Finanzas

Le Monde vuelve a la carga en contra del invernadero almeriense

  • Una publicación del diario francés denuncia la explotación de los recursos, pero no recoge otros aspectos como la eficiencia hídrica o su contribución a mitigar el CO2

Un agricultor trabaja en uno de los invernaderos del Poniente almeriense.

Un agricultor trabaja en uno de los invernaderos del Poniente almeriense. / Javier Alonso. (El Ejido.)

La prensa internacional vuelve a cargar contra el modelo almeriense de producción bajo abrigo. Algo a lo que quizás el campo ya está acostumbrado, pero que a todos quieran o no remueve ya que no se suele decir la verdad de lo que aquí acontece.

En esta ocasión ha sido otro medio de referencia, como es el parisino Le Monde, uno de los medios con mayor difusión en Francia, y que en su edición digital publicaba el reportaje ‘En Andalucía, sumérgete en el infierno de los invernaderos orgánicos de tomate’, realizado por el periodista Stéphane Mandard, especialista en temáticas de medio ambiente y agricultura. Ya de por sí el titular de la información es una auténtica declaración de intenciones, y pese a que se refiere a la región, su contenido se ciñe especialmente a Almería. Otro elemento es la imagen empleada. Se trata de una panorámica del municipio de Calahonda ‘asediado’ por invernaderos. Una imagen en la que se ha tenido muy en cuenta el ángulo de cobertura y el factor de ampliación del objetivo para recoger una población empequeñecida a la que rodea una inmensa superficie de plástico. El contenido es de pago, pero cualquier usuario puede entrar y leer los dos primeros párrafos de este reportaje enfocado a criticar el modelo.

“Campohermoso. “El bonito campo”. Rara vez la localidad habrá llevado mal su nombre. Ni una hierba salvaje, ni una amapola, ni un árbol, ni un arroyo, ni un canto de pájaro, ni un ala de mariposa en esta campaña andaluza. Invernaderos, solo invernaderos”, reza la información de Mandard. Y pese a que su contenido solo se puede ver íntegramente previo pago de la suscripción, el autor deja muy claro en el subtítulo del mismo el eje central de la información: “el costo de la sobreexplotación de los recursos humanos y naturales”.

Agricultores y empresas almerienses lidian con este tipo de informaciones desde hace más de una década. Se han superado crisis muy virulentas, y lo más importante: injustas, como la del E. Coli. Se puede decir que el sector está curado de espanto, pero siempre es una traba. Más aún cuando no se aportan algunos datos sobre el modelo almeriense que son también interesantes y no terminan de trascender tanto para algunos medios. La realidad es que la superficie dedicada a agricultura ecológica bajo plástico en la provincia de ha experimentado un crecimiento del 39% en las últimas dos campañas, según las previsiones que maneja la Delegación Territorial de Agricultura. En concreto, Almería habría pasado de las 2.099,6 hectáreas de producción orgánica en 2016 a las 2.920 estimadas en la pasada campaña. Por otro lado, en Almería el plástico es retirado en un 70% de los casos y tiene el objetivo de revalorizar hasta el 50%, tal y como apunta la Unión Europea en el plazo de 2020.

El campo almeriense goza de unos altos parámetros de sostenibilidad en lo social y medioambiental. Esa sostenibilidad se fundamenta también desde el aspecto social porque el 62% de la comercialización de frutas y hortalizas se hace a través de cooperativas o sociedades agrarias de transformación (SAT), lo que mejora la posición del agricultor dentro de la cadena de suministro y el acceso a financiación y tecnología.

Y no olvidar que estas más de 30.000 hectáreas tienen además la capacidad de ser las más eficientes en uso del agua. La captación de las residuales, plantas desaladoras, el arenado, el riego por goteo, la fertirrigación y su perfeccionamiento con controles informáticos y sensores dan como resultado una huella hídrica 20 veces menor que en el resto de España, con 844 m3 per cápita, mientras que esa huella baja a 44 m3 en Almería.

Y ha quedado demostrado científicamente que los invernaderos han tenido un doble efecto beneficioso para el medio ambiente con la reducción de la temperatura media anual de -0,25ºC y ha aumentado el coeficiente de reflexión para la radiación solar, llamado albedo. Ha mitigado el incremento del CO2 gracias a la acumulación de carbono por parte de las plantas por lo que cada hectárea de invernadero es capaz de fijar entre 8 y 10 toneladas anuales de C02, o lo que es lo mismo, cada hectárea absorbe la emisión diaria de 8 coches.

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