Lucha contra el coronavirus

El mal ejemplo de los políticos ante la crisis

  • Iglesias sufre el virus del protagonismo, aunque son mucho más nocivas las infecciones mentales que se registran en el independentismo catalán y en sus antípodas

Salvador Illa y Pablo Iglesias en una comparecencia en Moncloa este pasado jueves.

Salvador Illa y Pablo Iglesias en una comparecencia en Moncloa este pasado jueves. / EFE

El coronavirus está dejando a millones de personas enclaustradas en todo el planeta. China no lo vio venir, Italia no lo vio venir y España se subió al carro de los miopes con un indisimulado entusiasmo que está dejando a buena parte de nuestra clase política en evidencia, desde los partidos que forman el Gobierno y que permitieron y hasta alentaron con funesta desenvoltura que el 8 de marzo se echaran miles de personas juntas y revueltas a las calles (no sea que le acusaran de poner sordina a la reivindicación de la igualdad intersexual como aditamento indispensable de la libertad); hasta los que ese mismo día contraprogramaron un acto multitudinario en el coso de Vista Alegre (saltándose a la torera los síntomas que ya presentaba Ortega Smith, que para colmo había estado recientemente en Milán) y que ahora se desgañitan tachando de irresponsable al Gobierno con insultante desenfado; pasando por los iluminados del noreste de España, que no le hacen ascos a una emergencia sanitaria, social, económica para utilizarla en su cruzada contra el Estado español como si su responsabilidad institucional se la hubiera tragado definitivamente la tierra.

El vicepresidente segundo del Gobierno es uno de los personajes políticos que más se está cubriendo de gloria, aseveración que nace desde el más puro desencanto, que no forma uno parte de la legión que arremete sistemáticamente contra Pablo Iglesias haga lo que haga y diga lo que diga. Pero su ya conocido (y reconocido por el propio líder de Unidas Podemos) egocentrismo está llegando al paroxismo en estos críticos momentos.

El afán de protagonismo de Iglesias no tiene techo y el presidente del Gobierno intenta atarlo en corto cuanto puede. Pedro Sánchez le ha cerrado el paso al comité de crisis de Moncloa (que componen los ministros de Sanidad, Interior, Defensa y Transportes por obvias razones), pero no parece de recibo que el dirigente morado se salte la cuarentena debida a voluntad (su esposa, la ministra Irene Montero, es una de las 25.000 personas infectadas  a día de hoy en España; la marcha que lideró el 8-M igual tiene mucho que ver...) compartiendo el foco mediático con el titular de Sanidad, Salvadr Illa. Dio negativo en un ulterior test de coronavirus pero los médicos le recomendaron que se quedara en casa guardando la cuarentena, pero el vicepresidente ni ha hecho caso ni ha dado ejemplo... "No tengo coronavirus. Por delante me quedan 14 días de cuarentena cuidando a mi familia y trabajando por medios telemáticos", expuso el 12 de marzo, aunque una semana después se le olvidó.

Elementos extemporáneos

Tampoco casa con la responsabilidad institucional la promoción de su partido en las redes sociales de un boicot explícito a la Monarquía en forma de esa cacerolada que retumbó por toda España el miércoles pasado durante el discurso de Felipe VI a la nación, con las medidas que el Monarca ha tomado contra su padre a raíz del caso Corina en la mente de todos. Pero este asunto, grave y de calado y con mucho recorrido por delante (el Rey ha tardado un año a reaccionar y lo ha hecho en el peor momento), es otra historia que resulta extemporánea en estos momentos, y tiempo habrá para el debate sobre la dicotomía Monarquía-República, más enconado por cierto de lo que muchos lo presentan...

Lo peor en estos días de zozobra nacional es que un partido en el Gobierno se resiste a aceptar que no se puede comer y sorber la sopa a la vez, ejercer el poder público y la oposición callejera al alimón. Iglesias compareció  este jueves en Moncloa para reivindicar las medidas que venían exponiendo o exigiendo desde Unidas Podemos, las que afectan singularmente a los ministros morados (sociales y laborales, principalmente), en una intervención en la que puso blanco y en botella que él no se quedará atrás en la lucha contra el virus y lució la medalla de coordinador de la gestión de los servicios sociales con comunidades y ayuntamientos.

Casos similares han protagonizado la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra (un colaborador suyo dio positivo y ella se quedó en cuarentena en un piso, aunque pocos días después asistió al pleno del Congreso en el que Sánchez decretó el estado de alarma); o el portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, que reclamó "autocuarentena y teletrabajo" a los diputados de su grupo para atender a las recomendaciones de las autoridades sanitarias ante el avance del coronavirus, aunque los únicos escaños vacíos en ese Pleno en la Cámara Baja fueron los de los representantes de Ciudadanos, JxCat, la CUP y EH Bildu.

El propio presidente del Gobierno tampoco se ha puesto en cuarentena pese al contagio de su esposa y protagoniza reuniones físicas, como este sábado pasado con el Comité Científico del COVID-19 y con el de coordinación de los ministros Salvador Illa, Margarita Robles (Defensa), Fernando Grande-Marlaska (Interior) y José Luis Ábalos (Transportes. Una reunión a la que asistió también Felipe VI.

Este domingo, el Gobieno ha prorrogado otras dos semanas el estado de alarma, pero lo que aquí, en España, no dejan de causarla son los políticos mentalmente  infectados por virus ue no siendo letales causan estragos con sus mensajes.

Ni contigo ni sin ti

Desde el PP se afronta la crisis del coronavirus entre dos aguas: la del intento de ejercer la oposición al Gobierno progresista con la pelea entrelazada con Vox y Ciudadanos por la aquiescencia del electorado conservador y la de la lealtad de Pablo Casado, que intenta presentare como hombre de Estado.

Después de acusar la semana pasada de "graves negligencias" y descoordinación" al Ejecutivo, el líder del PP mostró un apoyo sin ambages a raíz de la declaración del estado de alarma. "Señor Sánchez, le digo que no está solo en la batalla contra esta pandemia. Para combatirla puede contar con el apoyo del jefe de la oposición y del Grupo Popular", dijo en el tenebroso pleno de un semidesierto en el Congreso este miércoles.

Lo que no es óbice para que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, o el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Montesinos, no le den tregua al Gobierno, acusándole ella de "bloquear" la llegada de material sanitario a la región. Planteamiento que secundó el hombre del núcleo duro de Casado, pese a que poco antes el ministro de Sanidad había declarado que el Ejecutivo había distribuido en los últimos días un millón y medio de mascarillas a centros sanitarios, con "coherencia y equidad" entre comunidades.

 El virus nacionalista

Estos penosos días se están retratando numerosos dirigentes del independentismo catalán, empezando por el president Quim Torra, al que el Gobierno reclama "un mínimo de lealtad" tras quejarse desde los micrófonos y decibelios que la ha prestado la BBC de que Moncloa ha dejado sin herramientas a la Generalitat para combatir la pandemia.

O el sonrojante tuit para todo bien nacido de la ex consellera a la fuga Clara Ponsati, y celebrado por el ex jefe del Govern Carles Puigdemont, revistiendo de burla macabra el dicho castizo De Madrid al cielo, mofándose del triste liderazgo del Milán español  en el ránking de muertos por el virus a nivel nacional.

Y mejor no calificar tampoco a Joan Coma, concejal de la CUP en el Ayuntamiento de Vic, que ha dejado constancia de su catadura al animar en su cuenta de Twitter a "abrazar fuerte y toser en la cara" a los militares que llegan a Cataluña para combatir la pandemia.

Son mensajes envenenados de odio, como los hay también de fanatismo. El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, uno de los casi 28.000 contagiados en España, ha compartido en las redes un vídeo de escenas caseras y haciendo ejercicio evidenciando su enfermiza visión de la vida y la convivencia. "Los anticuerpos españoles luchan contra los malditos virus chinos". Su estulticia no tiene mucho que envidiar a la del presidente de EEUU, Donald Trump, que también sostiene que el COVID-19 es "un virus extranjero".

"Dar un rango de normalidad a esta clase de afirmaciones es aceptar la infección mental más destructiva que ha conocido la especie humana". No hay que dejar de tener muy presente la advertencia de Antonio Muñoz Molina. Son ideas que también deben estar tan confinadas como lo estamos todos ahora. Contaminan a cuantos tocan. 

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