Arianna Savall | Cantante y arpista

"Me considero una trovadora del siglo XXI"

  • Con su voz y siete modelos de arpas históricas Arianna Savall ha registrado para el sello Alia Vox el primer álbum completamente en solitario de su extensa carrera discográfica

Arianna Savall con las arpas empleadas en la grabación de este álbum.

Arianna Savall con las arpas empleadas en la grabación de este álbum. / Petter Udland Johansen

Hija del violagambista y director Jordi Savall, un auténtico mito viviente de la música antigua europea, y de Montserrat Figueras, una de las pioneras del canto barroco en España, Arianna Savall (Basilea, 1972) tuvo una amplia formación musical en Barcelona, Toulouse y Basilea. Como arpista y cantante colaboró con los grupos de su padre y con otros muchos del panorama internacional, sobre todo hasta que en 2008 fundara su propio conjunto (Hirundo Maris) junto al que hoy es su marido, el noruego Petter Udland Johansen. Después de aparecer en casi medio centenar de referencias discográficas, Arianna Savall ofrece en el sello familiar (Alia Vox) su primer álbum por completo en solitario.

–¿Por qué se mete Arianna en este laberinto?

–Uy, un laberinto de siete arpas, sí. Hacía tiempo que tanto mi padre como mi marido Petter me insistían en que sería bonito hacer un disco mostrando las diferentes arpas antiguas, porque queda mucho trabajo por hacer para difundir su sonido. Ellos me animaron, porque yo soy más de tocar en conjuntos. Me gusta mucho más el diálogo, con nuestro grupo y con otros. Tocar sola ha sido todo un reto. Lo he disfrutado mucho. Tengo la suerte de tener instrumentos maravillosos, gracias también a una amistad muy grande con los dos lutieres con los que trabajo, Rainer Thurau, que hace las arpas barrocas, y Franz Reschenhofer, que hace las arpas diatónicas medievales. Así que este es un laberinto de siete arpas, pero un laberinto feliz, que te enriquece, porque el sonido del arpa es muy dulce, muy amoroso.

–Era inevitable que Arianna hiciera antes o después un disco titulado Laberinto, claro.

–Jajaja. Sí. Pero era sólo una de las cinco o seis propuestas que hice. En Alia Vox somos un equipo y fue el equipo el que terminó escogiendo este.

Le Labyrinthe d'Ariane - Arianna Savall Le Labyrinthe d'Ariane - Arianna Savall

Le Labyrinthe d'Ariane - Arianna Savall

–Ya que adora tanto a estas arpas, preséntemelas.

–Sí, son las siete arpas principales que circularon por Europa entre la Edad Media y el Barroco. En España el arpa tuvo una importancia increíble. En el siglo XVIII desapareció del panorama, como otros instrumentos, pero hasta entonces fue uno de los más citados y empleados. En primer lugar, tenemos el arpa románica, que encontramos en muchas preciosas iconografías en esculturas de iglesia. Es un arpa pequeñita. Todos los instrumentos medievales son pequeñitos. La gente viajaba mucho, a caballo, a pie y tenía que ser fácil de llevar. Luego aparece el arpa gótica, que es más estilizada, como las iglesias góticas, más fina, más ligera. La románica tiene un sonido más oscuro. La gótica empieza a ser más cristalina, tiene más graves. Toco también dos instrumentos que son típicos de España, que sólo aparecen aquí. Uno es la rota, que se ve mucho en Galicia y todo el norte de España, y que es un arpa-salterio. Toco una rota muy bonita del lutier Carlos Paniagua, que hizo una copia del instrumento que está en el Pórtico de la Gloria. El otro instrumento exclusivamente ibérico es el arpa doble medieval. Hay un tríptico precioso, muy realista, en el Monasterio de Piedra, donde aparece el arpa doble del siglo XIV. Es como un arpa románica, por la forma, pero doble. Esto significa que existía ya la necesidad de hacer cromatismos. Es un arpa muy especial, que se tocó mucho en la corte catalanoaragonesa. Esta arpa viajó a Nápoles y de ahí nació el arpa doppia, ya a finales del siglo XV. De ella, que tuvo una vida no muy larga, nació el arpa doppia a tre registri, que le llamaban los italianos, es decir, el arpa triple, que ya es el arpa del Orfeo de Monteverdi. Fue tocada por toda Europa. Tiene dos filas diatónicas y una cromática, con unas posibilidades fantásticas para el cromatismo. El arpa triple también llega a España, pero los españoles estaban muy orgullosos de su arpa, el arpa cruzada, que sólo se tocará en la Península Ibérica y en América.  El arpa española tiene un sonido más terrenal, con mucho carácter. El arpa triple es más celestial, más dulce. Tienen colores muy diferentes.

–¿Por qué ha tardado tanto en reivindicarse el arpa para las interpretaciones historicistas?

–No han quedado instrumentos históricos. Mi padre tuvo la suerte de tocar sobre violas auténticas, pero las arpas que han sobrevivido (hay algunas en el museo de Ávila muy bonitas) se encuentran en un estado que no permite tocarlas. Pasa como con los laúdes, pero la tradición del laúd es más fuerte. En España el arpa clásica dominó durante mucho tiempo. No hubo mucho espacio para otras arpas, como la celta o las históricas. Poco a poco el movimiento de la música antigua fue sacándolas. También aparecieron lutieres. En el momento en que hay lutieres buenos que hacen buenos instrumentos, los músicos se animan a tocar.

–Y faltaban maestros también, claro.

–Sí, claro, pero alguien tiene que empezar. Mi maestro fue Andrew Lawrence-King, un músico extraordinario y un hombre que siente un gran amor por España. Creo que ha tocado todo lo que se puede tocar con el arpa ibérica. Fue una inspiración enorme para todos nosotros.

Arianna Savall con el arpa románica. Arianna Savall con el arpa románica.

Arianna Savall con el arpa románica. / Petter Udland Johansen

–Una de sus especialidades es cantar acompañándose a sí misma. Hay pocos que hagan eso en el ámbito de la música antigua.

–Porque no es fácil. Tienes que tener el talento para las dos especialidades, una buena voz y saber tocar un instrumento con nivel. Yo tuve la suerte de formarme en ambos terrenos desde muy joven. Cuando empecé con el arpa celta, ya cantaba mucho con el arpa. En los países celtas, Irlanda, Bretaña, Escocia, también existe esta tradición de cantar. El arpa es un instrumento que combina muy bien con la voz. Es una combinación mágica. Si te acompañas a ti misma es como más mágico aún. Es un trabajo que hay que hacer. Coordinar las dos cosas. Pero naces con eso o no naces. Lo veo desde que enseño, hay gente que tiene ese talento y quien no.

–De todos modos en este álbum sólo canta en cuatro de las dieciséis piezas...

–Sí, porque quise dejarle más espacio a las arpas solas. Hago cosas muy personales, que hace mucho tiempo que me acompañan, y otras que son más nuevas y que han sido todo un reto para mí. El disco lo grabé en 2018 en el Castillo de Flawinne en Bélgica, en una sala muy bonita con una acústica más bien seca, pero quería este sonido íntimo, cercano. 

–¿Puede comentar el repertorio?

Hay piezas de trovadores, que siempre me han apasionado, yo misma me considero un poco una trovadora del siglo XXI, porque también compongo. En concreto, hay un trovador francés y otro catalán, una Cantiga de Santa María y alguna pieza del Renacimiento, como esa preciosa Fantasía de Mudarra sobre este arpista Ludovico, del que no sabemos mucho, unos dicen que era italiano, pero no se sabe en realidad, aunque al parecer era un gran virtuoso. Mudarra era vihuelista, pero también tocaba el arpa. El arpa siempre ha estado entre dos mundos, compartiendo la música de tecla y la de vihuela. Tanto en España como en Italia muchos compositores escribían para tecla, arpa y vihuela. Hay poco repertorio para el arpa en concreto, pero muchísimo pensado para los tres tipos de instrumento. Finalmente, el Barroco ocupa el espacio más importante. He querido hacer esta Españoleta de Ribayaz, que me encanta. Y luego con la folía he hecho algo especial. Me encantaba escuchar a mi padre cuando estudiaba las folías. Y me gusta mucho componer. Esta parte creativa la tenía ya cuando estudiaba piano de pequeña. Y la apliqué en el arpa. Así que para las Folías de España cogí las de Gaspar Sanz, que están escritas para guitarra barroca, pero en su prólogo también habla del arpa, y le van muy bien. Y luego también tomé de Santiago de Murcia, de Ribayaz, de Marais, y entre medio hago improvisaciones mías. Las improvisaciones a veces en los conciertos las fijo y se convierten en una composición, porque siempre las hago así, mientras que hay partes que las dejo libres y siempre son improvisadas. En el disco quedan ya fijadas para siempre, pero en los conciertos, no, lo hago diferente. Así que de una improvisación sale una composición o un arreglo.

–Y también está Kapsberger

Soy una fan de Kapsberger. Su música suena preciosa en el arpa. Los arpistas somos un poco camaleones, podemos tocar mucho repertorio de laúd. En la Toccata Arpeggiata Kapsberger dejó sólo los acordes, una secuencia armónica increíble, muy moderna para su época. Los tiorbistas la hacen de una forma, las versiones que hay con arpa triple están hechas de otra forma, y yo quise aquí buscar algo diferente, buscar algo que no ha hecho nadie. Eso es algo que me apasiona. Con el arpa triple puedes experimentar mucho. Hice un arreglo que me quedó muy original, hasta ahora nadie lo ha hecho así.

–¿El apellido pesa?

–Sí. Es una pena. Me gustaría decir lo contrario. Pero sí. A veces pienso que si me llamara Arianna Maier o Martínez habría sido mucho más fácil para muchas cosas; para otras más difícil, no lo niego. Y eso pasa sobre todo en los países del sur, Francia, España, Italia, en los que hay esta mentalidad que hace que a los hijos de artistas famosos no se les deje el espacio suficiente. En el norte de Europa estas etiquetas pesan menos. Y ha sido una traba. He tenido que mostrar mucho mi propia personalidad. A mí me gusta mucho la música antigua, me encanta lo que hace mi padre. Pero he tenido que desarrollar más mi parte más creativa, de compositora, de arreglista, es una parte más personal. Sentí que tenía que buscar otra cosa. A mí me habría gustado hacer solo música antigua, y de hecho este disco es todo de música antigua. Y por supuesto la base de lo que hago es la música antigua. Me gusta también mucho la música tradicional. Cuando fundamos Hirundo Maris lo tuvimos claro: daríamos mucho espacio a esta parte más creativa, con instrumentos antiguos o tradicionales.

–Vive entre Suiza y España, ¿cómo lleva la pandemia?

–Enseño en la Universidad de Zúrich y las clases se han mantenido. Hemos tenido suerte, porque en Suiza nunca ha habido un confinamiento duro, siempre hemos podido salir a pasear en la naturaleza, y en España hemos tenido los conciertos. Hay que felicitar a España, porque a partir de julio los conciertos funcionaron. Me pregunto por qué otros países no han seguido más el modelo español. En un teatro, en una sala o una iglesia grande, todo el mundo sentado en silencio con su máscara, no hay apenas riesgo. Excepto las cosas que teníamos en Cataluña y alguna que pudimos hacer en Austria y Suiza hasta octubre, lo demás se canceló todo. Hay mucha incertidumbre. Aunque aprovechamos para grabar un disco nuevo que saldrá en septiembre en el sello Fuga Libera.

–Cuénteme más...

–Es un disco muy original, porque hacemos música de los siglos XIX y XX (García Lorca, Toldrá, Schumann, Schubert, Fauré…) escrita originalmente para voz y piano, pero la hemos adaptado para el grupo, con dos guitarras, arpa triple, violín, contrabajo y percusión. Tendrá una sonoridad muy especial, muy diferente a la del piano, una sonoridad que va mejor con nuestras voces, que buscamos la naturalidad. Y tenemos otros proyectos en mente, aunque el mundo del disco está muriendo. La gente ya no compra discos. Esa época dorada que vivieron mis padres, de vender de 50 mil en 50 mil nuestra generación ya no la conoció. Tous les matins du monde vendió un millón de copias. Nos ha cogido en plena transformación del medio. Pero por otro lado, los programadores quieren programas nuevos, y hay que ir probando cosas nuevas, podamos grabarlas o no, ver cómo funciona todo eso.

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