Montxo armendariz. Cineasta

"El cine en sala es una experiencia que va más allá del film"

Montxo Armendariz durante la entrevista./BERNARDO SANCHO

Montxo Armendariz durante la entrevista./BERNARDO SANCHO

-Se crió en frente de un manicomio en Pamplona. Eso tiene que marcar.

-Sí, porque no era un psiquiátrico cerrado y estaba justo delante de mi casa. Los enfermos que no estaban en una situación límite podían salir, jugaban con los niños, venían a las casas de los vecinos y se les daba algo de comer. Había una buena relación con ellos. Me ayudó a entender la locura de otra forma y ese psiquiátrico en aquella época era singular porque su director aplicaba la antipsiquiatría, que empezaba a estar en boga en aquellos años. Yo leí desordenadamente a Freud y Jung. Algo ha tenido que influirme, sin duda.

-Sin embargo, ha hecho películas sobre asuntos muy candentes, pero no sobre la locura.

-Pues siempre tuve en mente rodar algo sobre la locura, pero no se me cruzó una historia como Alguien voló sobre el nido del cuco o esa gran historia que era Corredor sin retorno, de Sam Fuller, ¿la recuerda?

-Inolvidable.

-Sí, ese negro diciendo "masca, masca". Una de esas películas de juventud que se te quedan grabada.

-¿Qué más escenas de sus años jóvenes se le quedaron grabadas?

-Era una época en la que iba al cine todos los días y había películas que veía varias veces. De chico me gustaban mucho los musicales y recuerdo que me colaba sin tener la edad, porque tenía menos de 16 años, para ver Siete novias para siete hermanos o West side Story. Me sabía todas las canciones y los bailes. Aunque posiblemente me marcaran como pocas Roma cittá aperta, El hombre tranquilo y, sobre todo, Dersu Uzala, de Akira Kurosawa. Esa fue clave.

-¿Y qué escena le ha conmovido en un rodaje?

-Trabajando te emocionas más en el montaje, al ver que has alcanzado lo que buscabas, que en el rodaje, donde todo está muy planificado. Pero en una ocasión, en Silencio roto, Juan Diego Botto tenía que explicar que su padre había desaparecido a su hermano. Y el papel de su hermana lo hacía precisamente su hermana y el padre de ambos era un desaparecido en la Argentina de los militares. A Juan Diego se le quebró la voz y ella se puso a llorar. A todos se nos puso un nudo en la garganta. Lo estaban viviendo más allá de lo que estaban contando.

-Analizó la juventud de los años de la droga en 27 horas y luego hizo Historias del Kronen. ¿No le interesa diseccionar a los jóvenes milenials?

-Intenté hacer una película de la juventud del 2000 y se quedó en el camino. 27 horas entraba en aquel nihilismo sin perspectiva de futuro, el enganche a la heroína. Historias del Kronen miraba a una juventud adinerada y sin problemas de futuro que era puro egocentrismo y negación de valores. Ahora tenemos una juventud sin nada que perder en la que todo funciona a gran velocidad.

-Le habrán dicho dos mil veces que para cuándo su próxima película, aunque nunca ha sido muy prolífico. No rueda desde 2011.

-La situación no es fácil, cuesta levantar una película. No hago cine como un medio de vida, sino para contar historias que me interesan y no es fácil encontrarlas. También han cambiado los sistemas de producción, que ahora están en manos de la televisión.

-¿Influye también que la gente de su generación encuentra también más problemas para sacar adelante proyectos?

-No estoy dentro del meollo cinematográfico, ése pertenece a los jóvenes y así debe de ser. Son ellos los que tienen que marcar la tendencia hacia donde ir. Pertenezco a una generación de cine clásico donde imperaba el elemento narrativo, ahora parece que ese elemento se encuentra en las series. Hay seriófilos como antes había cinéfilos y en el cine que podemos ver en los festivales apenas se da el desarrollo argumental y se exploran otros aspectos.

-Hubo un momento en que Buñuel dijo que se cansó de ver cine. Según empezaba la película, decía, conocía el final.

-Cuando has visto tanto cine puede dar la sensación de que casi siempre te están contando la misma historia y en muchos casos puede ser así. Pero a mí no me pasa, aunque ya veo muchas menos películas que antes. Quizá ya no tanto, pero hay historias, como In the crosswind, que me siguen impresionando. Lo que tenemos hoy es una saturación de mensajes audiovisuales.

-Y la mayor parte los recibimos en casa. Supongo que eso los hace más fáciles de olvidar.

-El recuerdo de una película estaba asociado a todo lo que le rodeaba, es decir, en qué cine la viste, qué hiciste antes o después, si sucedió algo que pudo haber sido importante... eso no lo tiene el cine en casa. El cine en sala es una experiencia que va más allá del film.

-¿Es una impresión mía o el cine español ha perdido peso internacional?

-El cine español tuvo su momento, también lo tuvo el asiático o el latinoamericano. Tiene que ver también con momentos histórico, de cómo el mundo observa determinada parte del planeta y lo hace a través de su cine.

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