Sami Naïr. Politólogo

"El odio es una mercancía política para los xenófobos"

"El odio es una mercancía política para los xenófobos"

"El odio es una mercancía política para los xenófobos" / josé ángel garcía

-¿Qué problema tiene Europa con la gestión de las migraciones?

-La UE está en una encrucijada. Sus tratados no pueden contener los flujos migratorios. En el este, no quieren inmigrantes porque están en pleno desarrollo económico y exportan inmigración. No quieren acoger ni a un refugiado, lo que ha provocado un grave problema de solidaridad interna. El resto está en situación de renacionalización. Es una tragedia, porque la demanda migratoria requiere una respuesta global.

-¿Cómo responden a eso los ciudadanos? ¿También existe ese rechazo?

-Es una situación contradictoria. Hay una tendencia a la solidaridad real a nivel individual. Pero, en un contexto de reducción de los derechos sociales, la gente teme la competencia de los inmigrantes. Para que esa idea se difunda basta con que haya una política poco clara de los gobiernos, lo que incentiva el odio. O movimientos políticos que aprovechan la inmigración para desarrollarse electoralmente.

-¿Por ejemplo?

-Es lo que pasó con la extrema derecha en Alemania. Alternativa para Alemania se creo en 2012 en contra de los países del sur, España, Italia, Portugal y Grecia, los llamados PIGS. No hablaban de los inmigrantes, pero cuando la primera ola llegó en 2015 a Alemania cambiaron el discurso inmediatamente y utilizaron la amenaza de los inmigrantes. El odio es una mercancía política utilizada por los movimientos xenófobos para conseguir peso político.

-¿Cuál debería ser la respuesta adecuada?

-La política de inmigración debe asentarse sobre tres pilares. El primero, una buena gestión de las fronteras respetando a los derechos humanos y no encerrando a gente. El segundo, una buena política de integración, es decir, otorgar derechos al mismo tiempo que se transmiten los deberes. Crear una nueva ciudadanía. Los inmigrantes que vienen serán los españoles del mañana. El tercer pilar es la ayuda a los países de origen.

-¿Qué países europeos ponen estas ideas en marcha?

-Probablemente Suecia y, en parte, Francia.

-¿Tiene poder de influencia en esta coyuntura una socialdemocracia europea cada vez más débil?

-En Alemania, el SPD tiene buenas políticas. Intenta defender a los inmigrantes frente a la extrema derecha y apoya a Merkel en sus decisiones al respecto. En Francia, los socialistas han desaparecido, pero no se portaron mal.

-¿Cómo explica la caída de los partidos socialdemócratas, con excepciones llamativas como Portugal?

-Creo que hay una crisis global de la política. La gente no cree en la derecha y duda de la socialdemocracia porque cada vez que llega al poder no aplica su programa por las coacciones del sistema económico internacional. Su principal error ha sido pactar con las fuerzas neoliberales para defender un modelo económico que desembocó en un estallido económico y social.

-Eso tiene difícil solución.

-Ahora tiene que preguntarse qué quiere hacer para el futuro y no puede seguir repitiendo "nosotros somos los mejores". Tiene que tener un proyecto de integración para la mayoría. Es el momento que se replanteen todas sus referencias.

-¿Es optimista?

-No. Creo que siguen pensando con esquemas intelectuales viejos. No han entendido la globalización liberal. No saben cómo controlar la circulación de los capitales. No podemos cambiar el capitalismo, pero sí introducir reglas para evitar las destrucciones de empleo. Tampoco tienen respuesta sobre medio ambiente, ni sobre desplazamientos de poblaciones.

-¿La crisis de la socialdemocracia pone en riesgo el proyecto europeo?

-O somos capaces de elaborar una política neokeynesiana con grandes proyectos públicos comunes o Europa se diluirá. Es la cuestión histórica de la UE. Pero no es sólo un problema de la socialdemocracia, es el de Europa. ¿Queremos seguir como europeos o como pequeños estados-nación?

-¿Y de quién depende?

-El asunto está ahora en el debate entre Francia y Alemania. Macron ha hecho varias propuestas muy positivas, como la creación de un ministro europeo de finanzas, un fondo monetario europeo y un mecanismo de ayuda en caso de crisis. Tiene el apoyo de 21 países de la UE, pero tiene un poder muy débil porque el pueblo francés no lo apoya mayoritariamente. Y Merkel no tiene la mayoría y los liberales alemanes no quieren esta política. Estamos en un debate muy duro.

-¿El arco mediterráneo tiene algo que decir?

-Si Alemania y Francia no se ponen de acuerdo, Europa no puede seguir. Sobre todo, tras la salida del Reino Unido. La gente, al contrario de lo que pasa en España, considera que Europa es el principal responsable de la destrucción de sus acerbos sociales.

-Eso dificulta la posibilidad de que Europa sea un contrapeso para los EEUU de Donald Trump.

-Europa está atrapada entre Rusia, China y EEUU y no creo que sea capaz de ejercer de contrapeso porque no hay una política exterior común. Hay muchos desacuerdos porque Europa no es una nación, es un conjunto de naciones.

-¿Veía posible que Trump cumpliera su promesa de reconocer a Jerusalén como capital de Israel?

-Es una decisión muy negativa, peligrosa. Trump crea un nuevo frente contra mil millones de musulmanes. Incentivará la lucha en términos religiosos entre los países musulmanes e Israel. Los musulmanes no pueden renunciar a Jerusalén. Es como si los europeos renunciaran al Vaticano.

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