manuel campo vidal

Sánchez es 'pata' en la mesa Merkel-Macron

La alianza con Francia y Alemania nos da relevancia internacional, pero tiene costes

Todo cambia en política sorprendentemente y voltea el cuadro escénico. Estaba la mesa del poder comunitario europeo asentada sólidamente en cuatro patas -Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, sin necesidad de que España sostuviera nada- y de pronto pierde la pata británica, porque se va, y se rompe la italiana por la victoria populista. La mesa corre riesgo de caída y entonces aparece Pedro Sánchez y es invitado a sostener el invento con todos los honores: Macron lo visita en Moncloa y Angela Merkel pasa un fin de semana con él en Doñana. Lo que es la vida. "Sánchez no podía creerse algo así", dicen sus críticos. Quizás, pero España tampoco.

La teoría de la pata de la mesa europea es una gráfica aportación de un hombre clave en los análisis de Moncloa que acompañó a Pedro Sánchez en su calvario de secretario general destronado, junto a Ábalos, Lastra, Roldán y la inestimable colaboración digital del alcalde de Jun, José Antonio Rodríguez Salas. El 31 de julio pasado intervino como invitado especial en la convención de Twitter en San Francisco ante 5.000 personas, alto honor que un español no había alcanzado antes. El político inventor de la pata de mesa prefiere no ser identificado porque le gusta ser de la fontanería de atrás. "Un marinerito de azul de esos que hacen posible que los de blanco se saluden en la cubierta", como él se define.

Esta imagen de relevancia internacional de Sánchez es muy dolorosa para la oposición. Sólo Felipe González la logró. Al fin y al cabo, Emmanuel Macron era y es el modelo de Albert Rivera; y Angela Merkel es del partido europeo de Pablo Casado. Anda éste en sus primeros días de líder opositor disparando ráfagas de metralleta -acaso para que no se hable sólo de su dichoso máster- en vez de usar fusil con mira telescópica. Acercan dos presos etarras desde Asturias y monta un número mediático atribuyéndoselo "al pago de Sánchez por su investidura". Debería preocuparle que Consuelo Ordóñez, hermana del edil asesinado y presidenta de una asociación de víctimas, recuerde que eso es legal.

Esa alianza Alemania-Francia-España, insólita en la historia europea, da a nuestro país relevancia internacional. Pero con costes, claro, asumiendo un riesgo muy alto porque la crisis de los inmigrantes desembarcando en las costas españolas puede producir estragos electorales. Esta semana pasada, Andalucía, que tiene elecciones en menos de ochenta días, ya protestó, y con razón, de que soporta especialmente el peso de los menores inmigrantes mientras otras comunidades se ponen de perfil. Junto a eso, la tendencia más derechista de la política española juega a corto esperando que la presión migratoria se haga insoportable para el Gobierno de Sánchez. La tentación populista está servida.

Si en la Cumbre europea del 20 de septiembre convocada por el canciller austriaco Sebastián Kurz en Salzburgo se obtiene algún oxígeno, si Alemania accede a ayudar más a Marruecos para que contenga la avalancha africana y si el verano acaba y hay menos travesías, Sánchez podrá respirar. Sin duda hay gente con mala pata. Pero de él, convertido en pata de mesa del poder europeo, no podría decirse eso. Hasta ahora.

El otro frente es Cataluña. Atentos a la visita del Rey para homenajear a las víctimas de Barcelona y Cambrils. Puigdemont, Torra y la CUP quieren boicotearla, pero los dos brazos de la sociedad civil independentista Òmnium y ANC se desmarcan. Algo pasa.

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