Antonio de Torres y Julián Arcas | Crítica

Lo clásico y lo flamenco

  • Norberto Torres analiza la relación del lutier Antonio de Torres con Julián Arcas, creador de algunas de las falsetas clásicas de la guitarra jonda

El guitarrista Julián Arcas (María, 1832-Antequera, 1882).

El guitarrista Julián Arcas (María, 1832-Antequera, 1882). / Grupo Joly

La distinción entre lo clásico y lo flamenco sigue dificultando en cierta medida la comprensión de lo jondo en sus primeros pasos, y no sólo en la guitarra, también en el baile, como hemos señalado desde estas páginas en más de una ocasión. Este trabajo que ahora se publica bajo la firma del especialista Norberto Torres asume la distinción pero sería más provechoso si habláramos simplemente de música o de guitarra, sin establecer otros conceptos que obedecen, a mi entender, más a criterios políticos que estéticos. El constructor Antonio de Torres y Jurado (La Cañada de San Urbano, 1817-Almería,1892) es considerado unánimemente como el creador de la guitarra flamenca actual y este libro pone de relieve la estrecha relación que su trabajo tuvo con el de Julián Arcas (1832-1882) que, pese a que muchas de sus falsetas aún se mantienen en el toque flamenco contemporáneo, sigue siendo considerado, generalmente, como un guitarrista clásico. Norberto Torres distingue entre "concertistas de escuela" o cultivadores del "género serio", entre los que habría que incluir a Arcas, y "tocaores profesionales", cultivadores del "género andaluz", no obstante lo cual habla Torres de que comparten un "mismo género", es decir, repertorio. No cuestiono, desde luego, la existencia de dicha distinción en los estudios sobre historia de la guitarra. Lo que cuestiono es su eficacia a la hora de describir la realidad histórica de la que estamos hablando. En todo caso, lo que hoy llamamos flamenco y la carrera como concertista de Arcas, tanto dentro como fuera de España, a la que tan unido está el trabajo de Torres, como bien documenta esta obra, obedecen al mismo impulso. Se trata de un fenómeno romántico: el del interés por las músicas y danzas inequívocamente españolas, esto es, nacionales, tanto a nivel español como europeo. Arcas triunfó en el mismo lugar en el que lo hicieron antes Dolores Serral, Mariano Camprubí y más tarde, casi al mismo tiempo que el guitarrista, Petra Cámara, La Nena y Josefa Vargas a las que, desde mi punto de vista, ya podemos considerar flamencas. Como saben nuestros lectores, la denominación de flamenco no se va a imponer sobre la anterior, de aires nacionales o del país, hasta el final del siglo XIX. Así que si Julián Arcas no usó esta denominación de flamenco podemos decir que Silverio Franconetti, el creador del cante flamenco, tampoco la usó jamás. Y el repertorio de Arcas no deja lugar a dudas: fandango, bolero, cachucha, jaleo, repertorio que comparte con su antecesor y referente Trinitario Huerta (1804-1874), al que añade rondeña, murciana, panaderos, juguetes (que hoy llamaríamos alegrías), punto de la Habana (que hoy llamaríamos guajira), tangos y soleá, algunas de cuyas variaciones, como decimos, usan todavía hoy los guitarristas jondos. Faustino Núñez, máximo defensor del carácter flamenco de Huerta y Arcas, ofreció hace unos años una prueba irrefutable del jondismo del toque de estos artistas: una fotografía de la guitarra de Huerta en la que podemos comprobar el uso recurrente de un recurso tenido hoy como exclusivamente flamenco, los golpes en la tapa. Como subraya Torres en esta obra, también la técnica jonda del rasgueado, que muestra a las claras el origen bailable de los estilos mencionados, era una seña de identidad tanto de Huerta como de Arcas. Entonces, si comparten un mismo repertorio y comparten también las técnicas, proceso que en el siglo XX se continuará, respecto a lo segundo pero no a lo primero, en las obras respectivas de Miguel Llobet y Ramón Montoya, como señala el último capítulo de este libro, ¿porqué hablamos de géneros diferentes?

Portada del libro de Norberto Torres. Portada del libro de Norberto Torres.

Portada del libro de Norberto Torres.

No creo, por tanto, que hubiera un "proyecto común de dignificación de lo popular" en Torres y Arcas, como afirma el autor de este libro. Más bien creo que ambos son hijos de su tiempo, un tiempo en el que, dentro y fuera de España, el público demandaba "aires españoles": no debemos olvidar los triunfos de Arcas en Londres. Ni los de Huerta en París, Londres, Nueva York, Philadelphia, Washington, La Habana, El Cairo, Jerusalén, etc.

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