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El Gordo de la Lotería de Navidad en Sevilla

La nueva versión del sitio de Numancia

  • Elena Esquinas repartió en el corazón de Triana cinco décimos del Gordo

  • Alegría de los vecinos, aunque el premio se dio con la máquina

Elena Esquinas, la lotera, con sus hijas Paula y Elena y los novios de éstas.

Elena Esquinas, la lotera, con sus hijas Paula y Elena y los novios de éstas. / Manuel Gómez

Su marido es fotógrafo y ayer Elena Esquinas estaba rodeada de cámaras. No era para menos. La Administración de lotería número 93, de nombre La Esperanza, dicen que lo último que se pierde, en la calle Numancia esquina con Manuel Arellano, “en el corazón de Triana” como decía algún reportero, repartió cinco décimos del 03347, el Gordo de la Lotería. Dos millones de euros. Un Gordo con hechuras de Flaco porque se vendió por la terminal, “el que haya sido se lo ha dado la máquina”, como decía gráficamente Elena Merino, hija de la titular de la administración de lotería, que es profesora de Inglés de Primaria y echa una mano en el negocio del que su madre se hizo cargo hace ocho años.

“Hoy no podemos atenderle, es que hemos dado el gordo”. Elena Esquinas, la mujer del fotógrafo, no disimulaba su alegría. La delegación de Lotería le facilitó una camiseta con la leyenda Vendido aquí el primer premio y a continuación esa apoteosis de los impares, 3347, el año que nació Alfredo Landa y el de la visita de Evita Perón a Sevilla. No dejaban de llegar cámaras de prensa, de agencias y de las televisiones. Repetían el brindis una y otra vez para los directos y los falsos directos. De la apertura de las botellas de cava Freixenet se encargaba Ángel, el novio de una de las Elenas, el futuro yerno de la otra. Es ingeniero y le había tocado una rama singular, la ingeniería de las burbujas.

El destino es caprichoso, dice uno de los carteles del establecimiento. Alguien debió pasar, “del barrio no creo que sea”, y la máquina le hizo este regalo para iniciar 2019 con la mejor de las sonrisas. Lo atendería Elena Esquinas, la lotera, o su ayudante, Myriam Bellanatto, sevillana de Pino Montano, que se incorporó después a este coro de la alegría. Elena vive en el mismo edificio donde está La Esperanza. Rodeada de cámaras, parecía resistir en halagüeño asedio en el sitio de Numancia, la gesta soriana que en esta ocasión se saldó con la derrota de los romanos.

Ángel Vela, historiador de la Triana cotidiana, cuenta que la administración de la Lotería que ha repartido estos cinco décimos con el anonimato algebraico de la máquina fue en tiempos estudió del fotógrafo Miranda, yerno del torero Cagancho. La lotería de Elena Esquinas hace esquina. A un lado, está el Núcleo Residencial Numancia, nombre-matriz de la zona. Al otro, el número 17 de Manuel Arellano, bloque con un Niño Jesús, ropa tendida y algunas bicicletas por el que se asoma algún vecino curioso alertado por el despliegue de cámaras. Están las dos hijas de la lotera, Elena y Paula. “Manu, ponte para hacer bulto”, le dice la segunda a su novio para completar el retrato de familia.

Elena se enteró por Tele 5. Ha salido en todos los telediarios. Ángel sigue abriendo botellas de cava. “No me tocó ni el reintegro y mira cómo me he puesto”, comenta un reportero de TeleMadrid al que le tocó la pedrea del cava catalán y lo puso perdido.

Elena Esquinas se hizo cargo de la administración que antes regentaba un matrimonio. En la esquina de las Esquinas, corazón de Triana, el tema del día no era el día después del Consejo de Ministros de Barcelona, ni siquiera que a la hora que salió el Gordo en el Palacio Real estaba a punto de iniciarse el Betis-Éibar en el Benito Villamarín.

Justo veinte años después, el Gordo ha vuelto a caer en Sevilla. Entonces lo hizo en la calle Sagasta y en la Campana. Ahora le han dado un buen escarmiento a los romanos, como en los duelos de Asterix y Obelix: la fortuna sonrió en la calle Numancia y también se pasó por Amor de Dios, indiferente a Trajano.“Con la de veces que yo paso por aquí”, se lamentaba una señora, vecina de la lotera, orgullosa de sus hijas y de sus futuros yernos, el que servía el champán y el que hacía bulto. Una calle misteriosa, detrás de la Ronda de Tejares, que ayer le robó su cuota de protagonismo a Castilla y Alfarería, el Tigris y el Éufrates de la Mesopotamia trianera. La familia Merino Esquinas se arrancaba por villancicos. Elena Esquinas, la lotera, nació en Triana en 1959, la terminación del Nobel de Severo Ochoa, el Tour de Francia de Bahamontes o la visita a España de Eisenhower. También de la revolución cubana de Fidel Castro, país que tan bien conoce José Antonio Esquinas, hermano de esta repartidora de la fortuna. “Eso esperamos”, dice su hija Elena, “que esté muy repartido y le llegue a gente que lo necesita”. Lo que diga la máquina, el nuevo Oráculo de Delfos.

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