Clásica

"El acordeón respira conmigo"

  • El acordeonista guipuzcoano Iñaki Alberdi presenta con el sello granadino IBS Classical 'Sensations', un álbum que combina a Cabezón con Turina, Albéniz, Piazzolla o Erkoreka.

El acordeonista Iñaki Alberdi (Irún, 1973).

El acordeonista Iñaki Alberdi (Irún, 1973). / michal novak

Su ilusión es "hacer del acordeón un instrumento de concierto normalizado" y en ese empeño lleva más de veinte años Iñaki Alberdi (Irún, 1973), un músico que ha tenido desde siempre una importante relación con Andalucía, que ahora se estrecha por la publicación de su último disco en el sello granadino IBS.

-¿De dónde le viene esa relación con el sur?

-Cuando gané el Primer Premio del Concurso de Juventudes Musicales en 1996 me salieron muchos conciertos en Andalucía. Toqué en muchas de las sedes de JJMM y también en el Circuito Andaluz de Música. Encontré aquí a mucha gente que me ayudó a dar conciertos; muchos de ellos eran músicos que me proponían ideas de repertorio. Eso fue calando a lo largo de los años. Luego he trabajado con algunos compositores andaluces, he tenido relación con editoriales y ahora con IBS. Digamos que mi recorrido artístico está muy impregnado de Andalucía.

-Y eso ha quedado reflejado en este disco.

-He tratado de incorporar un repertorio que a la gente le resulte cercano, por conocido. Ya en los años 90 hice la transcripción de Aragón de Albéniz. Después me propusieron la Danza de la Pastora de Halffter, que es una obra muy scarlattiana y le va muy bien al instrumento. Más adelante surgió la relación con Antonio de Cabezón y Gabriel Erkoreka, que tenía una obra para órgano o harmonio basada en un Tiento de Cabezón y me propuso estrenarla con acordeón. Fue mágico. Ese tiento es de las músicas más bellas que se han escrito en el Barroco español. Después vino el Piazzolla, también gracias a Andalucía, porque Germán Clavijo, que tocaba en la Orquesta Ciudad de Granada, me invitó a tocarla con ellos. Después, Soler…

-Es un repertorio forjado a lo largo de muchos años…

-Sí, todo se ha ido forjando en procesos muy largos. La primera vez que toqué la obra de Antonio de Cabezón fue en el 98. Pero luego hubo mucho trabajo para conseguir ese legato, para lograr que cada voz cante de forma individual, para incorporar las ornamentaciones modales. Empecé a añadir las ornamentaciones en el 2010, figúrese. Y todo ha venido de forma natural. Con Antonio Soler, lo mismo, empecé hace tres años. Me gusta mucho cómo canta su música, y esa creatividad constante, en cada compás hay un giro, los temas se renuevan constantemente… Su música le va muy bien a las posibilidades de articulación y fuelle del acordeón. Eso me enamoró. Y lo último de todo ha sido el Preludio de Turina, una partitura que me propusieron también en Andalucía como hace veinte años, pero que siempre la tenía dejada. Es una obra muy íntima.

-El CD se titula Sensations, ¿qué sensaciones le produce tocar el acordeón?

-El acordeón es un instrumento con el que puedes dar vida a cada una de las voces de la polifonía en cada instante. No sé si hay algún otro instrumento polifónico que pueda hacer eso. En el piano y la guitarra las notas se desvanecen, en el órgano puedes mantenerlas, pero es difícil que puedas sacarles dinámicas. Cada uno de esos instrumentos tiene otras peculiaridades que los enriquecen muchísimo. En nuestro caso esas peculiaridades del piano o la guitarra que tienen que ver con el color, el timbre o la suntuosidad del órgano, no las tenemos, pero sí tenemos el fuelle, que nos permite dar vida a cada sonido. En mi caso, lo que más me emociona, me eleva, lo que me hace olvidarme de todo y sentirme feliz con el instrumento es esa posibilidad de abrazar el fuelle, de hacer que cada uno de mis movimientos se traduzca en un gesto musical; esa sensación me da mucha tranquilidad. Es una sensación de control pero a la vez muy placentera. El acordeón respira conmigo. Siento como si yo mismo fuera el instrumento. No saco de él el sonido de forma distante. Está pegado a mi, lo abrazo. Eso es lo que me encanta del acordeón.

-El acordeón de concierto es un instrumento muy reciente, pero en su repertorio se equilibra la música antigua con la contemporánea. ¿De dónde le viene el gusto por la antigua?

-Está estimulado por la escucha de música no acordeonística. Hay cosas que me conmueven. Cabanilles, Cabezón, Victoria, Morales… Ander Tellería es un apasionado de ese repertorio y me enganchó también a mí. Además ahora hago programas con Carlos Mena, mezclando obras de Victoria y Josquin con otras de compositores actuales (Sánchez-Verdú, Torres, Erkoreka) basadas en motetes del propio Josquin. En la segunda parte metemos la Chacona de Bach con Carlos haciendo los corales en los que se basa la obra según el estudio clásico de Helga Thoene.

-¿Y cómo fue el proceso de transcripción de la Chacona?

-Recopilé mucho material: tenía el de Busoni, el de Brahms para la mano izquierda, por supuesto, el original, tenía la grabación de José Miguel Moreno… Me llevó mucho hacer la transcripción, porque yo no quería seguir a Busoni, quería todas las voces cantando a la vez. Creo que quedó bien. Pero una vez terminé, hallé una grabación que tenía en la mesa pero no había escuchado: era una versión con dos flautas y una viola da gamba, un trabajo a tres voces con unas ornamentaciones increíbles. Me fascinó. Cogí y empecé de nuevo: ese fin de semana dormí cinco horas, pero el lunes lo tenía hecho, con las ornamentaciones, el contrapunto, la armonía, el canto del coral. Está todo integrado. Lo hemos hecho en dos conciertos y ha funcionado espectacularmente.

-¿Habrá disco con Carlos Mena?

-Sí, grabamos en octubre.

-La otra faceta esencial de su trabajo tiene que ver con la creación contemporánea, ¿qué es lo que más le interesa de ella?

-Sin duda, los conciertos. Se tratan muchos aspectos diferentes con los compositores y el acordeón puede mostrar toda su riqueza. He hecho los de Erkoreka, Sánchez Verdú, Torres, Lazkano y Guinjoan, y próximamente estreno uno de Luis de Pablo. Es la cúspide del repertorio. El acordeón hace sonar diferente a la orquesta. En el fondo, el acordeón es ya una pequeña orquesta en sí mismo. Estás tocando y de repente te dobla un contrafagot o una tuba (como pasa en el de Erkoreka) y el que está fuera no sabe si oye el contrafagot, la tuba o el acordeón. Pasa igual con el piccolo; instrumentos extremos que cobran una nueva dimensión. Cuando hay un buen repertorio con una buena orquesta, el público disfruta muchísimo, y esto es muy satisfactorio para el compositor y para el acordeonista.

-¿Qué necesita el acordeón para conseguir esa normalización que desea?

-Necesita que transcienda a los profesionales de la música y a la opinión pública en general que es un instrumento capaz para hacer todo tipo de música. Además de tener mucho repertorio específico, es un instrumento muy útil tanto por sus valores pedagógicos como artísticos. Necesita que todo esto se conozca. Estoy convencido de que es sólo cuestión de tiempo.

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