Las mejores obras del 22 de mayo al 13 de junio Los asistentes no sabían que iba a suceder en la Sala B

Una bodega para saborear y oler los recuerdos de la vida

  • El Teatro de los Sentidos inauguró la Sala B del Auditorio Municipal de El Ejido con una obra donde el público era la parte fundamental para el desarrollo de la misma

Una mesa repleta de productos del campo y un objetivo claro: recordar gracias al olor un momento de la vida del individuo. El Teatro de los Sentidos ha realizado durante tres pases de dos horas, uno por día, de su obra La bodega de los sentidos donde los asistentes son los auténticos protagonistas del espectáculo.

Media hora antes de que comenzara la representación, los sesenta invitados que llegaron a la cena sentían nervios e intriga porque no sabían lo que iba a suceder en la esperada Sala B del Auditorio Municipal del municipio ejidense.

Antes de entrar al espeacio escénico, los actores escogieron a los asistentes y formaron grupos de ocho personas.

Dentro de la Sala B, cada actor estaba rodeado por los ocho asistentes y contaba una historia que estaba relacionada con la cena que se celebró cada noche.

El narrador relató que en su país se hacía un potaje caliente en verano. Un buen día su abuela comenzó a preparar este plato y para no pasar calor abrió ventanas y puertas. Gracias al olor que desprendía la comida, entró un hombre que después pasaría a ser su abuelo y esto fue el origen para que él naciera.

Tras contar la historia del origen de su ser, el actor invitó a todos los participantes a que buscaran un olor que les dijera algo de entre todos los productos que había sobre la mesa.

La infancia, el campo y el recuerdo hacia otras personas que han marcado la vida de los protagonistas eran, entre otros aspectos, algunas de las anécdotas que fueron contando. Así, la hierbabuena, la manzanilla y la sandía fueron algunos de los productos que evocaron momentos importantes en sus vidas.

Tras escoger cada uno el alimento que les recordaron algunos de los momentos de sus vidas, los asistentes se levantaron, dirigidos por los intérpretes, y les ayudaron a montar las mesas donde cenarían esa noche.

Ya en las mesas, muchos de los comensales se presentaron, unos se miraban con una sonrisa tímida y otros se dejaron llevar por el momento.

Un actor era el encargado de custodiar cada mesa y de traer unas vendas para tapar los ojos de los asistentes y que degustaran los sabores de los productos intensamente.

Brindar el vino servido y empezar a tomar el gazpacho elaborado fueron los primeros pasos que dieron los asistentes para ubicarse en la mesa bajo la oscuridad de la venda.

Notar como cae harina en las manos y mezclarla con la masa que después serviría para introducir el recuerdo en forma de producto fue algunas de las sensaciones que se vivieron en La bodega de los sentidos.

Los comensales parece que se conocían de antes porque la interrelación entre ellos fue amena. Laujar, Algeciras y la propia capital almeriense eran algunos de los rincones de donde procedían parte de los asistentes.

Las sensaciones y los recuerdos se unieron para vivir una velada cuidada al detalle y donde los actores consiguieron crear una atmósfera única para guiar a los asistentes por el camino de las experiencias.

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