UD Almería | Liga 1|2|3

Aquella fría aventura en UFA

  • El Unicaja voley se midió al UFA, curiosamente el rival del Almería en el amistoso del viernes, en 2007

El firmante, tapado hasta las cejas, junto a Kiko, gerente de Unicaja en la época, en una plaza de UFA. Se nos ocurrió hacer turismo a -20º

El firmante, tapado hasta las cejas, junto a Kiko, gerente de Unicaja en la época, en una plaza de UFA. Se nos ocurrió hacer turismo a -20º / GFNG (UFA)

El amistoso que el Almería jugará el viernes ante el UFA ruso en Cartagena cierra un curioso círculo profesional para el suscribiente. Tres letras, dos vocales y una consonante intercalada, que invitan al perdigón al pronunciarlas y que se grabaron a fuego aquel lejano y frío mes de enero de 2007.

Unicaja jugaba la ronda de vuelta de los octavos de final de la Copa CEV de voley ante el Neftyanik Bashkortostana de UFA. Por entonces uno hacía sus pinitos en la SER y locutaba los partidos del conjunto ahorrador, por lo que le tocó atravesar Europa (5.743 kilómetros) con la expedición almeriense para plantarse en ese rincón del planeta pegado a los montes Urales, con más de un millón de habitantes.

El viaje no fue como el de Jasón y los argonautas, pero poco le faltó. Partimos a las nueve de la mañana de Almería, vía Madrid. Allí recuerdo hacer cambio de avión para poner rumbo a Frankfurt, donde hicimos otra escala. La memoria ya traiciona, pero creo que en ese lugar unos ‘simpáticos’ inspectores alemanes requirieron mi presencia en una pequeña salita anexa a la terminal para hacerme todo tipo de preguntas acerca del equipo de radio que portaba entre mi equipaje. 

Chapurreando inglés procuraba hacerme entender, pero a esos cabezacuadradas no había quien los convenciera y conforme avanzaban los minutos, más tercos se ponían. La escena llegó al punto de deducir que podía portar un artefacto explosivo. Por suerte para mí, cuando la cosa ya se ponía tibia, apareció en mi rescate Kiko, entonces gerente del club, aburrido de esperar y temeroso de perder la conexión con Samara. Se hizo entender y el incómodo interrogatorio tocó a su fin.

Horas después de partir de Frankfurt sufríamos unas turbulencias terribles que a Juanjo Salvador -tiene fobia a los aviones- casi le cuestan un disgusto. Baste decir que una de las azafatas se abrochó a su silla, cogió una bolsa y empezó a vomitar del traqueteo que llevábamos.

Tras despegar de Frankfurt entramos en turbulencias y Juanjo Salvador pasó un mal rato

Aterrizamos en Samara para repostar en plena madrugada. Por la ventanilla del avión apenas se divisaba el aeropuerto entre la nieve acumulada. Todavía nadie me ha podido explicar por qué abrieron las escotillas del avión mientras cargaban el queroseno, pero entró una gélida ventisca que nos hizo a todos refugiarnos en unas mantas gentilmente repartidas por la sobrecargo. Solo unos meses después, en marzo,  en aquel mismo lugar fallecieron 5 personas y 51 resultaron heridas en un accidente aéreo al verse el piloto obligado a hacer un aterrizaje de emergencia. Cuando supe la noticia se me erizó el vello.

Hasta UFA quedaba otro trecho y mi reloj marcaba las 5 de la madrugada cuando aterrizamos, 20 horas después, en una ciudad gris rodeados de montículos de nieve de más de dos metros de altura y una temperatura de veinte bajo cero (para escribir este artículo revisé el tiempo a día de hoy y daban -12, con lo cual no exagero un ápice).  

Subimos al autobús y nos llevaron al Bashkiria, un hotelazo con todas las comodidadas donde alguien comentó que solían hospedar a los prebostes en la época soviética. Lo cierto es que ya entonces se palpaba la incipiente oligarquía que surgía al calor del capitalismo en una ciudad rica en recursos petrolíferos.

Caí en la cama y debí dormir quince horas seguidas. Tuvieron que despertarme para acudir al entrenamiento del equipo en el pabellón SDK Dinamo donde, para mi sorpresa, no había línea RDSI para conectarse a la emisora en Almería. Recuerdo a Tony Fernández jurar en arameo cuando le conté la buena nueva, por lo que tuvimos que cubrir la retransmisión a base de teléfono móvil con la tecnología de la época. Me llamaba, contaba cómo iba la cosa, cortaba para dar paso a la publicidad y repetía llamada. En el argot creo que Tony le llamaba a aquello un ‘café con pinchos’.

Mal que bien pudimos narrar la derrota y eliminación. Me alcanzó la estancia para fotografiarme con el gigante Kazakov. Luego tuve tiempo de acompañar a Óscar Novillo, técnico entonces, a comprar unas matrioskas de souvenir y en la vuelta, aunque más amena, todavía tuve que acreditar que mi pasaporte estaba en regla por una supuesta duplicidad de billetes. 

El episodio ahora lo cuento con la sonrisa en la boca, pero el responsable de la garita de control estaba más que dispuesto a dejarme allí retenido. Todo fue una confusión por mezclar mi apellido, Navarro, con el del técnico, Novillo. Y es que el cirílico y el latín nunca hicieron buenas migas...

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios