Copa del rey

Velatorio Mediterráneo (1-3)

  • El Almería tira la Copa sin apenas oposición a Osasuna. La afición rojiblanca da la espalda al equipo y a una competición que se desvirtúa más conforme transcurren los años.

Que alguien pare esta farsa. La Copa del Rey es una competición que mancha el nombre del monarca igual que Urdangarín afea la casa que dirige. El torneo está tan devaluado que la visita del Osasuna reunió ayer en el Estadio de los Juegos Mediterráneos a poco más de dos mil aficionados, contando a policía, prensa y miembros de Cruz Roja.

Habían avisado Alcaraz y Mendilibar que saldrían con los sobreros, con el carrillo del pescao, y cumplieron su amenaza para decepción de los escasos valientes que acudieron a presenciar in situ el encuentro.

El resultado sobre el terreno de juego fue un digno Osasuna y un paupérrimo Almería, sin ritmo, sin acoplamiento y sin el calor de la grada. La falta de minutos se acusó sobremanera en jugadores como Marcelo Silva, Omar o Rafita, a los que les salió poco o nada de lo que intentaron.

La consecuencia lógica de la apatía imperante fue que los goles del Osasuna empezaron a caer sin solución de continuidad. El primero, al cuarto de hora de juego, una obra de arte de Leka, que empalma una volea desde la frontal del área servida por Cejudo ante la que nada puede hacer Diego García.

Los tímidos acercamientos al área pamplonica estuvieron protagonizados por Aarón, Soriano y Ortiz Bernal, con más pundonor que acierto, pero serían los navarros quienes abrieran brecha a la media hora de juego con un penalti que por muchas repeticiones que se visionen no aclara si fue dentro o fuera del área.

Marcelo Silva golpeó el esférico de forma inocente e involuntaria cuando daba un paso hacia adelante saliendo del área para atacar un balón y Pérez Lasa decretó la pena máxima. El iraní Nekounam, especialista en la suerte, lo lanzó y batió sin dificultad a Diego García, quien se había vencido incluso antes del golpeo.

El tercero en la cuenta rojilla era cuestión de tiempo y llegó antes del descanso merced a un despeje defectuoso de Bernardello que cayó en los pies de Annuziata quien, desde el vértice del área, sacó un disparo a la escuadra.

Poco cambió tras el descanso porque poco cambió en los banquillos. Los técnicos decidieron mantener el mismo once y no existió reacción por parte local, salvo el intento de Soriano de soprender a Riesgo desde 30 metros.

Sólo despertó a la parroquia local una mano de Damiá protestada como penalti y no concedida por Pérez Lasa que resultó ser fuera del área. El panorama se tornaba dantesco cuando el colegiado vasco expulsó a Dani Bautista por la reiteración en sus protestas. El sevillano vio una amarilla y su insistencia fue premiada con la roja directa.

Y como tantas otras veces suele ocurrir, el Almería jugó mejor con diez que con once. Fruto de su insistencia y de su coraje, no tanto de su buen juego, vino el tanto de la honra que maquilló la noche y de paso permitió a Marcelo Silva dormir sin cargo de conciencia.

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