fernando aramburu. novelista

"El perdón es individual, no puede ir en los programas electorales"

-¿Hay que irse a Alemania, donde vive desde 1985, para escribir una novela como Patria?

-No creo que haya que irse a ningún sitio, basta con tener empatía con los que han sufrido el zarpazo del terrorismo.

-Uno de los primeros en novelar la violencia etarra fue Raúl Guerra Garrido.

-Fue pionero, para mí un modelo. Primero, con Lectura insólita de El Capital, con la que ganó el premio Nadal; después con La carta, un texto muy relevante.

-¿Cómo se llevan en ese tema ficción y realidad?

-En mi novela no hay ficción ni imaginación pura. Los personajes y las situaciones son inventados, pero lo que cuento posiblemente ha ocurrido. Todos los episodios que aparecen tienen un tamiz de verosimilitud. Cuando terminé de escribirla, se la pasé a un historiador especializado en la historia del País Vasco en el siglo XX y a un especialista en la trayectoria de ETA. Me hicieron sugerencias puntuales y me dieron su conformidad. Fue entonces cuando la mandé a la editorial.

-¿Habrá quien en las elecciones vascas de hoy cambie su voto después de leerla?

-Ni remotamente. No cuento teorías, ni es una novela de ideas, principios y convicciones. Lo que sí hago es entrar en la cocina, en el dormitorio de esos hogares. No hay prólogo ni notas explicativas. No se opina quién es bueno y quién es malo, no trato de impartir doctrinas morales ni políticas, sólo pretendo tocar el corazoncito del posible lector.

-Guerra Garrido dejó de escribir sobre Euskadi cuando le quemaron la farmacia a su mujer. ¿Ha sentido esa amenaza?

-Todos la hemos sentido. Todos hemos tenido miedo, somos humanos. Le quemaron la farmacia y antes la pintarrajearon. Ocurría con frecuencia, y solía terminar en un crimen. Esa amenaza la han sufrido escritores, periodistas, profesores. Muchos se tuvieron que ir, no podían salir a la calle sin escolta. A un periodista, López de la Calle, lo asesinaron por expresar sus opiniones en el periódico.

-¿Por qué Patria?

-La patria vasca es el objeto de la idealización, de sacralización de un espacio.

-¿La indiferencia era cobardía?

-Yo prefiero hablar de silencios, que pueden ser muy distintos. El del adepto o cómplice y también el silencio que está fundado en el miedo. Quien calla otorga, pero también quien calla sobrevive. Conocí el caso de una viuda con tres hijos pequeños que procuró que crecieran sin esa marca tan terrible.

-¿El éxito de Ocho apellidos vascos se puede entender como catarsis después de tanto drama?

-Ha habido lecturas diferentes. Hay quien dice que todavía es pronto para el ejercicio del humor porque las heridas de las víctimas siguen abiertas; también puede servir para desactivar por la vía de la parodia al agresor. Es bueno que se cuenten historias, que se hagan películas, pero no todo vale, hay versiones falaces o distorsionadas.

-¿Vio La pelota vasca, película de Julio Medem?

-Me pareció muy interesante, pero no había entonces el sosiego necesario. Algunos que la criticaron ahora la verían de manera distinta. El problema es que ponía a la misma altura a los que justificaban la violencia con quienes la sufrieron y que tenía unos intervalos un tanto idílicos.

-¿La situación cambió?

-Ése es el punto de partida de la novela, el anuncio del final de la violencia el 20 de octubre de 2011. Mientras escribía la novela no se produjo ningún atentado.

-¿Qué habría ocurrido?

-La novela sería otra, no sería Patria. Pero ahora ha permitido que el conflicto se cierre, esté quieto y se pueda interpretar narrativa e históricamente.

-¿Qué le movió a hacerla?

-El punto de partida es el deseo de una mujer de saber, de entender, de recibir el perdón.

-¿Y lo recibe?

-El perdón sólo es posible de forma individual, no puede estar en los programas electorales. Debe ser algo íntimo entre el agresor y el agredido, las dos miradas frente a frente sin periodistas ni fotógrafos ni cámaras de televisión. Además del perdón, el otro hilo conductor es la convivencia con el que no piensa como tú, con el que tiene una piel diferente.

-Vivió en Alemania la caída del Muro de Berlín en 1989. ¿El anuncio del fin de la violencia etarra fue la caída del muro vasco?

-No estoy seguro. Viví la caída del Muro de Berlín en Alemania y vi a alemanes de un lado abrazándose con alemanes del otro lado. Eso no ha ocurrido todavía en el País Vasco.

-Baroja, Unamuno. ¿Extraña que media generación del 98 fuera vasca?

-Y la otra media de la periferia. Azorín levantino y Valle-Inclán gallego. No creo que sea casual. Eran personas preocupadas con el destino de España, que había perdido las colonias. Si lees los documentos de esa época, a la población eso le daba igual.

-Se considera de la Real Sociedad. ¿Los futbolistas podrían haber hecho más por visibilizar el problema vasco?

-Los futbolistas van, vienen, tienen una vida profesional muy corta. Y quien dice futbolistas, dice cocineros o actores.

-¿Salen ganando con Otegi fuera de los carteles?

-Me parece una figura sin importancia hoy día. Es un hombre del pasado.

-El protagonista de Berlin Alexanderplatz, la novela de Alfred Döblin, intentar ser bueno en una sociedad que no le deja. ¿Pasó en el País Vasco?

-Los enfrentamientos aquí se enquistaron en las familias. Hubo padres que dejaron de hablarle a los hijos, hermanos que no se trataban entre sí.

-¿Por qué se fue a Alemania?

-Porque estando en Zaragoza, donde estudié Filología Hispánica, conocí a una alemana bellísima. Me fui sin trabajo, sin permiso de residencia, pero enamorado, y sin saber ni jota de alemán.

-¿El amor puede con todo?

-En mi caso sí. No soy enamoradizo ni faldero, pero cuando hay un proyecto de vida lo llevo hasta el final.

-Escribía artículos sobre fútbol alemán. ¿Es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania?

-Eso no es más que una frasecita de Gary Lineker.

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