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Soy el novio de las carreras

  • El teniente legionario Fede Sáez y el civil Rubén Delgado corren los 50 km. de Melilla y los 54 de Cartagena, como preparación de los 101 de Ronda

Fede y Rubén, en Melilla.

Fede y Rubén, en Melilla.

Nadie en el Tercio sabía, quiénes eran aquello corredores, tan audaces y temerarios, que a las cuatro carreras legionarias se apuntaron. Pues son el teniente legionario Federico Sáez (melillense de nacimiento, aunque afincado en Roquetas desde hace años por su trabajo) y el ingeniero industrial civil, Rubén Delgado. Con el sufrimiento por bandera y el pecho henchido de honor (y oxígeno), los dos almerienses completaron en 2018 con éxito y gallardía La Desértica (Almería), Africana (Melilla), Cuna de la Legión (Ceuta) y los 101 kilómetros de Ronda.

Un año después, con las piernas duras y curtidas como el acero de un tanque, estos dos caballeros corredores han variado ligeramente su calendario, no para hacerlo más sencillo precisamente. En menos de un mes, 24 kilómetros por los cerros de Gádor en el Trail del Esparto; 50 sobre la dura roca norteafricana de Melilla; 54 en honor a la Infantería Marina en la Ruta de la Fortaleza en Cartagena; y como colofón, nada mejor que repetir esos 101 kilómetros por la serranía rondeña que arrancaría muecas de sufrimiento hasta al más férreo de los swats americanos.

Para completar estos locura deportiva, ambos llevan más kilómetros en su cuádriceps que los heróicos tercios que recorrían la distancia entre España y Flandes a pie, allá por el siglo XVI. Fede, atleta veterano, completó los 185 kilómetros en Suiza en 24 horas. Rubén, por su parte, tampoco se queda atrás: quedó en primera posición en una carrera de 24 horas en una pista de atletismo en Barcelona, en la que recorrió 241 kilómetros. Casi nada. Con esa fortaleza mental, la prueba de Melilla fue prácticamente tan sencilla como hacer guardia en una garita: quedó primero de tres mil seiscientos corredores, con 3 horas 27 minutos, tan sólo dos más que el récord de la prueba: “Creo que pude haberlo batido, pero es que fui los últimos 27 kilómetros solo y a falta de cinco, le sacaba más de diez minutos al segundo, por lo que bajé el ritmo”.

Los trofeos, las palmas y las felicitaciones son más que merecidas. Pero a los dos les salió el auténtico espíritu legionario en un arranque de solidaridad y amor hacia aquel que lo necesita, hacia el Capitán Caballa, un niño con parálisis cerebral que estuvo en la carrera con el Club Ceuta. Rubén le dio su trofeo de ganador y Federico su insignia nacional de España, que es su amuleto en cada una de las carreras que realiza. “Hoy ni me acuerdo de la prueba, en mi cabeza sólo tengo imágenes de Agustín mordiendo la medalla y con el chapiri y la bandera. Las lágrimas de su padre llorando al ver la cara de alegría de su hijo valen más que todos los podium”, finalizan estos dos novios de las carreras, cuyo amor al deporte es su ¡Bandera!

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