Unicaja Almería se hizo grande gracias a un puñado de niños sabiamente escogidos por Moisés Ruiz. ¿Quién no se acuerda de aquellos chavales que fueron haciéndose profesionales mientras se sollaban las rodillas y los codos en las duras pistas de cemento de finales del siglo pasado? Juanjo, Manolo, Kiko, Cano, Charly... El corazón del club es almeriense, es de la tierra.
El legado de aquel grupo de mitos del voleibol local está expuesto en las vitrinas del club, son los blasones de su escudo. El hoy Rafael Florido, por aquellos años conocido cariñosamente como Pabellón del Pryca, vibraba en cada partido de Unicaja, era una olla a presión en los encuentros importantes. Muchas páginas de gloria deportiva escritas. Almería, en la cúspide del voleibol nacional.
Y muchas todavía que faltan por escribirse. Después de temporadas de contratos suculentos, estocada mortal para un deporte humilde, Unicaja Almería vuelve a su genésis gracias a las nuevas generaciones de jugadores de la cantera. En esta camada, de repente, aparece un joven receptor de 17 años, de mirada conocida y apellido histórico: Marco Carreño. Pues sí, el hijo de Charly. De un central inolvidable y un entrenador que despachó toda su sapiencia en el Moisés Ruiz. Marco, con todo el desparpajo del mundo, coge el testigo de su padre con el mismo orgullo y honor de defender la verde.
Mintonette y Club de Natación Almería, además del librillo de Cano en sus primeras recepciones de balón, han ido forjando a un jugador que acaba de terminar su ciclo en la Selección Permanente. Manolo Berenguel, se enteró de que Marco quedaba libre y le echó el teléfono. “Me he venido encantado. Estoy superorgulloso de estar esta temporada en Unicaja Almería, el club de mi tierra. La verdad es que no me esperaba tan pronto, con solo 17 años, estar en esta plantilla”, indica el joven receptor que se encuentra en pleno proceso de recuperación tras una recuperación de menisco. Ahora mismo está comenzando a saltar, en un mes está como nuevo para jugar sus primeros minutos. A su edad, no hay lesión que le arrebate el sueño de su vida.
Y el de su padre, por supuesto. Aunque son posiciones distintas en el campo y Charly esta temporada entrena en Oporto, guasap motivadores y con consejos no faltan. “Es muy especial para él esta situación. está muy encima mía, me pregunta mucho y me aconseja que trabaje al máximo y, sobre todo, máxima humildad en el día a día”.
A Charly le tocó vivir las históricas temporadas de la primera Copa del Rey, de la irrepetible primera Superliga, la gesta de las final en Novi Sad ante Casa Modena... Temporadas en las que no había redes sociales, en las que los recuerdos se transmiten gracias al boca a boca. “No recuerdo verlo jugar. Todo el mundo me dice que era un jugador de mucha garra y carácter, que se comía la cancha cuando saltaba”, apunta orgulloso un Marco que tiene en él el mejor referente, pero sabe que el éxito se consigue con los pies en la tierra: “Espero triunfar en el futuro en Unicaja. De momento, me conformo con debutar esta temporada. Jugar en el Moisés Ruiz ante mis amigos, mi familia, mi gente... tiene que ser lo máximo”.
A buen seguro que lo es. Además de Charly, se lo puede explicar su entrenador. Manolo Berenguel, rastas al viento, levantaba a todo el público con cada plancha para salvar balones imposibles. Este año espera que sean sus pupilos los que hagan disfrutar a la afición del Moisés Ruiz. “Me gusta mucho trabajar con él, está muy encima y nos habla mucho en los entrenamientos”, finaliza el joven Marco que defenderá su nueva elástica con la gallardía y el tesón de un Carreño.
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