Festival de Cine Sevilla

Vivir (contra) el mundo moderno

  • La Sección Oficial se cierra con dos títulos muy esperados y premiados ya en Cannes y Venecia, 'Le meraviglie' de Rohrwacher y lo nuevo de Roy Andersson.

Al regresar después de varios años a la región donde nació en 1982, la hermosa Toscana habitada en la Antigüedad por el casi completamente insondable pueblo etrusco, Alice Rohrwacher quedó sorprendida por el "proceso de destrucción de la naturaleza" que se había puesto en marcha allí durante su ausencia. "Lo que no había sido destruido", dice con un deje de ironía amarga en la voz, "se había convertido en un museo de las bellas tradiciones". "No había fauna silvestre, ni en los pueblecitos típicos, esos tan pequeños y bonitos, vivía ya nadie del lugar, sólo extranjeros y turistas con dinero. Me encontré un parque temático", explica la directora italiana, que en esta rebelión halló el motivo para rodar su segunda película, Le meraviglie. El pasado Festival de Cannes, que la reconoció con el Gran Premio del Jurado, hizo que las miradas se dirigieran a ella, esperando encontrar una promesa para el futuro del cine europeo tras su debut en 2011 con Corpo celeste.

Con esa vitola llegó ayer la obra al SEFF, que reservó también la jornada de cierre de su Sección Oficial a la última tragicomedia de Roy Andersson, otro título que había suscitado grandes expectativas. A Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence, algo así como Una paloma posada en una rama reflexionando sobre la existencia, le valió al cineasta sueco el León de Oro, el máximo galardón del Festival de Venecia. Como se anuncia en sus créditos, con ella se cierra, tras las extraordinarias Songs from the Second Floor (2000) y La comedia de la vida (2007), la "trilogía sobre el ser humano" con la que volvió al cine tras casi tres décadas alejado de él y volcado en su exitosa y singular carrera como realizador publicitario. Su nueva comedia existencial en viñetas arranca divertidísima, yendo al tuétano de miserias, absurdos y dolores del alma pero empleando el humor como exorcismo del miedo, y va dejándose envolver por la oscuridad conforme el metraje avanza.

Ausente Andersson, la italiana quedó como protagonista del día en la sala de prensa junto a las niñas Maria Alexandra Lungu (que ejerce lo más parecido a un rol protagonista en este filme coral) y Agnese Graziani. Como el que aparece en Le meraviglie, el padre de Rohrwacher es alemán, y quizá por eso quiso empezar aclarando, incluso insistiendo en que la película "no es autobiográfica", pero sí, concedió, "enormemente personal". "Nada de lo que ocurre en ella me pasó a mí, pero ese es mi mundo: el campo, las abejas. A todos los personajes retratados los conozco bien", confesó la directora, que propone una historia de iniciación y crecimiento infiltrada de varios tipos de conflicto: entre los modos de vida tradicionales (y rurales) y el ruido de la vida moderna (y urbana); entre distintas generaciones; y en la propia familia que retrata el filme, una que es "difícil de etiquetar, pero real". Se trata de una familia medio asilvestrada medio resacosa aún del adanismo hippie,en la que todos sus miembros se ganan la vida produciendo miel con métodos radicalmente naturales y artesanales, con mucho sudor de la frente y apenas soporte tecnológico del mundo contemporáneo.

Pero los ecos de la modernidad -o simplemente del presente- llegan a ráfagas por la televisión que el padre apenas permite ver en la casa. A la zona llega el equipo de grabación de un reality show halagando la autenticidad milenaria del lugar, aunque interesado únicamente en su falsificación exótica. Pero a él se agarrará una de las niñas de la familia-comuna como recurso desesperado contra la penuria económica, y por necesidad de asomarse al mundo. Rohrwacher admite que en Le meraviglie hay algo de ajuste de cuentas con la televisión, responsable "en los últimos 20, 30 años de un genocidio cultural en Italia". Aunque sobre todo le interesaba, matizó, reflejar el proceso por el cual esa joven, una muchacha de 14 años que ejerce de motor secreto de su atípica y numerosa familia, "logra mirar su mundo con una cierta ternura, sin ser tan severa".

Por el festival pasaron también el madrileño Pablo Llorca, cineasta marginal por obligación bien conocido en el SEFF, donde ya presentó Recoletos (arriba y abajo) y Un ramo de cactus, y el asturiano Ramón Lluís Bande, en su primera visita al festival; ambos a la vez en dos secciones, Resistencias y Nuevas Olas / No Ficción. Llorca llegó con El gran salto adelante (una ficción con Antonio Dechent e Israel Elejalde) y País de todo a 100 (uno de los pocos documentales de un autor "rugoso", como él mismo se definió, y habituado a las ficciones de guerrilla, tanto desde el punto de vista de producción como político). En Equí y n'otru tiempu (Aquí y en otro tiempo), quiso dedicar, "más que una película, un monumento" a los maquis "asesinados" en los montes asturianos entre 1937 y 1952; "un inventario de espacios del olvido para construir un espacio de memoria invocada desde el presente" y beligerantemente en contra de lo que el también escritor y músico llamó la "amnesia programada que es una de las bases de la democracia española".

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