Feria

Recorrido por los rincones de una ciudad que vive sus fiestas

  • La visita organizada por el Ayuntamiento muestra a los turistas la historia de la Feria en los enclaves más emblemáticos

La Feria de Almería tiene mucha historia, prueba de ello son las distintas modificaciones que se han ido sucediendo a través del tiempo: cambios en la situación de los puestos, comienzo de tradiciones centenarias y futuras ideas que han comenzado a tomar forma.

Por esto y por otras muchas cosas, las Fiestas a la Patrona de la capital, la Virgen del Mar son especiales y cada vez con un mayor peso turístico entre las distintas fiestas de Andalucía. Por ello, se ha organizado la guía Rincones de la Feria, donde se muestra la historia de la Feria de Almería. La tradición cuenta como, allá por el año 1502, Andrés de Jaén, un vigilante de Torregarcía (Retamar) que se encontraba velando por la seguridad de las costas almerienses contra ataques de piratas bereberes y turcos, avistó en la orilla de la playa un objeto que flotaba. Al acercarse pudo constatar que era la imagen de la Virgen y, aunque tenía una severa cojera, fue capaz de llevar a cuestas a la imagen para poder izarla con posterioridad en el lugar de más altura de Torregarcía. No fue hasta el año 1806 cuando la Virgen del Mar se convirtió en la patrona de Almería. La tradición de hace cinco siglos ha llegado a nuestros días por todos los rincones de la ciudad. Así se ha hechos saber a aquellos que, con curiosidad, se han acercado a conocer los entresijos de las calles almerienses.

El primer paso en la expedición fue la Puerta Purchena, antigua Puerta Pechina, donde comenzó el germen de la actual Feria de Almería. Hace siglos, por ese punto discurría una muralla que protegía a la ciudad, musulmana por entonces, de posibles ataques enemigos. Hacia la Puerta de Purchena se deslizaba la actual calle de las Tiendas, que antaño era conocida como el Camino a Pechina. Zona famosa porque tenía, en tiempos de Al-Andalus, una sucesión de puestos de vendedores que comerciaban con todo tipo de objetos: cuero, juguetes, perfumes etc. Con la llegada de los Reyes Católicos paso a llamarse la calle de la Lencería. El siguiente paso por la gruta del tiempo almeriense fue en el Convento de las Clarisas, orden religiosa que se fundó humildemente en una casa almeriense hasta que se construyó un edifico propio en el siglo XVIII. Las trifulcas de la Guerra Civil Española provocaron que el convento saliera perjudicado por la acción de unas personas que incendiaron el edificio.

El público, abundante la presencia de turistas de toda la geografía española, se mostraba atento y ensimismado ante las explicaciones certeras y precisas de las guías que conducían a los allí congregados. De esta forma se llegó a la Plaza de la Constitución, conocida por la plaza Vieja, donde se pudo observar la progresiva restauración de la misma. La plaza se diseñó en 1842 y a principios del siglo XX se construyó la fachada del Ayuntamiento de Almería, construido por el arquitecto almeriense Trinidad Cuartado. Pero sus inicios están ligados, una vez más, al nacimiento de la ciudad como medina árabe por Abderramán III, cuando era un zoco y, posteriormente, hasta la construcción del mercado central en 1893.

La visita llevó a los viajeros hasta la catedral-fortaleza de Almería, con el emblema del Sol de Portocarrero en su fachada. En la plaza de Bendicho se pudo admirar la casa más antigua de la ciudad de la familia Puch. El Parque Nicolás Salmerón fue la última parada de este viaje al pasado, allí se pudo conocer los desplazamientos que tuvo la Feria a lo largo de los años y los proyectos futuros que tienen que, algún día, pasarán a formar parte de la historia de la Feria de Almería.

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