Tribuna Económica

Joaquín Aurioles

Se equivoca el presidente

Se equivoca el presidente Moreno al pedir una mesa bilateral. Tiene razón en su denuncia de que la celebración de la mesa con Cataluña es un grave error, pero pedir otra para Andalucía no sólo no lo corrige, sino que ahonda en el mismo y nos lleva por la senda en la que nunca debimos adentrarnos y a la que los andaluces hemos contribuido, contraviniendo el espíritu del 4 de diciembre de 1977. Entonces impusimos que el único desarrollo autonómico aceptable tendría que levantarse sobre un principio incuestionable de igualdad ente todos los españoles y territorios.

La primera fisura fueron las concesiones forales a País Vasco y Navarra, pero luego vinieron otras muchas de menor calado, a las que todos los presidentes andaluces contribuyeron y consintieron. Primero venían las reuniones bilaterales periódicas entre el presidente de la Generalitat y el de Gobierno, coincidiendo con los inicios de legislatura y la formación de mayorías y con la renovación de los sistemas de financiación autonómica. El resultado siempre era el mismo: concesiones a Cataluña en forma de compromisos de inversión y cesión de competencias y de tributos. La siguiente reunión era la de los presidentes de Andalucía y España, con fotografía en La Moncloa anunciando que los andaluces recibiríamos lo mismo que los catalanes. Era el pago por el refrendo de la comunidad más poblada y más representada, en teoría, en el Congreso de los Diputados, a las concesiones a Cataluña. Debimos aprender que la única mesa bilateral que merece la pena es la primera, porque a la segunda solo van las sobras y, por ello, también se equivoca el presidente.

La realidad es que durante años hemos sido comparsas de las deslealtades de la Generalitat y hemos contribuido a la aceptación obligada del resto, frente a la alternativa de la reclamación en minoría. Supongo que no nos dábamos cuenta, pero Andalucía ha sido pieza fundamental en el levantamiento del estado de las autonomías que más convenía al nacionalismo catalán, ignorantes de que también nos condenaba al atraso y al desempleo.

En el primer capítulo de los manuales de federalismo fiscal se dice (o debería decirse) que todo modelo de estado descentralizado debe descansar sobre sólidos principios de coordinación y de participación de las partes en la gestión de los intereses del conjunto. El bilateralismo es la alternativa egoísta e insolidaria a la coordinación y la igualdad y, por ello, la petición del presiente de la Junta es un error de bulto. Es la dirección contraria al modelo de estado que permite la convivencia en igualdad y sin privilegios de unos a costa de otros. Más bien suena a temor a entrar a fondo, quizá pensando que el bisturí también puede amenazar partes preciadas de la anatomía del poder.

Ni la Conferencia de Presidentes y ni el Consejo de Política Fiscal y Financiera satisfacen las necesidades de coordinación multilateral, pero permiten blanquear el bilateralismo que tantos réditos proporcionan a unos pocos. La alternativa es el Senado, ese retiro incompetente (en el sentido de carencia de competencias) de inútiles vacas sagradas frente al que se estrellan los intereses de muchos y los miedos de otros.

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