La Rotonda

rogelio rodríguez

Luz y taquígrafos: Sánchez, forzado a debatir

Lamento contrariar a un veterano y buen amigo socialista, ex alcalde de mi tierra y candidato al Senado, pero la gestión de su líder, Pedro Sánchez, y la actitud del PSOE que lo sustenta no concuerdan con el amplio crédito que le atribuyen las encuestas. Tampoco los demás partidos que concurren a la trascendente cita del 28-A acumulan méritos para obtener la victoria, pero el socialismo que representa Sánchez y su coro de oportunistas aduladores apenas supera el más elemental examen sobre los fundamentos que rigen y amparan nuestro Estado de Derecho y las reglas del juego democrático transparente y constructivo.

Y no sólo por su lamentable periodo de prestado en el Ejecutivo -del que he procurado dejar constancia en esta columna carente de adscripción política-, sino por la insolencia con la que Sánchez pretende obtener el apoyo de una mayoría de votantes, muchos de ellos atenazados por la prédica de terror que emiten los voceros de La Moncloa y sus socios en la moción de censura ante la posibilidad de que el centro derecha pudiera formar Gobierno. Sánchez pide castigar al PP y a Ciudadanos por "no combatir" a Vox y, sin embargo, se congratula de su encumbramiento a hombros de los que reniegan de la Constitución, vulneran la ley y ejercen a diario la represión violenta contra los que no piensan como ellos. El que calla, otorga, y Sánchez aún no ha condenado de forma tácita los delictivos escraches que sufren los dirigentes del PP, de C's y de Vox en Cataluña, en el País Vasco y en Navarra.

Es cierto que el PP está encadenado a las graves culpas que lo llevaron ante los tribunales y a la oposición y que se ha escorado con extrema insensatez hacia los suburbios ideológicos de la derechona, donde el advenedizo Vox sienta sus principales reales. Y es verdad que Ciudadanos se descentra en cuanto atisba las urnas y su jefe de filas es proclive a dispararse en el pie. Pero con ser alternativas que, por ahora, no concitan un optimismo racional, de la opción que representa Sánchez solo cabe obtener peores presunciones, sobre todo si su continuidad depende de grupos como Unidas Podemos, reducida a un liderazgo egocéntrico y despótico, y de las formaciones independentistas empecinadas en derrocar el régimen de 1978.

La imagen que emite la actual dirección del PSOE no es, en general, la de un partido histórico comprometido con la Constitución que durante tantos años defendió sin ambages, sino la de una formación que actúa al pairo de un dirigente de opaco discurso cuyo gran objetivo visible es el poder. Por eso no concede a Casado, como jefe de la oposición, el debate que sí le concedió a él Rajoy. Y si, tras no pocas artimañas, ha aceptado a última hora comparecer dos veces junto a sus principales adversarios es porque sus más avezados asesores le han mostrado el precipicio al que conducía su renuncia. Lunes y martes. En RTVE y Atresmedia. Luz y taquígrafos.

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