Alberto del Campo Tejedor | Antropólogo

"La mayor locura es creerse cuerdo"

El profesor de Antropología Social de la UPO Alberto del Campo Tejedor.

El profesor de Antropología Social de la UPO Alberto del Campo Tejedor. / Juan Carlos Vázquez

Alberto del Campo Tejedor (Sevilla, 1971) es Licenciado en Derecho, en Filología Alemana y en Antropología Social. Escritor, ensayista y profesor titular de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide, es autor de una veintena de libros y un centenar de artículos sobre religión, literatura oral, fútbol, simbolismo animal, estereotipos nacionales, flamenco o el estigma social. Su obra ha sido reconocida con siete premios nacionales e internacionales. Lo último ha sido indagar sobre las consecuencias sociales de la pandemia.

-¿Es el principio de una nueva era de las relaciones humanas?

-No hay que sobredimensionar la pandemia. Ha habido plagas muchísimo peores, como la peste, y hemos sobrevivido.

-Es que tanto encierro…

-Si la pandemia se prolonga, el impacto será grande. Habrá niños que, limitados sus contactos a un pequeño grupo burbuja, desarrollen timidez, miedo o desafección hacia los desconocidos.

-¿Es el aburrimiento en casa menos sanador de lo esperado?

-No anhelamos experiencias sublimes sino las cosas cotidianas: tomar una cerveza, dar un abrazo... Nos hemos dado cuenta de que la vida rutinaria y trivial no estaba tan mal.

-También habrá quien se alegre de haber dado esquinazo al cuñado y al suegro.

-Todo tiene su lado positivo. Hay el que ha redescubierto el hogar. Vivíamos estresados, de aquí para allá, sin conciencia de lo que hacíamos.

-Es aquello de las harinas y de los pasteles caseros.

-Con el parón obligatorio, hay quienes han ralentizado su vida y, de repente, descubre cocinar en casa tranquilamente. Incluso han vuelto los preliminares en la cama. A falta de cenas y viajes, tenemos tiempo para dedicarnos a la pareja y a uno mismo.

-Temor, propaganda, fraternidad, incertidumbre, euforia, frustración, más incertidumbre, hartura... ¿Es el patrón de toda pandemia?

-La pandemia saca lo mejor y lo peor del ser humano, como todo hecho traumático. Es un foco que, más que nunca, alumbra las miserias más descarnadas. La estupidez, por ejemplo.

-¿A río revuelto ganancia de pescadores?

-Que se lo digan a Amazon o a Netflix. Pero no sólo hay un beneficio económico.

-¿A qué se refiere?

-A río revuelto ganan también los demagogos y populistas, aquellos que sacan provecho de la antiquísima estrategia de buscar un chivo expiatorio. Los murciélagos, los chinos, el gobierno bolivariano...

-Los especialistas de Salud Pública no paran de alertar del problema de la salud mental.

-Pensábamos que nuestra tecnología y conocimiento nos mantenían a salvo y que las pandemias surgían en lugares lejanos e impronunciables. Ahora vemos que somos frágiles y que nos necesitamos; si tú no te proteges, yo me contagio; si tú no trabajas, yo no como. Y además hay sectores más vulnerables que lo están pasando muy mal. Nadie habla de las prostitutas, de los sinhogar, de los que tienen problemas de salud mental, como la depresión o la esquizofrenia.

-¿Hay alguien que esté cuerdo?

-La mayor locura es creerse cuerdo. Todos tenemos una parte de necedad, de locura. Reconocerlo es ya no ser el más tonto de todos.

-Usted que ha estudiado la materia, ¿existe un andaluz modelo? ¿Hay un estereotipo?

-Para bien o para mal, se ha gestado sobre todo con rasgos de Andalucía occidental. Pero, cuando analizamos, nos damos cuenta de que los andaluces somos muy diversos. La guasa gaditana, la gracia sevillana y la mala follá granadina responden a avatares históricos diferentes, aunque todos nos consideremos andaluces.

-Al final estas cosas son un poco liosas. Es como el refranero, que dice una cosa y la contraria.

-"El que la sigue la consigue" y "tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe" son ambos verdad. Hay que perseverar, pero el "fatiga", el "agonía" y el "jartible" no triunfan.

-¿Somos realmente quienes nos dicen que somos quienes nos rodean?

-Estamos entrenados para llevar máscaras en función de las diferentes situaciones. El mundo es un teatro, pero hay buenos y malos actores. Hay quien borda un papel y se siente tan a gusto que no lo cambia nunca. Entonces la máscara y la persona misma se funden.

-También ha dedicado el estudiado al goce asociado a la fiesta tradicional de la Navidad cristiana. La Semana Santa se asocia más al recogimiento, ¿no?

-Bueno, bueno... ¿Qué sería la Semana Santa sin los cubatas y sin las licencias para los escarceos? Toda fiesta tiene algo de goce. Incluso de acoger a ciertas minorías que en otros contextos están perseguidos. Los esclavos negros encontraron estratégico fundar cofradías. Y muchos homosexuales encuentran un contexto donde son valorados y donde pueden mostrar la pluma. La fiesta tiene algo de inclusión, proclama que todos somos iguales y que tenemos que ser tolerantes, abrazar al otro… Mientras dura la fiesta, claro.

-¿Hay religiones más gozosas y carnales que otras?

-Una parte del cristianismo se empeñó desde el principio en fomentar el valle de lágrimas y consideró que la risa era diabólica; Cristo no habría reído nunca. Sin embargo, las religiones no son monolíticas.

-¿Hay de todo?

-En el siglo XVI, san Francisco Solano salía en Navidad con su violín, dando saltos de contento y predicando el goce y la alegría. Siempre ha habido en la Iglesia quien ha comprendido que el goce es imprescindible para romper con la monotonía y el tedio.

-Están los que se quejan de que la pandemia no es propicia para el goce.

-Estamos hartos de mascarillas y de no poder tocarnos. Los fabricantes de preservativos están en quiebra, pero proliferan los juguetes sexuales. No sólo para satisfacción personal, también para poner un poco de creatividad en la pareja, ahora que volvemos a tener tiempo. Parece que se están vendiendo más disfraces eróticos.

-¿Qué me dice?

-El de enfermera es el preferido. La pandemia ha puesto en la palestra a ciertos colectivos. Hay héroes y villanos y la imaginación les asigna también otros roles. Cada cual busca escapar de la preocupación y el hartazgo a su manera.

-Y el goce es una de ellas.

-El miedo anula la libido, pero alienta la necesidad de cosas placenteras. Es posible que, cuando todo esto acabe, queramos experimentar cierto desenfreno para olvidar las penas y resintonizar con la vida.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios