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El modelo de producir y vender se agota y el valor añadido pide paso

  • El campo almeriense ha mantenido su rentabilidad en los últimos 35 años, pero exige inversiones para mejorar sus estructuras y con ello, su productividad · Viaja al certamen alemán a reforzar su imagen

El desarrollo socioeconómico de Almería está ligado, como todo el mundo sabe, al crecimiento experimentado por la agricultura de la provincia en los últimos cuarenta años, al calor de los invernaderos. Desde que se inventó el enarenado, con sus sucesivos progresos tecnológicos, el desértico clima de Almería no ha sido obstáculo para su auge. Sin embargo, el modelo se está agotando y desde finales de los años noventa, la agricultura almeriense no ha experimentado "innovaciones de calado", tal como recoge el 'Análisis de la campaña hortofrutícola de Almería 2009-2010', que se presentó a finales de noviembre pasado.

Es más, la última revolución que ha experimentado el campo almeriense se llevó a cabo, por suerte o por desgracia, impulsada por una grave crisis, la del isofenfos metil, que puso a la agricultura almeriense en el ojo del huracán mediático a finales de 2006, y que a la postre ha servido de punto de inflexión para instaurar una nueva filosofía de cultivos más saludables y respetuosos con el medio ambiente, utilizando cada vez más el control biológico, en detrimento de los productos fitosanitarios.

Sin embargo, no es suficiente. Renovarse o morir, ese es el lema de toda buena empresa que quiera perdurar y continuar creciendo. Y la agricultura almeriense debe coger las riendas de su futuro si quiere subsistir y aguantar las acometidas, cada vez mayores, tanto de los países del sur como del norte.

El modelo actual tiene fecha de caducidad y es el momento de mover ficha. Las cifras, 28.000 hectáreas invernadas, gestionadas por cerca de 15.000 agricultores, dain idea de la atomización de la actividad, que debe dar un paso al frente y apostar definitivamente por la concentración de la oferta (reducirá costes y ganará margen a la gran distribución).

El valor añadido es la clave para la subsistencia del sector. Mientras las diez primeras empresas alimentarias de España han multiplicado por cinco sus ventas en la última década, las de la gran distribución las han multiplicado por diez.

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