Los ya veteranos lo recordamos de A contraluz, cuando, allá por la primera mitad de los 80, jugó con Olga Barrio al chico-chica que tanto éxito ha dado siempre en la radio. Después, con Musica Aperta y, sobre todo, Musica Reservata sentó cátedra, siempre desde los micrófonos de Radio 2 (hoy, Radio Clásica), creando para los radioyentes españoles un espacio auténticamente de culto.
Los programas de José Luis Téllez (Madrid, 1944) se asentaban en una rara y atractiva mezcla de erudición y pedagogía. Para empezar, Téllez presuponía siempre la inteligencia de sus oyentes, y a ellos se dirigía con un castellano enjundioso, un manejo sutil de la ironía y un conocimiento profundo no sólo de la música, sino de la cultura de la época en la que cada pieza de la que hablaba se insertaba. La seducción se completaba por la peculiaridad de su timbre de voz y el tono apasionado del discurso.
Guardo recuerdos de ciclos extraordinarios, como el que dedicó a los cuartetos de Haydn, de fructífera pedagogía (sus análisis del arranque de la 5ª y del Adagio de la 9ª me descubrieron a todo Beethoven), de secciones impagables, como aquel “Descanso de la ópera” lleno de humor y socarronería... Por suerte, Téllez sigue cultivando esa forma de didáctica encendida de entusiasmo y hondura cuando lo dejan, como en sus conferencias o en sus introducciones a las óperas presentadas en el Teatro Real, fácilmente localizables por canales de vídeo en internet o en su propia web.
Y por supuesto, escribe. A los operófilos de la Expo’92 nos dejó los regalos de sus introducciones sobre Carmen y La traviata, y, entre otras muchas cosas, desde 2002 su columna mensual para la revista Scherzo resulta de seguimiento ineludible para los buenos aficionados. Este volumen que edita ahora Fórcola se basa en ellas, con el añadido al final de otros cuatro artículos nacidos en diferentes circunstancias.
La selección es amplísima ( se han eliminado sólo las piezas muy atadas a la actualidad) y se ha ordenado en seis secciones. Prefiero el desorden, abogo por una lectura libérrima de este volumen lleno de sugestiones y de preguntas. Déjese el melómano llevar por la sugerencia de los títulos de cada columna y pase de Mozart a Messiaen, de Nono a Rossini, de Wagner a Palestrina, del cine a la literatura, en una auténtica celebración de la cultura y de la inteligencia.
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