Tribuna Económica

Gumersindo Ruiz

Bermejo, cordobés prodigioso

En una entrevista reciente, Miguel Falomir, director del Museo del Prado, se refería a las estrecheces económicas que sufren los museos españoles, y eso que él está al frente de la que es quizás la principal pinacoteca del mundo, al menos por la coherencia de sus colecciones, donde: "Las obras dialogan unas con otras, y tienen sentido en su conjunto". Señalaba también la necesidad de una ley de mecenazgo, que proporcione un incentivo para que desde el ámbito privado haya una colaboración importante con los museos. El mecenazgo es controvertido, y en Estados Unidos, siempre una referencia, se discute y cuestiona que haya exenciones fiscales cuantiosas para donaciones que van a partidos políticos, sociedades con orientaciones ideológicas muy sesgadas, instituciones religiosas, o a universidades de élite, donde los donantes tienen influencia. Pero todo esto puede tenerse en cuenta en una ley que debería ser muy generosa con las donaciones y daciones en pago a Hacienda en forma de obras de arte; al fin y al cabo se trata de obras, antiguas o modernas, que aunque se paguen en parte con impuestos que se desgravan, van a formar parte de un patrimonio que, como la hacienda pública, es de todos.

La exposición en el Prado de Bartolomé de Cárdenas, también conocido como Bermejo (1440-1501), es deslumbrante y excepcional, y pueden sacarse varias ideas de la misma. Una, el trabajo enorme que supone reunir una obra escasa y dispersa por todo el mundo; la colaboración entre el Museo del Prado y el D'Art de Catalunya, bajo el comisariado de Joan Molina Figueras, lo facilita mucho, pero aun así pienso en el esfuerzo que supone y lo mal pagado que está. La segunda es el descubrimiento de Bermejo; cordobés, pero también valenciano, aragonés y catalán, y que pinta como se hacía en los Países Bajos, pero con el prodigio propio de su mano y su imaginación. Su vida itinerante y complicada -aunque no es la del Caravaggio- ha dado para hacer un catálogo que en ocasiones es como una novela, y da también para hacer una buena película. Una tercera idea viene de los contratos que se ve obligado a firmar, y que con frecuencia incumple, pues le fastidia tener como colaboradores a pintores locales mediocres, que utilizan técnicas burdas, y sobre todo, porque no le pagan según su talento. En la exposición, junto a los de colaboradores e imitadores, sus cuadros resplandecen aún más, y nos hace pensar cómo son recurrentes algunas cosas, y la precariedad de algunas situaciones profesionales a lo largo de los siglos. Pero nada de esto puede explicarse bien, y es mejor visitar la exposición, que terminó el pasado domingo en Madrid pero que empieza ahora en Barcelona.

Tenga uno más o menos costumbre de ir a museos, el arte y todo lo que alrededor de él se estudia y descubre, forma parte de nuestra vida y la enriquece, por eso debería tener eco la propuesta de incentivarnos fiscalmente para contribuir a que sigan vivos y dinámicos; y no solamente para grandes empresas y fortunas, sino para cualquiera que quiera contribuir. La Hacienda no debe ser en esto mezquina, pues como decía un proverbio anónimo, seguramente oriental, "si tienes dos monedas, con una compra pan, y con la otra jacintos para alegrar tu espíritu".

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