“Nunca he visto un escándalo como éste, ni en España ni en el extranjero”, declaraba ayer indignado Clemente Fernández, accionista de Abengoa y candidato de los minoritarios a presidir la multinacional sevillana que el próximo 4 de enero cumplirá 80 años.

Y ciertamente una situación como la que se está viviendo en Abengoa –una cotizada– en los últimos meses y, especialmente en la última semana no tiene precedentes en la Bolsa.

Desde hace dos años, la dirección de la empresa ha ido tomando decisiones que han desembocado en un vaciamiento de la matriz, tanto de sus activos, como de sus negocios. Ni siquiera los empleos dependen de Abengoa S. A.

Las razones esgrimidas han sido dar garantías a los acreedores, pero, lo cierto es que el resultado es que la matriz está hueca, salvo para una parte de la deuda con proveedores y algunos pleitos, lo que contribuiría a la quiebra de la misma. La intención es separarla antes del resto del grupo, mediante la ruptura societaria que propone el rescate firmado en agosto y contra el que se han rebelado los accionistas minoritarios, hasta convertirse en la mayoría que controla teóricamente la sociedad.

Porque si esa situación ya es grave de por sí, lo acaecido ayer sí que no tiene parangón. El mismo día que los consejeros elegidos por una mayoría abrumadora del capital presente en una junta general, casi el 74%, se consideran “independientes” que no están obligados a cumplir con los mandatos recibidos.

Legalmente no es así. En la junta general de noviembre ya se ordenó que el nuevo consejo negociase un rescate que no dejase a la matriz al borde de la quiebra y que le otorgase al menos un 20% de la filial operativa. Los consejeros han obviado esos mandatos, con lo que se exponen a acciones legales, y las indicaciones de poner al frente de la compañía a Clemente Fernández, accionista y ex presidente de Amper.

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