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El año en que Vettel dio la razón a Ecclestone

  • El dueño de la Fórmula 1 vaticinó a principios de temporada que el piloto alemán y su equipo, Red Bull, eran los favoritos para hacerse con el título.

"Lo digo ya: el campeón será Vettel". Así de seguro se mostraba Bernie Ecclestone, gran magnate de la Fórmula 1, antes de empezar la temporada 2010. Ni Jenson Button, ni Lewis Hamilton, ni Fernando Alonso ni el retornado Michael Schumacher. El británico lo tenía claro, apostó por el joven alemán de sonrisa perenne: el piloto de Red Bull no le decepcionó y se convirtió en el campeón más joven de la historia con 23 años

Vettel ya había sido subcampeón en 2009 y Ecclestone intuía que Red Bull sería el coche a batir. Y así fue: el equipo austríaco subvirtió el viejo orden y con una aproximación más relajada, cercana y joven y, con mucho dinero, consiguió en sólo cinco años ser campeón del mundo de pilotos y de constructores. McLaren y Ferrari ya no marcan el paso. Y eso que la scuderia llegó a la última carrera del año, en Abu Dhabi, con el título en la mano, ya que Alonso sacaba ocho puntos a Webber y 15 a Vettel. Un error de estrategia del equipo italiano en Abu Dhabi dio el título a Vettel tras ganar las dos últimas carreras. 

La victoria de Red Bull les dio la razón en su manera de ver la Fórmula 1, diferente a la de Ferrari. La remontada de Alonso empezó en julio en Alemania al lograr el triunfo gracias a que Ferrari ordenó al brasileño Felipe Massa dejarse superar por su compañero. En cambio, Red Bull mantuvo una política de igualdad que permitió a Vettel y al australiano Mark Webber llegar a la última carrera con posibilidades. Webber estaba más cerca de Alonso, que se centró demasiado en él y descuidó al alemán, que celebró el título. Ferrari recibió una severa multa por las órdenes de equipo, prohibidas desde 2002 y que serán de nuevo admitidas en 2011. 

Esa igualdad en el trato en Red Bull tuvo consecuencias positivas al final, pero no durante. La lucha intestina entre Vettel -el preferido del equipo- y Webber fue cruenta en diversas etapas y tuvo su punto más caliente en Turquía, cuando ambos iban en cabeza y un choque entre ellos echó por tierra todo el trabajo. "No está mal para ser el segundo piloto", verbalizó Webber su descontento en la radio del equipo cuando ganó en Silverstone tres Grandes Premios después. 

Tras los sufrimientos, al final se impuso el coche más rápido, pese a que no siempre fue el más fiable. Y el hacedor de ese coche fue el gurú del diseño Adrian Newey. El éxito le ha costado mucho dinero a Dietrich Mateschitz, millonario dueño de la marca de bebidas energéticas: según informes de prensa, en 2010 invirtió cerca de un 30 por ciento más que en 2009 para un total de 123,2 millones de euros. Newey es, con un salario anual de nueve millones de euros, el mejor pagado. "Hemos reclutado a los mejores y a los más profesionales para todas las posiciones clave", dijo Mateschitz. "Quiero estar mucho tiempo en lo más alto", aseguró Mateschitz, que compró el equipo a Jaguar en 2004. 

También (casi) triunfó rápido en Ferrari Alonso, ya venerado en Maranello. "Los estrategas en el box han echado a perder el título y no el admirable Alonso", exculpó en Abu Dhabi el presidente de Ferrari, Luca di Montezemolo, al español, de nuevo en la pelea por el título tres años después. "Hemos perdido una oportunidad, pero con este equipo, en un mal año y teniendo el tercer mejor coche llegamos a la última carrera luchando por el campeonato. A poco que se dé bien, vendrán títulos con Ferrari", dijo el bicampeón mundial. 

Peor le fueron las cosas al alemán Schumacher. El heptacampeón del mundo regresó después de tres años retirado, pero nunca fue protagonista en el flamante equipo Mercedes. Dos cuartos puestos es lo máximo que logró, acabó el campeonato en novena plaza y sucumbió la mayoría de las veces ante su compañero, Nico Rosberg. "Espero que hasta 2012 podamos cosechar los frutos", dijo Schumacher, de 41 años y paciente con el nuevo proyecto. Regresó para quedarse, aunque sabe que ahora es otro alemán, Vettel, el que manda en lo que una vez fue su reino.

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