Tribuna Económica

cármen pérez

Aire nuevo para la Andalucía del siglo XXI

La realidad es mejor no disfrazarla. Y un hecho incuestionable es que el PIB per cápita de Andalucía se ha mantenido durante décadas en un 75% de la media española y, lejos de converger, en estos últimos años la distancia se ha ampliado. Así que empecemos por admitirlo: nuestro modelo productivo no funciona. ¿Cuáles son las causas que hacen que esto sea así?, ¿qué hacer para revertirlas? Rogelio Velasco, consejero de Economía, Conocimiento, Empresa y Universidad de la Junta de Andalucía, contestó a estas preguntas el pasado miércoles, en Sevilla, en una nueva edición del Foro Joly. Su discurso sonó distinto a los que estamos acostumbrados: tuvo un toque académico, por la honestidad e independencia intelectual al enfrentarse al problema; un carácter científico, por el análisis reflexivo y minucioso de las áreas que hay que mejorar; pero también fue decididamente político, el de un hombre de acción dispuesto a que se produzca el cambio.

El primer paso para hacer frente a las deficiencias de la economía andaluza es tomar conciencia de ellas, sólo así es posible superarlas. Velasco, avalado con datos, se explayó. Nos faltan fábricas, equipos de transporte, TIC, maquinarias, y, en general, activos ligados a la inversión productiva. Nos falta un capital humano más formado. Nos faltan más empresas, mayores, más competitivas, que estén bien diversificadas y que sean más maduras tecnológicamente. Nos hace falta incrementar el peso de las que generan mayor valor añadido, como las intensivas en tecnología y conocimiento. Y fundamental, nos hace falta que el marco institucional en el que se muevan sea de mayor calidad, orientado al progreso, que favorezca y facilite la actividad económica.

Para combatir esta situación el consejero abogó por desarrollar políticas de oferta, que dinamicen la economía y hagan de Andalucía un sitio propicio para invertir. Las políticas que señaló abarcan ámbitos muy diversos. Educación, buscando la excelencia desde edades muy tempranas. Universidad, estrechando los vínculos con la empresa. Una administración pública regenerada, simple y ágil. Políticas industriales eficaces y eficientes. Internacionalizando la economía y captando inversiones extranjeras. Fomento del emprendimiento e incorporación plena de las empresas a las nuevas tecnologías digitales. Y especialmente actuando sobre el mercado de trabajo, para aumentar la estabilidad del empleo y reducir la tasa de paro.

Muchos de estos objetivos no son nuevos. Pero se insistía machaconamente en mantener un mismo comportamiento, que conducía a los mismos malos resultados. Ahora cambia la forma de enfrentarlos. Tendremos tiempo de criticar constructivamente las medidas que vayan proponiendo y de valorar sus resultados. De momento resulta muy positivo que haya entrado aire nuevo en Andalucía, que ha situado el centro de atención en la actividad económica privada y ha reivindicado el papel de la empresa como motor del crecimiento y de generación de empleo. Si se quiere conservar el Estado de bienestar e incluso mejorarlo, para seguir redistribuyendo la riqueza, resulta indispensable potenciar a las empresas porque son ellas las que la crean.

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