Manuel Díaz, 'El Cordobés' | Torero

"Cuernos hay para dar y regalar"

Manuel Díaz, El Cordobés.

Manuel Díaz, El Cordobés. / Chema Moya / Efe

Nacido en Madrid en 1968, inscrito en Arganda del Rey y residente en la provincia de Sevilla. Manuel Díaz, El Cordobés, vuelve a los ruedos después de que le implantaran dos prótesis en las caderas y tres años de esfuerzos en la rehabilitación. Abierto y muy simpático, está como un niño con manoletinas nuevas por su regreso el próximo sábado en Sanlúcar de Barrameda junto a Enrique Ponce. Cumple, ahí es nada, 27 temporadas vestido de corto y no quiere decepcionar. Avisado de que la entrevista era desenfadada, uno se da cuenta pronto de que la advertencia era innecesaria.

–Vuelve a los ruedos tras tres años retirado y con 52 tacos. Eso es hacerse un Antoñete en toda regla.

–Un Antoñete de los grandes. Han sido tres años de rehabilitación, una intervención muy gorda y la persistencia ha podido contra las adversidades. No deja de ser una hazaña y creo que seré el único que toreará con dos prótesis de cadera.

–¿Dos? ¿Qué va a dejar para viejo?

–Estoy rejuveneciendo. Me está pasando lo de Benjamin Button, voy para atrás que escarbo. Tengo miedo, vaya a ser que pille el sarampión, no estoy vacunado y doble el pico... En serio, estoy muy contento por vestirme de luces, aunque sólo fuera una vez.

–Este problema de las caderas lo apartó en 2018. ¿No está ya para lambadas?

–Mi mujer está más contenta que nunca. No sé qué ha descubierto nuevo, pero ahora tengo un swing que me salgo. No le extrañe que me levante un sábado y ya esté yo bailándome una lambadita o una salsa en el baño. Hay otra serie de habilidades que antes tenía totalmente abandonadas.

–Diga en dos o tres palabras qué define su arte.

–Siempre he enfocado mi vida y mi profesión en la verdad, no tener nunca complejos. Si no eres el mejor, pero sí feliz, has triunfado. No hay que buscar ser mejor que... sino mejor para ti mismo. Persistencia y honradez son mis valores.

–Vigesimoséptima temporada, más de 1.000 toros lidiados y 18 cornadas. ¿Vuelve por pasión, por pasta o por llegar a la veintena de cogidas?

–Tengo la misma hambre que hace 30 años, pero con la nevera más llena. No me mueve el dinero y menos con la que está cayendo. Las cornadas son gajes del oficio. Estoy muy ilusionado, he sacado de los armarios mis trajes, capotes, muletas... He renacido. Es un regalo de la vida que mis hijos y mi familia vean lo feliz que soy.

–¿Su familia no le ha dado fuerte y flojo por la ideíta?

–Mi familia está loca por que salga de casa, quiere que me monte en el coche y no aparezca en dos semanas.

–Comparte cartel en Sanlúcar de Barrameda con Ponce. ¿Alguna opinión de su separación y posterior romance?

–Sólo se vive una vez y el amor va y viene. Recuerdo mis enamoramientos como la felicidad plena. Es muy bonito y uno es libre de sentirlo. Estoy feliz por él porque lo veo bien;Enrique es ante todo un caballero.

–¿Cuántos cuernos hay en el mundo del toro?

–Igual que en el fútbol o la política... Cuernos hay para dar y regalar. Hay que tener claro cuántos tiene cada uno. Es como lo del soldado, la valentía se le presupone. Lo más complicado es ser fiel a ti mismo.

–En tiempos de inteligencia artificial, ¿cuándo veremos a un robot haciendo verónicas y entrando a matar?

–Sería lo suyo. En mi lugar se pone el robot, ¿no? Y sería muy bueno para cuando te va a echar la bronca la parienta. Le dices: "Espérate, arranca el robot, lo dejo ahí, voy al bar y cuando vuelva ya lo tenéis arreglado". Sería genial. Y mandarlo a currar a las ocho de la mañana. Eso debería ser por ley.

"Tengo la misma hambre que hace 30 años pero con la nevera más llena; he renacido"

–Derrocha campechanía, una palabra maldita por atribuirse al Rey emérito...

–Él ha sido muy campechano siempre y muy del pueblo. Ahora está en la diana. Ha sido una persona muy importante para los españoles. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Cualquiera puede tener un fallillo, ¿no?

–Trabajó en un lavadero de coches de crío y se le daba bien. No lo imagino manchado de churretes.

–Yo era el número uno. En el lavadero me ganaba la vida, pero era muy bueno. Creo que he sido mejor lavacoches que torero...

–Muy aficionado a la bici: ¿su estilo es de rodador, esprínter, escalador o ganador de grandes vueltas?

–Soy de pelotón, de ir tapadito sin llamar la atención. Y de los que llegan, que es lo importante. Siempre digo a los que van más rápido que tiren y ya nos veremos allí. La bicicleta es una pasión, pero no soy ni de arriba ni de abajo, del medio.

–Se define como presunto por su eterna lucha para que Manuel Benítez reconociera su paternidad, adjetivo mal visto por ir casi ligado a un delito, ¿no?

–Mientras no se demuestre lo contrario, uno es presunto. Si se demuestra que has delinquido, eres delincuente, ¿no? Pero la cosa está cambiando. No es que yo sea su presunto hijo, ya es él mi presunto padre. La presunción ha cambiado...

–¿Cuánto le gustaría que Manuel Benítez hiciera de Darth Vader y dijera alguna vez: "Yo soy tu padre"?

–Hombre, si es cuestión de cortarse una mano o algo, prefiero que no lo diga. Porque a ése le cortaron el brazo y le dejaron un muñón que no vea. Bueno, cualquier día puede quitarse la máscara. Lo importante es que no sea tarde. Le vendría muy bien decidirse ya como padre porque en la vida lo más bonito que hay es tener hijo. Y entre él y Julio Iglesias... ahí me quedo.

–No tendrá usted un nene escondido en el armario...

–De momento no, no he tenido esa gran suerte...

–Bueno, ya tiene tres.

–Tengo tres y con el hierro puesto. Los tengo herrados.

–Su mujer es venezolana y ha mostrado su compromiso con la democratización del país. ¿Ha sida la pandemia la última aliada de la dictadura de Maduro?

–Mi mujer sufre muchísimo por su país, tiene allí a parte de la familia. Ella apostó por estar conmigo y separarse de su gente y de sus raíces. Y lo pasamos muy mal porque somos unos enamorados de Venezuela. Lo que digo es que cómo es posible que Maduro haya hecho bueno a Chávez. Es la pregunta que me hago. Aquello lo han reventado y es muy triste porque no tenemos ni la libertad de ir a ver a nuestra familia. Y uno sufre porque lo más importante de la vida es tu familia. Pero todo se arreglará, la humanidad es tan fuerte que aguanta todo.

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