Gaëlle Josse | Escritora

“Los partidos populistas no son verdaderas alternativas de poder”

Gaëlle Josse.

Gaëlle Josse. / M. G.

La autora francesa Gaëlle Josse (1960) inició su romance con la escritura como poeta, aunque ya lleva publicadas cuatro novelas, entre ellas El último guardián de la isla de Ellis, que publica en España la editorial Ático de los libros y que recibió el Premio de Literatura de la Unión Europea. En ella, narra el sufrimiento de “los más de 12 millones de inmigrantes que huían de la pobreza” a su llegada a la que fue puerta de entrada a EEUU hasta 1954: “Se encontraban ante una puerta baja y estrecha, llena de controles, en la que se escudriñaban fríamente cuerpo, alma, opiniones, proyectos y documentación”.

–La isla de Ellis fue el gran símbolo de la immigracion en EEUU en la primera mitad del siglo XX. ¿Ha cogido el testigo el muro que contruye Trump?

–Sí, son dos símbolos muy fuertes. La isla de Ellis fue una verdadera puerta de entrada para más de 12 millones de inmigrantes que huían de la pobreza o de la persecución. Ya sea en la actual América o nuestra vieja Europa, a los migrantes se les considera como indeseables en países que luchan contra el paro, y la recesión social y económica. Ha cambiado nuestro marco de referencia, pero la pobreza, la guerra y la persecución siguen teniendo una trágica eternidad.

–¿Qué respuesta puede dar Occidente a esas caravanas de dreamers?

–Las verdaderas respuestas llegarán de la mano de la educación y la democracia, y ese camino es muy largo; hoy quizá incluso sea utópico, pero mientras permanezcamos en esa relación binaria en la que se enfrentan privilegiados y condenados, no sé qué podremos construir.

–¿Los inmigrantes son los parias de nuestra época?

–Simbólicamente, claro que sí. Al menos los parias visibles, los que no tienen hogar ni casa, y están condenados a errar por los mares del mundo, a arriesgar su vida frente a todos los peligros, travesías dantescas, violencias, chantajes, exigencias, a perder los suyos mientras buscan donde vivir. Estas hileras de hombres, mujeres y niños agotados, cargados con sacos de plástico, que apenas poseen una manta, son una visión infernal. En París, un día vi a una mujer lavarse los dientes con agua de un desagüe. ¿Es eso aceptable? No se trata de tener piedad. Es nuestra propia dignidad, nuestra humanidad, la que está interpelada.

"Las ideologías colectivas han pasado y ahora vivimos en la era del ego, del yo triunfante”

–¿Estamos en tiempos de regresión?

–La humanidad no parece que progrese, precisamente. En todas partes, el hombre aplasta al hombre. ¿Para qué utilizamos nuestra inteligencia y nuestro discernimiento? Sinceramente, no es muy esperanzador. ¿Seremos capaces de darle la vuelta a la situación?

–Salvini, Bolsonaro, Orban, Trump... Vaya panorama.

–Vemos cómo emergen estas figuras de odio y de rechazo, se oyen siempre los que gritan más fuerte, los que optan por construir muros en lugar de puentes. Estos partidos de índole populista no son verdaderas alternativas del ejercicio del poder. Son la respuesta a la que se aferra la gente inquieta por su cultura, su identidad, su trabajo, el futuro de sus hijos, que están devorados por el temor a que les arrebaten lo poco que tienen. Somos la primera generación de la posguerra que piensa que el futuro de sus hijos será más difícil que el nuestro.

–¿A los europeos se les ha olvidado lo que supone vivir en el exilio?

–Me temo que sí. Ahora vivimos con una comodidad que nos parece un derecho adquirido. Nuestra capacidad de empatía colectiva es muy escasa, cada uno se espabila solo: las ideologías colectivas y generosas ya han pasado y ahora vivimos en la era del ego, del yo triunfante, del alfa y omega del mundo, y de la satisfacción de nuestros deseos.

–¿Puede haber mayor vergüenza que los campos de refugiados en Europa?

–Lamentablemente, lo peor no tiene límites, pero la existencia de un espacio en el que se priva de libertad a seres que no han cometido ningún crimen, que sólo querían una vida mejor, es una idea difícil de soportar.

–Andalucía es una tierra especialmente afectada por la inmigración y por primera vez en su Parlamento se va a sentar un partido como Vox, que propone la expulsión de 52.000 inmigrantes. ¿Ha fracasado la política?

–El auge de la extrema derecha no es un caso aislado en Europa.

–¿Por qué tienen éxito las políticas que avivan el miedo al extranjero?

–Porque ofrecen discursos y soluciones simples en un mundo más y más complejo, más y más indescifrable, donde muchos se sienten perdidos o ya sencillamente no forman parte de la carrera. Se apostan como un muro de la identidad frente a las invasiones y, aunque sea una mentira ilusa, son palabras que les reconfortan. ¿Quién tiene la culpa? Nuestros fracasos políticos, económicos, los miedos, los temores que no se han sabido entender. Es un gran fracaso para todos.

–¿Abrir las puertas es la solución?

–Hay que ser realistas: provocar entradas masivas y descontroladas sería una tragedia, que obtendría el resultado inverso al deseado, y se correría el riesgo de crear aún más violencia. Significaría la reactivación de todos los miedos, y haría que la gente perdiera la poca confianza que aún tiene en las instituciones. Abogo por tener más humanidad, de ambos lados, y también por que los que vengan tengan mayor voluntad de integración.

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