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En permanente ebullición

  • Con la portería contraria como único destino, al amparo de su frescura física, la disciplina táctica de Hiddink otorga orden y confianza para un cóctel demoledor

Para situar a la selección de Rusia en el panorama futbolístico actual es obligada la referencia a su actual seleccionador, Guus Hiddink, en su madurez un trotamundos que desde hace dos años se esfuerza en desterrar la atávica displicencia rusa en pos de una doctrina que permita a sus futbolistas, amén de jugar, competir.

Tras su labor evangelista en Corea y Australia, trufada con su segunda etapa en el PSV, en la que ganó dos ligas, encontró a sus zares particulares en Roman Abramovich y Alexei Miller (Gazprom, sustento del Zenit), quienes con su mecenazgo soportan el proyecto. Hiddink exigió absoluta libertad para erradicar las obsoletas estructuras ex soviéticas, el funcionamiento militar y arcaico del sistema e incluso las costumbres de los profesionales.

Así, escogió a un grupo homogéneo, preferentemente de futbolistas jóvenes y de Rusia (sólo Saenko juega fuera del país, en el Nuremberg) ante los que ejercer su magisterio en concentraciones tan espirituales como deportivas. A través del orden, el técnico holandés ha conseguido imbuir en su grupo la confianza necesaria para que la libertad, con el balón en los pies, fluya con normalidad y no con el libre albedrío de antaño.

sin balón

Empero, la táctica necesita de algo más que algún entrenamiento. Es una cultura que requiere la huella del tiempo y, principalmente, en la estrategia las deficiencias son apreciables, aunque sólo Van Nistelrooy logró llevarlas al marcador, ya que los otros cuatro goles encajados, ante España, fueron en movimiento.

Los centrales, salvo el siempre mal colocado Shirokov, son lentos. Kolodin, que será baja por sanción, es torpe y se coloca mal; Ignasevich se despista y vende su espalda. En las bandas, Anyukov es más de ida y vuelta que Zhirkov, más próximo a un extremo o a un lateral largo.

Es la razón de que Hiddink, tras abandonar la zaga de tres centrales, reclutase al veterano Semak, una especie de líbero por delante.

con balón

Su ataque empieza en su actitud defensiva. Rusia es una suerte de continuos contraataques enmascarados, de ahí que ni lo parezcan. Atosiga al rival con una presión asfixiante muy arriba, para recuperar el balón con celeridad. El propio Semak y Ziryanov aseguran toque y pases cortos y muy rápidos. Arshavin es el destinatario perfecto. El genio del Zenit es todo imaginación: cambios de juego, regates, conducciones, pases de gol, goles... Todo cabe en su privilegiado cerebro y se mueve por todo el campo, siempre por delante del balón. Ese apetito feroz por la portería contraria mantiene a los futbolistas rusos en continua ebullición. No hay respiro y su frescura física, con una liga que comenzó a mediados de marzo, se lo permite.

Da igual que se alineen dos delanteros o que lo haga sólo el dinámico Pavlyuchenko. El resultado es el mismo: decisión y valentía.

lo mejor

Arshavin y el espléndido momento físico del equipo.

lo peor

La defensa no acaba de asimilar el cambio de sistema, ya que durante la clasificación siempre jugó con un líbero (Ignasevich) y dos centrales.

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