Tribuna Económica

gumersindo ruiz

La ilusión del conocimiento

Mientras corrijo los exámenes de mi asignatura en el grado de Finanzas y Contabilidad, no puedo evitar pensar, una vez más, lo conveniente que sería que un porcentaje elevado -desde luego más del 50%- de esos alumnos siguieran otro tipo de enseñanzas. Podrían buscarse explicaciones de por qué hay un desinterés por parte de los alumnos, que les lleva a un absentismo que a veces roza el 80% de los matriculados, a una forma absurda de estudiar, copiando apuntes que intentan memorizar sin comprenderlos, y como resultado, a un desastre en los exámenes cuando se pone un mínimo rigor en la valoración de las respuestas. Una razón puede ser que vienen a estudiar una materia que no les interesa, porque no los admiten en otras donde exigen unas calificaciones elevadas; pero son alumnos de tercer curso, y no tiene sentido perder tanto tiempo en algo que no tiene interés y no te va a servir de nada. Ésta sería una segunda razón, que ante la falta de expectativas laborales, se acomodan a una situación en que, con un esfuerzo ínfimo, se trata de ir sacando los estudios como sea. También podríamos considerar que lo que se estudia no tiene interés en sí, y poca utilidad, pero en este caso se trata de una asignatura de financiación alternativa, cuidadosamente preparada sobre un campus virtual, y con una parte de prácticas en Excel, de un nivel comparable al que podría darse en cualquier universidad del mundo; además, da respuestas a temas muy próximos a nosotros, como financiación de sociedades inmobiliarias, y plataformas participativas, entre otras. Es, también, una materia sobre la que hay demanda de trabajo incluso para recién graduados.

Leo sobre la formación profesional en Suiza, Dinamarca, Alemania, y Austria, donde el paro juvenil no llega al 10% (nosotros lo tenemos en el 38%), y veo que España es el único país donde no hay programas combinados de escuela y trabajo, que en Suiza alcanza al 60% de todos los estudiantes de secundaria. Algunos datos interesantes son, primero, que la formación profesional es lo principal, y de ahí puede accederse a la universidad, mientras que nosotros ponemos la universidad como el destino natural de los estudiantes, lo cual es algo ineficaz y un despilfarro de recursos. Segundo, se ofrecen en Suiza más de 200 aprendizajes, desde cocina a ingeniería; y el sector privado financia el 45% de este entrenamiento vocacional, que permite continuar con la educación académica mientras se cobra un sueldo de unos 600 euros mensuales. Tercero, esta vinculación entre conocimiento práctico y académico, explica en parte que la capacidad de innovación en las empresas de estos países se concrete en productividad, empleo y buenos salarios. Es verdad que no puede improvisarse una sociedad de estudio y aprendizaje -que en los países germánicos se remonta a épocas medievales-, pero es verdad también que el único camino que ofrecemos a nuestros jóvenes lleva a la universidad, en la que enterramos tiempo, dinero, esfuerzos, y donde germina la frustración de docentes y estudiantes, sin otro debate que la gratuidad, la duración de los grados, o las veces que puede repetirse una asignatura, mientras se crea una falsa ilusión de conocimiento.

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