Feria

Recuerdos del pasado de nuestros mayores

  • El Recinto Ferial del puerto es el más añorado por los ancianos de Almería Echan de menos tradiciones como el Empastre o la traca final por el Paseo

"Si siguieran haciendo la feria en el recinto del puerto, seguiría yendo" son palabras de Ángel Muñoz, uno de los caballeros que contó a este periódico sus entrañables recuerdos de la feria de Almería de hace algunas décadas. Es un sentimiento generalizado. Los mayores de Almería echan de menos la feria tal y como era antes.

Al preguntarles por sus recuerdos, se trasladan al antiguo recinto del puerto. Se acuerdan de la caseta popular donde les encantaba bailar, y de su muro mirando al mar donde, por ejemplo, Encarna Padilla cuenta que "se sentaba a tomar el fresco". Ana Maldonado dice que había "mucha música, color y flores", y confesó entre risas que con 18 años asistió con su novio a las "actuaciones picantes" del teatro de Manolita Chen, "las antiguas hemos sentido el calor de la juventud igual que vosotros, lo que pasa es que ahora todo se ve más natural" afirma.

Sobre la actividad en el centro de la ciudad, las hermanas mellizas Encarna y Rosario Felices recuerdan mucho el Casino, el antiguo edificio del Paseo donde ahora se encuentra la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía. "No podía entrar cualquiera. Allí sólo iban los señoritos de Almería. Las jóvenes iban con sus mantones de manila que eran preciosos. Eso sí que era típico andaluz, pero ya lo hemos perdido". A lo que otras hermanas, Concepción y María González, añadieron su añoranza por el empastre, "se hacía el último día de feria en la plaza de toros. Se toreaban vaquillas y se hacían actuaciones cómicas. Recuerdo que una de ellas era que construían una casita de papel mientras sonaba de fondo Qué felices seremos los dos".

Sobre tradiciones, Encarna García cuenta que no pasaba una feria sin que fuera al puesto de vinos dulces de Los dos Maños, "me gusta tanto que tengo una garrafilla de ese vino y todos los días en las comidas me echo un vaso pequeño".

María Milagros Gómez, conocida por todos como 'La Kika', hace ya muchos años que dejó de ir a la feria, pero cuenta que no pierde la tradición que comenzó cuando era joven de comerse todos los años una panocha asada. Cuando alguno de sus hijos o nietas van al recinto ferial, siempre se acuerdan de comprarle una y llevársela esa misma noche.

Maria Salas Acosta, vecina de la plaza Altamira, conoció a su marido en la feria, y tiene una graciosa anécdota sobre los inicios de su matrimonio. Asegura que cuando su marido era todavía su novio, "le seguía la corriente" y se subía con ella a los cacharricos a pesar de no gustarle nada y acabar siempre vomitando. Una vez casados, su marido se vengó de tantos malos ratos en las atracciones. "¡Ay, la juventud! A mí me dió por ponerme pelucas de colores, y mi marido, por hacer la gracia, una noche me la quitó y la tiró al suelo cuando estábamos subidos en lo alto de la noria. Cuando me bajé y la ví en el suelo... ¡No la quise ni coger! Fue su venganza por haberle hecho subir a tantos cacharricos cuando estábamos de novios" relata con simpatía.

Todos recuerdan con alegría lo bien que lo pasaban en los cacharricos, "el látigo era el favorito, sobre todo porque te subías con el novio y te agarraba, ¡y eso nos gustaba a todas!" cuenta Carmen "de cuando iba con su Pepe". Con respecto a los toros, María González confiesa que nunca le han gustado, pero sí que disfrutaba del desfile en coches de caballos que hacían los toreros por el paseo al acabar las corridas. También contó que el último día de feria se hacía una traca final: "ponían un cable con petardos a lo largo de todo el Paseo, y el último era un estallido muy fuerte con el que ya se daba por terminada la feria".

Las hermanas González y Felices concluían en que "todo lo bonito de Almería nos lo están quitando, ¡que nos dejen algo!".

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