La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Los socialistas machistas y otros cuentos

A Susana Díaz la han crucificado por hablar de machismo en las primarias. Y a Vox le ha faltado tiempo para sacar tajada

Imagen de complicidad entre Susana Díaz, Pedro Sánchez y Juan Espadas.

Imagen de complicidad entre Susana Díaz, Pedro Sánchez y Juan Espadas.

Será deformación profesional. O el síntoma de alguno de esos trastornos impronunciables que ahora diagnostican los psiquiatras sin necesidad de la parafernalia del diván. De pequeña me llevaron en una ocasión a un curandero, creo que porque me salió una culebrilla en la barriga, y cada vez estoy más convencida de que aquella inquietante experiencia es la que me ha hecho aborrecer los ajos. Podría unirme a la legión de casi alérgicos (a todo) que en los restaurantes se hacen importantes (especiales) con su extrema sensibilidad pero estoy convencida de que es pura sugestión. ¡Me sientan fatal! Y no hace falta recurrir a Nietzsche: me asalta el olor, lo pienso y acaba ocurriendo.

Aunque seguro que hay algún experimento científico que explique las propiedades del ajo como remedio casero contra los herpes, coincidirán conmigo en que no es tan importante el hecho en sí como la forma en que lo contamos, la manera en que recordamos cómo lo vivimos. Ocurre como con la memoria e imagino que tendrá que ver con la inextricable rutina de cumplir años a medida que cultivamos nuestro particular Huerto de Emerson. Se lo leía a Luis Landero hace unos días: "No escribas lo que sientes, escribe lo que recuerdas y dirás la verdad".

Mi verdad, mi deformación profesional, es justo lo que acabo de hacer. Lo hilvano todo. Lo más peregrino e insospechado acaba teniendo sentido cuando se pulsa la tecla correcta en un teclado neuronal que pareciera la máquina de coser de un atelier. Y lo que leo en los periódicos me da tanta tristeza que me acaba arrastrando cuando me refugio en las novelas.

"Todos hablan de Maquiavelo pero Montaigne es mucho más serio, mucho más radical. Él dice que el bien público exige que se traicione, que se mienta y que se asesine y que por eso la política tiene que estar en manos de la gente más fuerte y con menos escrúpulos, gente capaz de sacrificar su honor y su conciencia por el bienestar del país". Este fragmento de ¿ficción? de Cercas lo tengo anotado junto a este otro: "Es justo lo que dijo Keynes: cuando los hechos cambian, cambio de opinión. ¿Qué hace usted? Yo he cambiado porque el mundo ha cambiado. La gente que piensa siempre lo mismo no piensa".

Los periódicos los recorto y los libros los subrayo. Y no dejo de pensar lo saludable que es entremezclarlo todo para romper el tóxico hábito que supone retroalimentarnos en nuestras burbujas. Para evitar caer en las zarpas de los aduladores tanto como dar munición a quienes están esperando un traspié.

A Susana Díaz la han crucificado esta semana por hablar de "machismo" (¡precisamente ella, hija de las cuotas y las políticas de discriminación positiva en el PSOE!) en las primarias que está librando contra Juan Espadas y Luis Ángel Hierro y que culminarán el próximo domingo. Justo cuando toda la bancada de la derecha reeditará en Madrid la foto de Colón contra el indulto a los políticos catalanes del procés.

A Vox le ha faltado tiempo para sacar tajada. De todo. De los "progres socialistas", que ya vemos que son "machistas", y de un Gobierno que no deja de entrometerse con indulgencias y declaraciones que cuestionan las sentencias judiciales (Macarena Olona mencionó el otro día en Granada el caso de Juana Rivas y el de Rocío Carrasco con Antonio David Flores).

Estoy convencida de que a Susana Díaz la ha discriminado/acorralado el PSOE de Pedro Sánchez (al menos ha intentado apartarla a toda costa) más por ser Susana Díaz que por ser mujer, pero no caigamos en comprar el relato de que no tiene que demostrar más (el techo de cristal no es ninguna invención) ni reconocer que no todos (tampoco en el partido) entienden su "ambición" de querer repetir como cabeza de cartel a la Junta.

Les propongo un juego. Sustituyan el contexto de estos temas, cojan el periódico de cualquier día, mejor uno de Granada con el lío infinito del 2+2, y tengan en la memoria los párrafos entrecomillados de Montaigne y de Keynes. Si cambia el mundo, si somos capaces de cambiar todos, ¿no debería cambiar también la política?

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