'In the air'

La película de Bosé

  • La primera parte de la entrevista de Jordi Évole a Miguel Bosé retrata el lado más cercano y 'adictivo' del cantante

  • La segunda parte de este domingo se centra en el tema central, su negacionismo

Primer plano de Miguel Bosé en su entrevista televisada con Jordi Évole.

Primer plano de Miguel Bosé en su entrevista televisada con Jordi Évole. / Atresmedia

Era la entrevista más esperada por unos, la que nunca se debió emitir para otros. ¿Qué nos pasa por el cuerpo cuando vemos a Jordi Évole charlando con Miguel Bosé? ¿Se nos despierta un interés voraz, ya sea por ganas de comprender sus argumentos o de regocijarnos en sus idas de olla? ¿Nos dan ganas de tirar la tele por la ventana porque, una vez más, se alienta la desinformación y el discurso peligroso de quienes niegan la pandemia, la existencia del coronavirus o señalan culpables diabólicos como Bill Gates y sus malditos microchips? Las reacciones son personales e intransferibles, pero las opiniones derivadas de esas reacciones sí merecen un análisis más a fondo.

Évole y Bosé sonríen en su reencuentro como los dos viejos amigos que son. Évole y Bosé sonríen en su reencuentro como los dos viejos amigos que son.

Évole y Bosé sonríen en su reencuentro como los dos viejos amigos que son. / Atresmedia

En cuanto se estrenó la primera parte de esta entrevista doble, titulada Lo de Miguel, se acumularon en redes sociales cientos y cientos de comentarios de muy distinto signo: unos alababan la capacidad de Jordi Évole para retratar el lado más íntimo, familiar y 'adictivo' del cantante; otros se quejaban de que su mensaje está fuera de la realidad (y no solo en el tema pandémico) y calificaron como vergonzoso que un personaje que sigue estos derroteros tenga un espacio tan amplio en el prime time de una cadena. Y eso sin ver Lo de Bosé, esa segunda parte en la que entra a saco en el tema clave, el negacionismo, la noche de este domingo.

Ya sentados a la mesa, el periodista y el cantante hablaron de la familia, de su carrera y de su vida. Ya sentados a la mesa, el periodista y el cantante hablaron de la familia, de su carrera y de su vida.

Ya sentados a la mesa, el periodista y el cantante hablaron de la familia, de su carrera y de su vida. / Atresmedia

El propio Évole confesó al comienzo de la charla que solo había recibido una contestación tan fuerte cuando entrevistó a Nicolás Maduro, pero no fue más allá a la hora de argumentar una decisión que, en su opinión y en la de otros muchos, era más que obvia.

La puesta en escena no nos debe pasar desapercibida. Esa conversación con el taxista mexicano mientras se dirige hacia su encuentro con el artista –y amiguete, que todo hay que tenerlo en cuenta–, es la advertencia de los prolegómenos. Como si leyéramos el prospecto de una medicina que nos vamos a tomar y que tiene efectos secundarios. "Fútbol, religión, política y vacunas", comenta el taxista sobre los temas tabú del momento . "Es complicado", matiza cortésmente el conductor. "Pero es mi amigo". "Pero si no tiene la razón, tendrá que decírselo". "Yo no soy quién para convencerle de lo contrario", contesta con humildad Évole. La humildad de escurrir el bulto ante un amigo. Taxista 1–Évole 0.

Miradas de los empleados del hotel a la llegada de Miguel Bosé. Miradas de los empleados del hotel a la llegada de Miguel Bosé.

Miradas de los empleados del hotel a la llegada de Miguel Bosé.

Y en cuanto Évole se baja del coche, comienza a sonar la banda sonora que Bernard Herrmann compuso para Psicosis. Sobre ella, vemos a Miguel Bosé caminando por un pasillo. Miradas de camareros, limpiadoras, personal del hotel. "¡Mirad! ¡Es mi amigo y está loco!", parece querer decirnos Évole. Con lo socorrido que habría sido que sonara Don Diablo.

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