Álvaro de Armiñán | Director de cine

"Todas las películas son un milagro, por aburridas que sean"

"Todas las películas son un milagro, por aburridas que sean"

"Todas las películas son un milagro, por aburridas que sean" / Belén Vargas

Mamó el cine en casa por su padre, Jaime de Armiñán, y con tanta claqueta cerca también tiró para el mundo del celuloide. Álvaro de Armiñán (Madrid, 1959) ha trabajado principalmente como ayudante de dirección y en el Festival de Cine de Sevilla presentó su película Segunda oportunidad, donde lleva el mando gracias al apoyo de Canal Sur. Ahora se sumerge en la literatura con su primera novela, El pintor de la derrota (Samarcanda), "las aventuras de un artista en la guerra del Rif", una obra que cobra protagonismo al conmemorarse en 2021 el centenario del Desastre de Annual.

-Dirige Segunda oportunidad, ¿cuándo gastó la primera bala en el cine como director?

-Me la dio Manufacturas Audiovisuales con Tumbas abiertas. Pero nunca se llegó a estrenar porque la productora tuvo un importante descalabro con El corazón de la tierra. Fue en 2008.

"Con 16 años fui a ver 'Tiburón' y pagué una entrada de reventa; el cine sigue teniendo una magia especial"

-¿No necesitó antes la necesidad de dirigir?

-No, estaba muy a gusto como ayudante de dirección; además, mi padre es Jaime de Armiñán y ahí tenía un hándicap importante.

-Ha participado en series y conoce bien el boom. ¿El cine se ha quedado rezagado a la hora de enganchar?

-No, el problema es la oferta tan brutal que hay hoy. Con 16 años fui a ver Tiburón al cine y pagué en el Capitol de Madrid una entrada de reventa y estaba en una esquina a tomar por culo. El cine lucha hoy en muchos más frentes, pero sigue teniendo una magia especial: que se apague la sala y ver una película con público y en pantalla grande.

-¿El ayudante de dirección es el segundo entrenador en fútbol?

-Es el jefe del plató, el que controla las fuerzas vivas de una película, está en contacto con todo y junta las partes para que el director haga su película. Es el general y el director, el capitán general.

-Ahora que no nos lee nadie, ¿sirven de algo los festivales de cine?

-Por supuesto, la publicidad es fundamental. Ves que le dan un premio a Paz Vega por su carrera, que Nicolás Pacheco estrena película, fotos en la prensa, eso crea interés. Las ciudades se engalanan, están las estrellas. Sevilla, Málaga, Huelva, San Sebastián... las ciudades viven días de cine, nunca mejor dicho.

-¿Confirma que dedicarse al cine es deporte de riesgo?

-Más todavía desde la crisis de 2008, es una corrida de los victorinos.

-Con tanto trasiego de novedades, ¿tenemos mala memoria los españoles con nuestro cine? Lo digo por el primer Saura, Erice, Berlanga, su propio padre...

-Es verdad. Esta demanda digital tan tremenda de imágenes ha pasado factura en cuanto a la cultura un poco más vieja. A nadie le interesa ver Tiempos modernos de Charlot. También he crecido en una casa de cinéfilos, viendo a Orson Welles y John Ford, pero es cierto que la gente joven no sabe quién era José Bódalo o, si me apura, Alberto Closas o López Vázquez.

-¿Es una imperdonable falta de educación levantarse del cine antes de que terminen los créditos?

-Es inimaginable para mí, que sé que detrás de todas las películas, por aburridas que sea, hay tal trabajo y sacrificio que son un milagro. Billy Wilder ponía siempre en sus guiones CD y un ejecutivo le preguntó que por qué; respondió que era Cum Deo -con Dios, gracias a Dios-, toda ayuda es poca, le dijo.

-¿Es tan extravagante Pedro Almodóvar en las distancias cortas como parece en las largas?

-No, no. Pedro es un genio y es un placer verlo dirigir. Llega a una conexión fabulosa con los actores.

-Mi querida señorita y El nido. Su padre fue nominado al Oscar dos veces...

-Estuve allí en la segunda, en 1980. Acompañé a mis padres a la gala porque me consiguió una entrada Irvin Kershner, el director de El imperio contraataca. Vi a Robert Redford recoger su estatuilla por Gente corriente y a Robert de Niro por Toro salvaje. Y también el honorífico a Henry Fonda, con todos llorando. George Cukor y King Vidor le dijeron a mi padre que el Oscar en 1972 se lo darían a Buñuel por El discreto encanto de la burguesía. Esa gala la disfrutó, pero en la de El nido lo pasó mal porque se veía con opciones aunque competía con Kurosawa y Truffaut.

-Trabajó en Juncal. Igual el personaje de Paco Rabal cruzaba hoy unas palabritas con los antitaurinos...

-Los toros están anclados en otra época y en otro tiempo, lo entiendo. Pero el personaje de Paco Rabal es universal, una mezcla de quijotesco y de pícaro.

-¿Qué diría Fernán-Gómez de la política actual?

-De política no sé. Pero seguro que diría: "Hay tantas series y tantas películas que yo me abrumo, no sé qué ver, el mando está lleno de botones". Era anarquista y un personaje irrepetible.

-Es hijo de Elena Santonja. ¿De joven estaba más Con las manos en la masa o con los ojos en las pantallas?

-Mi madre nos enseñó a amar la cocina a mis hermanos y a mí. Antes de hacer el programa ella cocinaba, invitaba a los amigos e intercambiaba recetas mucho antes de que se pusiera la cocina de moda.

-Mucho Arguiñano y mucho MasterChef, pero ella fue pionera televisiva en los fogones...

-Y con todos los respetos, el programa de mi madre es difícil de superar. Había algo especial con los invitados. Fernán-Gómez fue y le dijo: "Elena, no sé cocinar, vamos a abrir unas latas". Y lo hicieron. Luego se sentaban, abrían una botella de vino, fumaban... Almodóvar hizo un pisto manchego.

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