"Que la gente crea en River". Seis palabras le bastaron hace una semana a Marcelo Gallardo, el entrenador millonario, para convencer a sus futbolistas, a los directivos y a los hinchas de que la clasificación a la final de la Copa Libertadores, lograda finalmente con polémica en Brasil en la madrugada del miércoles, era posible.

Habían pasado pocos minutos de la derrota 0-1 sufrida en el partido de ida de la semifinal frente a Gremio cuando Gallardo enfrentó a la prensa y dio su mensaje esperanzador a quien quisiera escucharlo. "Podemos ganar de visitante. Iremos a Brasil con esa ilusión y mentalidad", aseguró cuando en el ambiente del Monumental reinaba el pesimismo.

El técnico podría ser sancionado tras entrar en el vestuario pese a estar sancionado

Las palabras de Gallardo provocaron un efecto inmediato. No podía esperarse otra cosa de un hombre que hoy es el líder absoluto de River: los aficionados lo adoran, sus jugadores lo siguen sin dudarlo y la directiva se esfuerza para retenerlo al final de cada contrato.

El resultado en Brasil, donde River logró una agónica victoria por 1-2, le dio la razón. Y también ratificó que Gallardo es un ganador nato y que está dispuesto a hacer todo lo posible para conseguir sus objetivos. Aunque ello implique sobrepasar ciertos límites.

Consciente de su influencia, Gallardo desobedeció el martes la suspensión que le había aplicado la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), que le impedía estar con el plantel durante el partido ante Gremio, y decidió ingresar al vestuario en el entretiempo, cuando el conjunto brasileño se imponía 1-0. Lo hizo rompiendo el reglamento, arriesgándose a una nueva sanción y abriendo la posibilidad de que el club brasileño presente un reclamo a la Conmebol.

Los hinchas millonarios, de momento, pueden seguir creyendo. "El resultado final es producto de creer y creer", dijo Gallardo, el líder para el que no hay imposibles.