'Voices' de Max Richter | Novedad discográfica

Voces del mundo

  • El compositor Max Richter publica en el sello Decca ‘Voices’, una obra peculiar inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos

El compositor alemán nacionalizado británico Max Richter (Hamelín, 1966).

El compositor alemán nacionalizado británico Max Richter (Hamelín, 1966). / Mike Terry

Su primer álbum, Memoryhouse, publicado en 2002 en Late Junction, un sello creado por un programa de la BBC 3 del mismo título, comienza con el murmullo de la lluvia y unos susurros humanos. El universo de Max Richter (Hamelín, 1966) se iba a alimentar permanentemente de esa dialéctica: las relaciones del hombre con la naturaleza. Y ello a través de estructuras musicales muy simples, el empleo de recursos electrónicos (que incluye, en la línea de la música concreta, la grabación de sonidos naturales manipulados luego en el estudio) e instrumentaciones en las que la cuerda y los teclados (el piano, por supuesto, pero también órgano, clave o sintetizadores) juegan casi siempre el papel fundamental.

Su música suele calificarse de posminimalista, y es cierto que en ella flotan aires con elementos que pueden recordar a Michael Nyman, Brian Eno, Arvo Pärt, John Tavener e incluso Jean-Michel Jarre o Vangelis, un gusto por las melodías armonizadas con sencillez, los pasajes modales, las repeticiones y la creación de atmósferas sugerentes, estáticas, vinculadas con el universo de la electrónica pop tanto como con el del ambient y el space music.

Alumno de Luciano Berio, que lo indujo a alejarse de la vanguardia, hay en este londinense nacido en Alemania un instinto comercial indiscutible, una especie de sexto sentido para encontrar motivos atractivos a audiencias amplias y diversas, y cuando los encuentra no tiene ningún reparo en repetirlos una y otra vez. Así, en su segundo álbum (The Blue Notebooks) un tema recurrente como On the Nature of Daylight se convirtió en un éxito cuya popularidad acabó consagrando el mundo del cine: Shutter Island de Scorsese, Disconnect de Alex Rubin o Arrival de Villeneuve lo usaron.

Ese segundo disco (publicado en 2004), como los tres siguientes, aparecidos con intervalos regulares de dos años, vieron la luz en un singular sello estadounidense, 130701 (la fecha de su fundación), que se autoproclama como una marca para la música posclásica. Fue un ideal acomodo de transición para el músico. Pues aunque entre esos álbumes se incluyen experiencias singulares (24 Postcards in Full Colours se compone de 24 miniaturas más tres propinas, cada una de las cuales está pensada como un tono telefónico; Infra es la música de un ballet compuesto para Wayne McGregor), fue con su siguiente trabajo con el que Richter trascendió los círculos alternativos para instalarse en el centro mismo del mainstream: Deutsche Grammophon publicó su recomposición de las Cuatro estaciones de Vivaldi y, tras su éxito –sorprendente para muchos–, se dedicó tanto a la reedición de sus anteriores álbumes como a acoger sus nuevos proyectos.

Sleep es también ahora una app. Sleep es también ahora una app.

Sleep es también ahora una app.

De entre ellos el más arriesgado y espectacular fue el siguiente, Sleep (2015), casi ocho horas y media en 204 tracks de una hipnótica nana, estructurada siguiendo las fases del sueño descritas por los estudios científicos, que ha superado los 450 millones de escuchas en streaming y parece haber inaugurado una nueva era en la industria, pues acaba de lanzarse una app para móviles con el mismo título. En ella, el usuario puede crear sesiones musicales personalizadas en tres entornos (Dormir, Meditar, Concentrarse) con animaciones visuales de cuerpos celestes programadas según los temas musicales e incluso con un tono de despertador creado específicamente por el compositor para la ocasión.

Convertido ya en auténtico Rey Midas del posmoderno mercado global de la música, Richter tiene también una importante obra para el cine y la televisión detrás, con más de medio centenar de referencias, incluyendo películas como Vals con Bashir de Ari Folman (su primer gran impacto como músico de cine; corría el año 2008) o la reciente Ad Astra (2019) y series como The Leftovers (2014), Taboo (2017), la italiana La amiga estupenda (2018) o un capítulo de Black Mirror (2016).

Su último álbum para DG data de 2018 y tuvo menos difusión que los dos anteriores. Se trata de un acercamiento a la literatura de Virginia Woolf (Three Worlds: Music from Woolf Works) a través de tres de sus más representativas novelas: La señora Dalloway, Orlando y Las olas. En estos Tres mundos, además de sus marcas estilísticas habituales, Richter recurre a la palabra hablada, introduciendo la lectura de textos (en el caso de Mrs.Dalloway es la voz de la propia Woolf la que se escucha), recurso que se convertirá en esencial en su último trabajo, que acaba de publicarse oficialmente el pasado 31 de julio: Voices. Pero mientras en Tres mundos, la palabra hablada tiene un espacio marginal, como apertura de cada una de sus tres partes, en Voices se convierte en centro, en la almendra mística y la sustancia que da sentido a la obra.

Max Richter - Voices Max Richter - Voices

Max Richter - Voices

El álbum lo ha editado Decca, la compañía hermana de DG en la factoría Universal. Richter dice llevar una década trabajando en Voices, que ha concebido como “un lugar para pensar y reflexionar”. El músico invitó a gente anónima de todo el mundo a participar mediante lecturas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y afirma haber recibido miles de contribuciones en más de 70 idiomas diferentes. Son estas las voces del título, las que van creando el paisaje sonoro sobre el que se articula la partitura. En él se integran además dos voces especiales, la de la mismísima Eleanore Roosevelt, quien impulsó la comisión que en 1948 daría origen a la Declaración y cuya histórica lectura del Preámbulo suena justo al principio de la obra, y la de la actriz KiKi Layne. La composición musical dura algo más de 50 minutos, y se ofrece dos veces (de ahí, el doble CD), primero con las lecturas mezcladas y luego sin ellas.

Richter ha concebido Voices para un dispositivo instrumental amplio que ha llamado orquesta al revés, por el dominio de los timbres graves sobre los agudos, ya que forman 12 contrabajos, 24 violonchelos, 6 violas, 8 violines y un arpa. A ellos se une un coro de doce cantantes que simplemente vocalizan, y un grupo de solistas: el propio Richter tocando los instrumentos de teclado, la violinista Mari Samuelsen y la soprano Grace Davidson. Robert Ziegler dirige a todo el conjunto. El proyecto tiene además una parte visual, cuya autoría se debe a una estrecha colaboradora del compositor desde hace años, la artista y directora de cine Yulia Mahr.

“La Declaración Universal de los Derechos Humanos representa una visión llena de inspiración para la posibilidad de crear un mundo mejor y más amable”, afirma Richter. Voices no tiene obviamente aspiraciones tan elevadas, pero a los amantes del universo creativo de este compositor les dará sin duda para pasar cerca de dos horas flotando en un mundo etéreo, afectuoso y benévolo. Que no es poco.

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