Cultura

Un contratenor en la reforma

Che puro ciel: The Rise of Classical Opera. Bejun Mehta, contratenor. Akademie für Alte Musik Berlin. René Jacobs. Harmonia Mundi.

Los excesos virtuosísticos de los primeros grandes divos de la ópera, los castrati, favorecieron el discurso teórico que, desde finales del siglo XVII, venía ya pidiendo una vuelta de la música al orden clásico. En 1762, Gluck y Calzabigi presentaron en Viena su Orfeo ed Euridice como un auténtico manifiesto por la reforma naturalista del arte lírico. Cuando en su epopeya por el Averno el héroe tracio llega a los Campos Elíseos, canta extasiado ante la belleza que contempla: Che puro ciel. Esa aria da título a este último disco en solitario del contratenor estadounidense Bejun Mehta, que recorre óperas escritas a mediados del siglo XVIII, desde el Ezio del propio Gluck (1750, aunque arreglado según los nuevos postulados reformistas en 1763) a la Antigona de Traetta (1772) pasando por el Artaserse de Johann Christian Bach (1760), Il trionfo di Clelia de Hasse (1762), Ifigenia in Tauride del mismo Traetta (1763) y Mitridate (1770) y Ascanio in Alba (1771) de Mozart.

Sobrino del director indio Zubin Mehta, Bejun se ha ganado fama de cantante sofisticado, de técnica sobrada, gran agilidad en las coloraturas, pero cierta frialdad expresiva. Esa imagen queda un tanto superada en este álbum en el que su emisión resulta más natural, su fraseo más elegante y expresivo: sobrevive el cantante de voz andrógina, cercana a la de los sopranistas, el virtuoso que deslumbra en los agudos (aun con cierta tendencia al grito en cuanto sobrepasa el límite de su tesitura natural), pero ahora emerge también el músico que regula en progresiones dinámicas variadísimas sus cadencias. Detrás de todo está la batuta minuciosa y teatral del gran René Jacobs al frente de uno de los grandes conjuntos barrocos del momento, la Akamus. El extraordinario RIAS Kammerchor aporta la tersura y robustez de sus voces en dos números de un CD que termina conquistando por la belleza del sonido, pero también por su aliento emotivo.

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