El diario de Próspero

Teatro en las aulas para una educación completa

  • La reivindicación de una mayor presencia de las artes escénicas en el curriculum escolar no sólo no ha decrecido, sino que continúa encontrando argumentos y razones para su normalización

Encuentro de grupos de teatro celebrado en el Instituto Emilio Prados, en Málaga.

Encuentro de grupos de teatro celebrado en el Instituto Emilio Prados, en Málaga. / Archivo

Esto del teatro no va únicamente (nunca está de más recordarlo) de compañías, artistas, salas, premios y farándulas. El teatro es también una res política y como tal atañe a una amplia gama de ámbitos de acción y sectores profesionales: es mucha la gente que desarrolla una actividad continuada en relación con las artes escénicas sin estar al amparo de un teatro al uso. Más allá de la noción espectacular, hay debates antiguos y aparentemente enquistados entre los que destaca, como uno de los más señeros, el que tiene que ver con la idoneidad de llevar el teatro a las aulas de colegios e institutos. De entrada, el teatro es un recurso ampliamente utilizado por docentes inclinados al respecto, con tanto voluntarismo como vocación, y no faltan materiales renovados cada año que facilitan, estimulan y permiten organizar con eficacia esta tarea. Otra asunto bien distinto es la posibilidad de que esa presencia sea normalizada y reglada, es decir, computable y reconocida con un espacio propio en el curriculum: digamos que en este punto las expectativas se enfrían considerablemente, aunque sea porque darle tiempo y espacio al teatro en la formación obligatoria implicaría reducirlos en otras materias, y todavía cuesta lo suyo explicar para qué sirve el teatro. No hay más que recordar la velocidad con la que el Bachillerato de Artes Escénicas pasó a mejor vida para aclarar hasta qué punto las dudas son aquí de bulto. Es en la Educación Primaria y en la Secundaria, sin embargo, donde conviene centrar el debate; porque es ahí, en esas etapas, donde el teatro como disciplina escolar y académica puede surtir sus efectos más deseados. A menudo se habla de la cuestión como de una batalla perdida y se califica al teatro como el gran olvidado del curriculum escolar (ahí donde la educación plástica y musical sobrevive todavía, a duras penas), pero lo cierto es que la batalla no ha terminado, ni mucho menos. Al contrario, los movimientos son constantes: hace sólo un par de años, la Unión de Actores de Murcia presentó a la Consejería de Educación de la Comunidad un proyecto para la implantación del teatro como asignatura en Infantil y Primaria, una iniciativa que en grados similares se ha venido dando en las distintas regiones españolas en los últimos cursos.

Festival Juvenil Europeo de Teatro Grecolatino celebrado en Itálica. Festival Juvenil Europeo de Teatro Grecolatino celebrado en Itálica.

Festival Juvenil Europeo de Teatro Grecolatino celebrado en Itálica. / Archivo

Es cierto que la pandemia, como en todos los órdenes, ha frenado en seco cualquier posible iniciativa, pero también que, justamente, la brutal transformación que ha sufrido el ámbito educativo para adaptarse a los rigores sanitarios del coronavirus permite distinguir el teatro como una herramienta aún más idónea en el presente. No es difícil advertir que la quimera del oro de la pedagogía moderna se ajusta con preclaro rigor al teatro, un contexto donde el aprendizaje cooperativo, creativo, sensible, intuitivo, multidisciplinar y significativo (en el teatro la memoria no es un fin, sino un medio, tal y como reclaman los tecnócratas del informe PISA si es que se trata de dejarlos contentos también a ellos) se da no como imposición, sino como definición natural. De modo que sería interesante comprobar en qué medida el teatro permitiría restablecer los lazos que la pandemia ha debilitado, ya no sólo entre los alumnos, sino entre toda la comunidad educativa. Por otra parte, además de las continuas tentativas brindadas en las comunidades autónomas, a nivel europeo la presencia reglada del teatro en las aulas es ya un fenómeno imparable, especialmente en Alemania (desde que la ciudad-estado de Hamburgo diera el primer paso para el reconocimiento de la materia como asignatura en 2013, los beneficios contrastados han animado a otros estados a secundar la medida) y Francia.

Mientras tanto, tampoco faltan en Andalucía experiencias que van ampliando la influencia educativa del teatro como un instrumento cada vez más extendido. Un ejemplo: en Málaga, el Proyecto Thespis que impulsa e el Teatro Cánovas, dependiente de la Consejería de Cultura, sirve de punto de encuentro desde hace ya varias temporadas a centros educativos, compañías, grupos escolares, docentes y las mismas instalaciones del teatro, en una actividad multidireccional que crea una sinergia más que interesante entre el escenario y las aulas. Mucho más allá de la deriva rentabilista que tiende a valorar los saberes únicamente en función del criterio mercantil, así como de la consecuente extinción de los contenidos humanísticos, el teatro entraña una ocasión de altura para la educación del siglo XXI. Y viceversa: que aquí aprendemos todos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios