La Colmena

El agujero negro de la campaña del 28-A: de palomeros y resucitados

  • Más preocupante que las ‘fakes’ es lo ciegos que vamos sobre lo que ocurre en Whatsapp y en los grupos cerrados de Facebook

28-A

28-A

Seguro que nos quedamos “helados”, como se ha atrevido a anticipar Pedro Sánchez en el cierre de campaña, pero sin tener ni idea del cuál será el nivel de congelación ni exactamente de por qué. No sólo los socialistas tocan a rebato por la movilización, Instagram y Facebook se han llenado de creatividad y de color con los mensajes desesperados de ilustradores y artistas que gritan un “¡Vota por favor!” a golpe de viñetas, ilustraciones y miniclips.

Es el miedo a la ultraderecha, pero no sólo; es el cada vez menos útil llamamiento al voto útil, pero no sólo; es una generación actualizada de los ‘culturetas de ZP’, pero no sólo. Son los viernes sociales de un Ejecutivo que se despide a contrarreloj poniendo en orden hasta la elaboración del pan –¡el pan integral con harina integral!– pero no sólo.

La teoría del mensaje explícito y el mensaje oculto se ha trasladado a la campaña electoral con una zona de agujeros negros que no deja de crecer. Como sabemos ahora que le ocurre al Universo: más rápido de lo que creíamos aplicando la constante de Hubble y advirtiéndonos ya de que probablemente tengamos que inventar una “nueva física” para entender las dinámicas de evolución de las galaxias desde la explosión del Big Bang. Por la energía oscura que no deja de expandirse. Por la “fuerza” que irradian esas profundidades inescrutables que, paradójicamente y por primera vez en la Historia, sí hemos sido capaces de fotografiar.

El fenómeno del cuñado

Pero al Universo le prestamos atención conscientes de nuestro desconocimiento y nuestra pequeñez y en política nos creemos todos graduados cum laude. El fenómeno del cuñado. Cuando Ciudadanos y Podemos irrumpieron y desmontaron el bipartidismo hace cuatro años, nos sorprendimos; cuando el pasado mes de diciembre Vox fulminó todas las encuestas ocupando 12 escaños del Parlamento andaluz, nos sorprendimos.

Y lo único seguro de la madrugada del 28 de abril es que habrá titulares, en el sentido más desnudo del término, y que habrá razones para la sorpresa. Por exceso o por defecto. Probablemente, por la propia complejidad para la conformación de pactos que arrojen los resultados de las urnas.

La campaña del 28-A la hemos liquidado en una semana mal contada, un puñado de mítines y dos programas de televisión. Hace unos días me hablaron de un grupo de WhatsApp de palomeros. Hay varios –es todo un mundo de sensibilidades y matices el que se esconde tras la afición ¡a la colombofilia!–, todos están cerrados –como los agujeros negros– y en todos se está librando otra campaña. No sé si la definitiva, no sé quiénes serían en este caso los caminantes blancos, pero sí sé que se hablaba de política. Mi amigo dudaba entre silenciarlo o salirse. ¡Estaban “desatados”! 

Hace unos años, los periodistas escribíamos nuestras noticias, las colocábamos en página, comprobábamos que todo estuviera en su sitio ¡y listo! Si se rompía o se acaba la bobina de papel en la rotativa, si la furgoneta salía tarde o temprano, si el periódico llegaba al quiosco o al bar, no era nuestro problema. Ahora sabemos en tiempo real quién nos lee; cuánto tiempo dedica a nuestra información y qué hace antes y después.

¡Los lectores mandan!

Seguimos proponiendo una oferta de contenidos, intentamos mantener nuestro papel de prescriptores, pero con un resultado más que incierto. Son los lectores los que deciden; los que consumen en la web y en las redes sociales. Esta semana, por ejemplo, una de las noticias más leídas ocurrió hace nueve años. Tres grupos cerrados de Facebook (Amigos a los que les gusta Vox en España, Vox Salamanca y Los españoles primero) llevan dos días debatiendo acaloradamente en la web.

La noticia se publicó en enero de 2010: “Muere el vigilante que recibió una paliza en la plaza fotovoltaica”. Les pongo en antecedentes: un trabajador de Camas, sin armas con las que poder defenderse, vigilante en un parque tecnológico de Marchena, recibe una paliza brutal de unos rumanos. Una banda de delincuentes de Europa del Este lo atacaron cuando entraron a robar cables de cobre. Lo apalearon, lo dejaron moribundo atado con sus propios grilletes y le llegaron a clavar un punzón en el ojo. 32 años. Pasó dos meses en la UVI intentando sobrevivir.

La noticia estaba dormida y ha resucitado. No hay titulares nuevos, no hay actualidad, pero alguien recordó el caso, la rescató y lo ha colocado en tema de conversación. A dos días del 28-A.

No sé si es una anécdota o es una señal. Tampoco sé si es un fallo o un escándalo el caso que contábamos ayer en Granada Hoy sobre la joven de Granada que vive en Cuenca y encontró el sobre cerrado con las papeletas del Senado ya marcadas con un bolígrafo azul a favor de Vox.

El vértigo de los patriotas

Tampoco termino de ver clara la supuesta rectificación de Calamaro sobre un tuit que envió tras ver a los cuatro grandes partidos debatiendo en Atresmedia: “Prefiero el vértigo de los patriotas y reaccionarios”. Agradece sorprendido que la gente lo haya convertido en Trending Topic (no le había pasado en toda su carrera…), pero no sé si aclara o enreda cuando recuerda que no vota en España y advierte que es un “ácrata liberal” con “amigos en todos los sectores”, que suya es la “columna del pueblo, los intelectuales y los toreros”…

Nada de esto son bulos ni fake news. Es más grave porque no se puede perseguir ni desmontar lo que no es abiertamente desinformación. Y mucho menos lo que, cierto o no, manipulado o no, discurre en el interior de los agujeros negros que suponen los grupos cerrados de las redes sociales y de plataformas como WhatsApp.

Lo llaman microsegmentación. A cada público, su mensaje. Justo el que quieren escuchar. Como la aguja hipodérmica con que ejemplificaban los teóricos de hace un siglo el poder de los medios de los comunicación. Aunque con la diferencia de que, hoy, el poder lo tienen otros.

Sí, nos quedaremos helados. Y cada vez es más difícil anticipar por qué.

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