Crítica

Años de plomo en Uruguay

  • Polvo nuestro que estás en los cielos

A mi modo de ver la película tiene el mérito de reconstruir un capítulo amargo pero trascendente de la historia del moderno Uruguay. Exactamente el que va desde 1966 poco antes del triunfo en las elecciones del presidente Gestido y las acciones violentas del Movimiento de Liberación Nacional, los grupos "tupamaros", guerrilla urbana de izquierda radical que se integraría a la coalición política Frente Amplio en 1969 y la elección de Juan María Bordaberry, hasta el golpe de Estado de 1973. Todo ello a través de la familia del senador Aurelio Saavedra, representativa de la aristocracia montevideana.

Volvemos en cierto modo a un cine reivindicativo y militante que tuvo su incidencia en tiempos y del que el espectador, especialmente el más veterano seguidor del Festival de Huelva, guarda inmarcesible en su memoria. Con ese mismo espíritu Beatriz Flores Silva, directora a la que recordamos por su película En la puta vida (2001), ha manejado con pulso y destreza muchos de los capítulos de esta historia familiar relacionada con el poder y la oposición en una coyuntura política difícil y complicada en Uruguay durante los primeros años de la década de los setenta.

Tras la trágica muerte de su madre, la pequeña Masángeles, de siete años, va a vivir con su padre, de quien es hija ilegítima, y su familia. Importante líder del Partido Colorado, Aurelio Saavedra, verá como su vida se transforma, mientras su esposa no puede superar el golpe recibido. La niña acertará a convivir en ese convulso ambiente familiar con dificultades, con seres acomplejados por su pasado, con diferentes posturas políticas, con afectos y desafectos y con la tensión e incertidumbre que va creando en todos los cada vez más intensos enfrentamientos entre la guerrilla tupamara, los militares y el propio poder establecido.

A pesar de la intensidad dramática del relato la puesta en escena adquiere en muchas ocasiones caracteres tragicómicos y rasgos de humor evidentes, que para nada empañan la creciente emoción de la trama. Junto a la muy acertada ambientación hay que destacar el realismo de algunas secuencias, especialmente en los enfrentamientos callejeros de Montevideo entre la guerrilla insurgente y el ejército. Es muy reveladora esa visión doméstica que en cierto modo refleja a un país que se precipita a un abismo irremisible. En la casa se vive un estado de ficción decadente en la que Aurelio Saavedra ha de hacer frente a las graves contrariedades de la nación y del poder y a sus propios problemas familiares.

Es muy elogiable ese retrato de los personajes egocéntricos empeñados en resolver los conflictos del pasado, viviendo situaciones absurdas y desesperadas, sin admitir la penosa realidad del presente. Absolutamente prescindible la secuencia de la joven Masángeles deteniendo el avión en plena pista del aeropuerto, así como ciertas concesiones sentimentales innecesarias.

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