinto absoluto, ambos también a nivel mundial.

Esta exigente vida deportiva deja a Osaia sin muchos de los hobbies de las niñas de su edad, pero a cambio le aporta unas vivencias que personas con una edad mucho más avanzada posiblemente jamás alcancen. "Cada momento de mi vida, entrenando o compitiendo, es inolvidable. Gracias a mi deporte viajo mucho, me abro al mundo, descubro gente de todas partes con idiomas y culturas diferentes a la mía. Para mí eso es la universidad de la vida, que me ha permitido hablar perfectamente cuatro idiomas: castellano, inglés, francés y brasileño", aunque la mojaquera tiene claro que como en casa, en ningún lado: "El mundo está lleno de lugares preciosos para entrenar, pero en ninguno me encuentro tan bien como en Mojácar. Después de cada viaje, cuando vuelvo a casa, me siento la más feliz del mundo".

Precisamente en su pueblo, Osaia encuentra otro de los motivos para entrenar duro a diario. "Le quiero dar las gracias tanto al ayuntamiento por todo lo que me ayuda, como a todos los vecinos que me siguen por las redes sociales y me envían mensajes de apoyo. Para mí, eso es muy importante", finaliza la mojaquera que conforme terminó la entrevista, hinchó su kite (cometa), se puso el neopreno... ¡y a navegar!

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