Javier Urra | Psicólogo

"No somos un algoritmo"

El psicólogo Javier Urra.

El psicólogo Javier Urra. / M. G.

El psicólogo Javier Urra (Estella, 1957) ha publicado recientemente el libro El ser humano, un ser espiritual (Desclée De Brouwer), en el que pone de relieve la importancia de la espiritualidad. "Hay que dar una respuesta a eso de dónde encajo el día de hoy en el puzle de la vida", explica. Desde que dejó de ser Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid (2001), es patrono de la fundación Pequeño Deseo y ha logrado realizar 6.000 sueños de niños que "a veces están muy enfermos". "Nos apoya gente normal, sana. Si a la gente les da la posibilidad de ser buena, la gente es buena", asegura.

–Su nuevo libro nos habla de espiritualidad en una sociedad cada vez más narcisista. ¿Lo suyo es moral?

–Es necesario dar una razón a la vida.

–Ni que lo diga.

–Otra pregunta que nos deberíamos hacer es si estamos en una sociedad nihilista. Es verdad que estamos en una sociedad narcisista, pero aumenta el número de suicidios. España lleva dos años siendo el país que más ansiolíticos toma en proporción a su población.

–Vaya estadística...

–Hay un cierto desasosiego, mucha ansiedad, muchísima angustia, se nota mucho la violencia contra uno mismo y contra los demás.

–¿Tenemos que dejar de esconder las cifras de suicidios?

–Está bien que abordemos el suicidio. No hay que entrar en el detalle de lo que ha sucedido, pero a veces sí hay que explicar que esa persona tenía una adicción o una enfermedad mental. Es decir, hay que dar una explicación a hechos que parece que acontecen sin una causa. Y no es así. El suicidio se produce porque la persona no puede afrontar suficientemente algo que le genera un gran sufrimiento.

–¿Qué podemos hacer?

–Podemos formar a nuestros niños desde la más corta edad para fortalecer el carácter. Fortalecer el carácter es lo opuesto a ser psicopático, es ser flexible, es saber hacerse preguntas difíciles, es manejarse en la incertidumbre. Es muy distinto a los jóvenes que estamos haciendo, que son como el cristal: duros pero frágiles. Hay que enseñar a los niños que a la vida se le puede pedir lo que la vida puede dar. No más.

–¿Nuestras frustraciones parten de excesivas expectativas?

–Muchas veces, sí. Nos frustramos porque anteponemos el yo, porque pensamos que todo tiene que estar ahí como nosotros creemos, porque el tren siempre llega a su hora... Pero la vida no es así.

–Desde luego que no.

–En la vida, una llamada telefónica te puede quebrar todo el futuro. Somos muy vulnerables y el Covid lo ha demostrado. Ha paralizado el mundo. Por lo tanto, aprendamos y veamos que somos seres morales, con planteamientos. No somos una especie como otros animales. Hay gente que piensa que somos una especie más, pero evolucionada. Yno, no. Tenemos lenguaje, capacidad de nostalgia, capacidad de anticipar el futuro... No somos una especie como otra, ni un algoritmo: toda nuestra inteligencia pasa por la emoción.

–¿Lo normal es perder?

–Sí, en la vida vamos a perder. Eso es seguro. A los 7 años un niño sabe que la muerte existe. Pierdes a tu abuelo o a tu mascota a edad temprana. También en la vida vas a ganar amigos, pareja, tertulias, sorpresas e incluso una quiniela, pero al final vas a perder la vida, la ilusión, la agilidad... Esto el ser humano ya lo sabe, lo anticipa y eso le genera ansiedad y angustia.

–¿Somos conscientes de que el sufrimiento forma parte de la vida?

–A veces intentamos rehuirlo. Ahora hemos puesto muy lejos los sanatorios, parece que hay pastillas para todo... Se puede luchar en paliativos contra el dolor, pero no contra el sufrimiento. Es decir, si un hijo deja de hablarte, ese dolor no lo tiene otra especie, lo tiene la humana. Y es un sufrimiento posiblemente vital.

"Los niños tienen que fortalecer el carácter y enseñarles que a la vida se le puede pedir lo que la vida puede dar. No más"

–¿Tenemos alma?

–La psicología es el estudio del alma, de lo profundo, si nos vamos a la etimología de la palabra. Los psicólogos no debemos quedarnos en lo que se dice, sino en lo que se cree. Esto es complejo. Naturalmente que queremos tener test que midan todo, pero eso no va a explicar exactamente por qué te sientes bien o mal. O por qué lloras muy a gusto recordando un ser querido que perdiste. No hay tecnología ni algoritmo que lo explique, pero usted está llorando y está feliz.

–¿Hay personas religiosas sin alma?

–Hay personas que dicen ser religiosas –no me atrevería a decir de nadie que no tiene alma– pero que se quedan sólo en los dogmas, en los rituales y en lo simbólico. No es poco para la sociedad, que se maneja muy bien desde los símbolos. Luego hay gente que tiene otro criterio: el pecado, la culpabilidad.

–La culpa...

–La religión permite que un Dios, un todo, te perdone de lo que has hecho y sigas viviendo. Siempre ha sido muy terapéutico. Hay otras personas que tienen una religiosidad muy de la Semana Santa, pero no una religiosidad muy profunda. Desde el Paleolítico, el ser humano tiene necesidad de Dios, de un todo, porque también es difícil mirar al universo y pensar que todo es azaroso y no hay nada más.

–¿Por qué tenemos que cultivar en los menores esa espiritualidad?

–¿Por qué los tenemos que vacunar? Porque los adultos tenemos la capacidad de anticipar qué es bueno o malo para los niños y cercenarles la posibilidad de la espiritualidad es quitarles un elemento esencial para entender su vida como relación comprometida con los otros. Y luego desarrollarán en su vida su espiritualidad o no. Esa es una decisión que tienen que tomar.

–Es una decisión vital.

–La vida no es sólo comprar, la vida no es sólo adquirir, la vida no es sólo poder, la vida es mucho más. Y eso requiere también de serenidad, paciencia, contemplación y, como he dicho varias veces, de compromiso con los otros. El conócete a ti mismo de Delfos es maravilloso, pero hay que hacerlo en el compromiso con los demás.

–¿Es más difícil ser hoy niño que hace 30 años?

–No, es más fácil, entre otras cosas porque hay mucha más esperanza de vida. Lo que pasa es que hemos hecho un mundo de mucha sobreprotección. No los preparamos para afrontar la vida. La vida se hecho más compleja y además se ha acortado el tiempo de la infancia y se ha alargado en exceso el tiempo de la adolescencia.

–¿Qué beneficios tiene un rato de silencio?

–Puede aportar serenidad, puede evitar rehuirse de uno mismo, porque hay gente que tiene pánico a estar solo consigo mismo y se pelea con su propia sombra...

–Y vamos muy rápido.

–Y no se sabe muy bien a dónde.

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