Tribuna Económica

Joaquín aurioles

Geopolítica y economía mundial

La valoración del FMI es bien elocuente. Tras una fuerte desaceleración en 2018, el tono de la economía mundial se mantuvo débil en 2019 y la causa principal ha sido la incertidumbre provocada por la intervención del presidente norteamericano en la economía de su país. Aunque la prudencia lleva al organismo internacional a reconocer otras causas, resulta evidente el dedo acusador sobre Trump por convertir a la política comercial en instrumento para atizar cualquier amenaza a la hegemonía universal norteamericana y a sus intereses. Expertos y opositores políticos insisten en los perjuicios para su propia economía, pero en el gobierno deben pensar que, si se debilita suficientemente al rival, sus intereses pueden salir ampliamente favorecidos.

Los desencuentros ocasionales con líderes tan relevantes como Merkel, Macron o Trudeau invitan a pensar que para la administración norteamericana no hay socios ni aliados, sino cómplices con los que colaborar y compartir, pero con los que también, en última instancia, competir como rivales. China y Europa han sido los principales objetivos de sus agresiones arancelarias, sin olvidar su utilización para obligar a México a colaborar con su denigrante política de inmigración. Ninguna consideración con el esfuerzo para impulsar el libre comercio a través del Atlántico y el Pacífico y, de paso, un soberano rapapolvo al acuerdo existente con México y Canadá (Nafta). También las sanciones económicas a países díscolos e insumisos se convierten en fuentes de tensión añadida sobre la economía, por lo que, según el FMI, el crecimiento económico mundial en 2019 habría sido del 3% (1,7% en economías avanzadas y 3,9% en emergentes), inferior en tres décimas a la estimación de abril del pasado año y el más bajo desde el inicio de la crisis financiera. Para 2020 la previsión mejora hasta el 3,4%, aunque también ha sido corregida a la baja, en este caso en dos décimas.

En este contexto de incertidumbre aparecen dos nuevas perturbaciones de consecuencias todavía imprevisibles. La primera es el coronavirus, sobre cuyo impacto en las economías china y mundial se multiplican las estimaciones, cada vez más pesimistas. La segunda, las elecciones norteamericanas. Los asesores han debido aconsejar a Trump una tregua con China, que entró en vigor el pasado viernes, y la aceptación del nuevo tratado de libre comercio con Canadá y México (Usmca), que el presidente firmó hace unas semanas, pero también insistir en las hostilidades con Europa. Al gravamen de las importaciones de alimentos europeos de finales de 2019 se añaden nuevos aranceles sobre las aeronaves (del 10% al 15%) para el mes de marzo y amenazas de futuras subidas en forma de represalias ante, por ejemplo, los proyectos de fiscalidad digital.

El escenario de tregua es, en todo caso, efímero y en el de Europa inexistente, aunque todo dependerá de lo que voten los estadounidenses. Conviene señalar que, también según el FMI, la guerra comercial ha perjudicado en 0,8 puntos el crecimiento del PIB mundial, aunque este impacto ha sido parcialmente compensado por el efecto balsámico de los estímulos monetarios, estimado en 0,5 puntos.

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