Feria

Fiesta de la aviación

  • A principios del siglo XX la programación festiva de la Feria de Almería contaba con una curiosa iniciativa a la que acudían los almerienses en masa que querían ver volar distintos aparatos que sobrevolaban el cielo de la capital

En septiembre de 1807 Carlos IV firmó una Real Providencia concediéndole a Almería una Feria anual de ganados y mercaderías de cinco días, a celebrar en la segunda quincena de agosto. La presencia de tropas francesas en España y la posterior ocupación de la ciudad -bienio 1810/1812- impidió la celebración de aquella. No fue hasta 1815 cuando el Ayuntamiento (Actas, AMAL) la pone en marcha con el nombramiento de dos comisarios (concejales) encargados de su buen orden y del desarrollo de la procesión de la Virgen del Mar (Patrona de Almería en mayo de 1806). El decreto dejaba claro su carácter civil, en beneficio de los agricultores, ganaderos y comercio, aunque se tuviese en cuenta la onomástica mariana.

De la condición de Fiestas unida al de Feria no se ha hallado, que se sepa, documento que avale su exacta fecha de antigüedad, aunque debió producirse en la primera mitad del siglo XIX, haciéndola coincidir con los cinco días feriados y sumándole atracciones para el regocijo de nativos y forasteros. Así, la música, bailes y toros tuvieron especial protagonismo en el Real instalado en la Plaza Vieja (espacio descubierto y soportales), de donde pasó a Puerta de Purchena y parte superior del hermoso Paseo tras derribar las murallas.

Monoplano y pilotos

Desde el mitológico Ícaro, el ser humano ha soñado con emular a las aves, en elevarse libremente. De ahí su admiración por los pilotos de aquellos primero artilugios inverosímiles. La aviación en España estaba en mantillas a comienzos del siglo XX, hasta el punto de que hasta 1913 no se integró como Arma específica del Ejército. Ayuntamientos de distintas localidades vieron en ella un atractivo número a incorporar a su programación festiva. El de Almería lo anunció en la Feria de 1910 pero se suspendió por incumplimiento de contrato del aviador. Al año siguiente -a expensas de la Junta de Defensa del Comercio- los almerienses pudieron admirar la novedad que causaba furor: un frágil monoplano de 9 metros y 50 H.P., confeccionado de lona, madera y varillaje metálico, sin fuselaje ni cabina para el piloto, sentado sobre una silla.

En el lecho del Andarax, junto al Molino de la Torre, habilitaron el hangar y una provisional pista de despegue y hasta allí acudió media Almería la tarde del 25 de agosto para ver despegar al intrépido Mr. Jules Servien, del Aéreo Club de Orán. Se elevó a 250 metros y adentró en el mar para girar y sobrevolar Sierra Alhamilla. Cuando a los 26 minutos aterrizó, el gentío prorrumpió en una interminable ovación mientras que la Banda Municipal interpretaba La Marsellesa y al oranés le llovían las felicitaciones. Tal fue el éxito que al año siguiente contrataron al bilbaíno Loygorri y su biplano Sonmar; y en la Feria de 1914 al francés Demazel, protagonista de una anécdota insólita al alimón con el torero Juan Belmonte.

La guerra en Europa y con los rifeños en Melilla aconsejó suspender la Fiesta de la Aviación hasta que el Municipio la retomó en 1928. Ahora es la explanada del Puerto quien contempla -25 de agosto- el vuelo del Sr. Hermida quien, al conseguir gran altura, viró sobre la vertical del Castillo de San Telmo momento en que su compañero Fernández Moreno saltó en paracaídas. Pretendía tomar tierra en el Muelle pero el viento le enturbió la proeza: una violenta ráfaga le desplazó hasta el centro de la ciudad viniendo a caer junto al Mercado donde quedó enganchado a un árbol: Casa de Socorro, lesiones leves y una taza de tila para pasar la noche en el Hotel Simón

Pero lo que en Almería fue solo un susto se convirtió en tragedia en las fiestas de Vélez Rubio la tarde del 12 de octubre de 1933. En esta ocasión el parachutista que saltó -Cristóbal Gerson, vecino de Los Alcázares- del avión manejado por el Sr. Zúñiga, del aeródromo de Getafe, fue arrastrado por el viento hasta estrellarse en el picacho conocido por el Castillón y morir en el acto.

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