La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Sebastián Pérez, el hombre de partido sin partido

El líder provincial se había quedado tan descolocado en el nuevo PP como Susana Díaz en el PSOE de Pedro Sánchez

Sebastián Pérez dimite como presidente del PP de Granada al sentirse "echado y traicionado" por su partido

Sebastián Pérez dimite como presidente del PP de Granada al sentirse "echado y traicionado" por su partido

El poder desgasta pero no tanto como el vacío de poder. Para explicar el portazo que Sebastián Pérez acaba de dar al PP, el ruido con que este viernes dejó la dirección provincial denunciando "presiones brutales" de sus compañeros en Sevilla y en Madrid, no podemos recurrir a la simplificación. Desde luego, no deberíamos quedarnos en el paradigma de la causa-efecto -¿poner fin a 15 años al frente del PP de Granada por discrepancias sobre un punto de un pleno?- si no es para limitarnos a constatar que siempre hay una gota que rebosa el vaso. Menos aún deberíamos atrevernos a hablar de "cadáveres políticos" justo cuando gobierna en España el político al que más veces hemos enterrado. Porque se queda en la Plaza del Carmen advirtiéndole a Luis Salvador que no duerma tranquilo…

No sé si se estudia en primero de Ciencias Políticas, pero basta repasar la actualidad de nuestro país -de cualquier país- para comprobar que al final no son demasiados los escenarios que concurren en la marcha de un político: te arrepientes y te vas (tienes por supuesto dónde irte) o te obligan a largarte (por "motivos personales"). En el primer supuesto es importante valorar si son advenedizos, de esa nueva política que sólo es nueva por la bisoñez de los protagonistas, y en el segundo supuesto, siempre hay dos formas de ejecutarlo: negociando una salida o montando una crisis. Es decir, ganando el embate o perdiéndolo.

La pregunta en el caso de Sebastián Pérez es cómo se ha llegado hasta aquí. Cómo un hombre de partido, cómo uno de los políticos granadinos que más ha demostrado tener olfato, medir los tiempos y planificar con astucia las batallas, elige lo segundo. Por qué no ha dejado que le busquen una salida cuando, más allá de la pataleta del 10-N por ir de cabeza de lista al Congreso y no al Senado, ha tenido más de una opción de adaptarse a los nuevos vientos de su partido… Y la reflexión casi se sitúa en el plano humano. Por la perplejidad y la tristeza que estos días comparten muchas de las personas que han sido durante años sus más íntimos colaboradores y amigos. Porque no tiene a la vuelta de la esquina la jubilación para refugiarse; porque, por muchos favores que le deban, es complicado recalar en el sector privado cuando te enfrentas a unas siglas como las del PP y porque están demasiados recientes los espejismos de García Montero (con Torres Hurtado de fondo) como para pensar siquiera en el experimento de otra formación.

Hace meses que Sebastián Pérez era un personaje incómodo para Sevilla y para Madrid. En política, en los partidos, se producen metamorfosis a golpe de liderazgos pero también de encuestas y de urnas. El PP de Pablo Casado y de Juanma Moreno nada tiene que ver con el de Rajoy y Arenas. Es más, poco se parece el Casado de hace un año, duro y radical que coqueteaba en los extremos, con el reinventado líder nacional que ha decidido aprovechar el hundimiento de Albert Rivera para dejarse barba (la estética revela casi más que las ideas) y explorar el centro. Andalucía es, además, el bastión de poder del PP frente al Gobierno de izquierdas de Moncloa y ni al PP ni a Cs ni a Vox les interesa tener un polvorín en Granada con sus sociospreferentes. Menos aún cuando Cataluña sigue apretando y se vislumbra un calendario de negociaciones en temas estratégicos como la financiación, el pacto de Toledo o la reforma laboral donde la oposición más efectiva será la que pivote desde San Telmo, no desde Génova.

Sebastián Pérez se había quedado tan descolocado en este nuevo PP, el que prefirió dar la Alcaldía a Luis Salvador para evitar que siguiera Paco Cuenca, como Susana Díaz en el PSOE. Replanteo el inicio: el poder desgasta pero no tanto como la oposición. La líder socialista lo está sufriendo en primera persona y la realidad de quien por dos veces ha visto frustradas sus aspiraciones a gobernar en la Plaza del Carmen es que lleva desde el 15 de junio de suplente en el banquillo (y alcalde sólo hay uno). Hablando de la sucesión de Susana Díaz me apuntaban el otro día la teoría de la "fruta madura": caerá por su propio peso. ¿No es eso lo que ha pasado con Sebastián?

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