VIAGEM AO SOL | FESTIVAL DE CINE DE SEVILLA

Interludio luminoso

El recuerdo de un instante fijado sobre el soporte químico.

El recuerdo de un instante fijado sobre el soporte químico.

Hay tantas cosas memorables y conmovedoras en Viagem ao sol que se hace difícil no sólo saber por dónde comenzar, sino también sintetizarlas en el espacio reducido de esta crítica. Lo primero que llama la atención al acercarse al trabajo de Susana de Sousa Dias (que aquí comparte el crédito de la dirección con Ansgar Schaefer, productor de algunos de sus anteriores títulos) es su absoluto respeto por el tratamiento del archivo como material frágil que testimonia precisamente sobre el propio soporte físico las heridas del tiempo, tanto en su degradación química como en la agresión de la naturaleza. Lo segundo en lo que el espectador atento repara es en la delicada actuación (reencuadres, oscurecimiento de partes de la imagen, etc.) sobre ese material original, intervención siempre creativa, sutilmente poética, dialogante con la memoria y abierta a alguna mínima experimentación pero sin convertir jamás esas imágenes en algo que traicione su primitiva naturaleza o su estado actual.

Viagem ao sol toma documentos cinematográficos (mudos) y fotográficos de la época a los que incorpora la narración en off de los recuerdos de aquellos niños, hoy ya ancianos, que justo después de la Segunda Guerra Mundial fueron enviados desde Austria a vivir con familias de acogida en Portugal, donde podrían recuperarse de las heridas psicológicas y la privación física de la guerra.

Sabiendo que Sousa Dias siempre hace cine políticamente, por los fotogramas y voces desfilarán el Portugal salazarista, las huellas de la herencia colonial, la religión e incluso las duras condiciones de vida de la servidumbre de esas adineradas familias de acogida para terminar con la herida de la desgarradora separación, que acabó en no pocos casos con el suicidio o la muerte prematura de los padres temporales. Con un trabajo prodigioso sobre la banda sonora que crea literalmente una segunda película (por ejemplo, el montaje de sonido entre el herrero y los cascos del caballo), Dias y Schaefer nos arrastran emocionalmente al mismo tiempo que iluminan nuestra inteligencia de espectadores.