Guillem Martínez | Escritor y periodista

"Lo único que queda del 'procés' en Cataluña es la sentimentalización"

"Lo único que queda del 'procés' en Cataluña es la sentimentalización"

"Lo único que queda del 'procés' en Cataluña es la sentimentalización" / marcos piñero

Guillem Martínez (Barcelona, 1965) es, posiblemente, el periodista que con más tino, y gracia, ha relatado el conflicto que los gobiernos de España y Cataluña mantienen desde el año 2012 dando estopa a uno y otro bando en sus artículos que, en parte, fueron recogidos en el libro 57 días en Piolín. Procesando el procés: el Caso, la Cosa, la Trila. El escritor, que participó hace unas semanas en el Festival Afueras en Cádiz, también ha trabajado para medios como El País e Interviú, y ha sido guionista de programas de televisión como Polònia. Actualmente cubre el juicio al procés para CTXT.

-Le he leído en más de una ocasión que el procés es una sentimentalización de la política y con el lacito amarillo una sentimentalizado aún mayor. Ahora que casi ni lazos quedan, ¿qué queda del procés?

-Pues es que creo que quedan muchos lazos todavía, también metafóricos... Además, el juicio ha servido para resentimentalizar, si cabe, aún más el asunto. De hecho, es lo único que queda del procés en Cataluña, la sentimentalización.

"Hay una acusación particular que aún no ha dado un palo al agua y que no sabemos para que está ya"

-También ha criticado usted la desinformación en los dos frentes durante los sucesos del otoño de 2017, ¿el juicio ha aclarado algo o es parte del mismo puzle?

-Es parte del puzle, lo veremos en la sentencia. Pero, vamos, lo tienen muy mal porque estamos en penal, y en penal es otra lógica, una lógica que sólo se debe a sí misma y que no se debe ni a la verdad, ni a la piedad, ni al análisis. Sino al castigo, como quien dice.

-Entonces, para usted, ¿la madre del cordero está en que ha sido desproporcional ir por lo penal?

-Se está citando mucho en el juicio como realidad, no tanto como prueba, pero sí como realidad, la información de aquellos días, y esa información fue tremendamente sesgada. Es decir, había dos polos informativos, uno que defendía que lo que decía el Govern era verdad y era efectivo, y otro polo que defendía que también defendía la verdad y que lo que estaba ocurriendo era un golpe de Estado. Y ninguno de los dos, a mi juicio, describió verdaderamente la situación, que, para mí, era una partida de póquer. De póquer salvaje, maleducado, si se quiere, pero, en todo caso, no cuadra que por unas prácticas políticas tan bajas, por las dos partes, se acabe en lo penal. Al gran público igual no le llega, pero lo que muestra el juicio al procés son dos escuelas de mentiras diferenciadas, y una enjuiciada y la otra no.

-Total, que el ciudadano debe hacer más equilibrios que un trabajador del Circo del Sol para esquivar la propaganda

-Sí, pero lo más común es que tenga fe en alguno de los dos polos informativos. Y eso es lo que está pasando, que nos movemos por circuitos de fe... Igual es la política del futuro, ¿no? Diversos polos de fe y diversos señores que los manejan...

-Usted ha sido tachado de independentista por un bando y de españolista por el otro, ¿se siente solo?

-No, no, es muy divertido. Lo que pasa que no acabas de entender que sea tan importante la fe en los dos lados, que para unos esto sea un golpe de Estado y para otros un proceso de liberación nacional. Es un poco incomprensible porque las pistas que te daba todo esto, toda la situación que se produjo, no coincidían con lo anunciado ni por uno ni por otro bando.

-Y, en medio de todo esto, varias llamadas a las urnas, ¿se ha instrumentalizado el juicio también de cara a los procesos electorales?

-Puede... Puede ser también un elemento de propaganda. De hecho, hay una acusación particular en el juicio que aún no ha dado un palo al agua, que no sabemos para que está ya, y que está gestionando esta idea de que "España se rompe y yo la estoy salvando". Y sí, yo pienso que se está rompiendo, pero por ausencia de bienestar más que por amenazas a su integridad territorial.

-¿Se refiere a Vox?

-Sí, sí, a Vox. Pero también ha sido un elemento de propaganda para el procesismo, para el centralismo... Lo que te decía, como ciudadanos necesitamos señales de que tenemos razón. Y, aparte, tengo que decir que no hay, o yo no los sé ver, grandes posicionamientos políticos, ni grandes lecturas de lo que está pasando, que es algo muy gordo: una crisis económica, democrática y social en el sur de Europa descomunal y que puede acabar, según y cómo, con dos monedas en Europa, con nosotros fuera de la primera división... Lo que hay detrás de todo este terror es esto, estos hechos que se confirmarán o no.

-Y no se habla de nada de eso...

-¡Qué va! Nosotros estamos en lo que nos gusta, que es un problema nacional sobre la identidad, sobre el todo o nada de España, el todo o nada de Cataluña, el momento histórico de salvación nacional... Lo más fácil, a lo que estamos más acostumbrados. El único tema de debate político parece que es el de la identidad nacional, tanto en Cataluña como en el resto de España.

-Es que somos unos seres puramente emocionales...

-El siglo XXI viene muy sentimental y muy obsesionado con la identidad que ya no se basa sólo en la nación, el género y la identidad sexual, tres cosas que, ya solas, dan para mucho. Ahora entran más factores: identidad en cuanto a lo que comes, lo que vistes, tu espiritualidad... En Estados Unidos está pasando, nos disgregamos cada vez más en pequeñísimas comunidades por sensibilidades.

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