Obituario | Fernando de la Morena

Muere Fernando de la Morena

  • Con el cantaor del barrio jerezano de Santiago se va una forma de entender la bulería

Fernando de la Morena con Diego del Morao.

Fernando de la Morena con Diego del Morao. / Antonio Pizarro

Con él se va una forma de entender la bulería. Queda su hijo Juan, otro virtuoso del soniquete. Pero se va el que patentó esta forma brillante y rotunda de entender la fiesta jerezana. Eso no quiere decir que fuera un cantaor especialista, dominador de un solo estilo. Conocía toda la baraja estilística de lo jondo, como atestiguaban sus directos y su interesante discografía. Pero es cierto que aportó un sello indeleble en el cante bandera de su ciudad natal. Apenas tenemos que evocar creaciones como La Perla Mundí o Eugenia de Montijo para entender que estábamos ante un verdadero creador. En el mundo del flamenco hay muchos intérpretes excepcionales. Pero De la Morena, además de intérprete excepcional, era ante todo un creador. Como se dice en el mundo de lo jondo, con sus bulerías baila hasta el que no sabe. También sus fandangos eran marca de la casa, con esa capacidad de introducir un verso larguísimo en un solo tercio. La soleá era también uno de los estilos estrella de su repertorio y sus cantes por trilleras, habituales en sus recitales, revivían sus tiempos como jornalero rural. Su veneración hacia Manolo Caracol se reflejaba en las zambras que solía cantar también en sus directos. Seguiriyas, tientos, tarantos, cantiñas, malagueñas y martinetes formaban también parte de su repertorio.

Fernando de la Morena era el nombre artístico de Fernando Carrasco Vargas nacido en la calle Cantarería del jerezano barrio de Santiago el 1 de mayo de 1945. Su nombre artístico proviene del mote de su madre La Morena. Este gitano elegante, con un don natural para el comentario ocurrente, llegó al flamenco profesional en su madurez y sus experiencias laborales al margen de lo jondo le aportaron una forma muy distinta de entender el cante. Primero trabajó en el campo, junto a su padre, para pasar luego a ser chofer profesional, taxista y repartidor de pan Bimbo, como el siempre decía con gracia. En esta última tarea compatibiliza su trabajo como asalariado con la aventura del cante jondo hasta que finalmente la demanda de actuaciones en peñas y festivales le lleva a dedicarse plenamente al flamenco. Paralelamente lleva a cabo una discografía breve pero de mucho interés. Su primer disco en solitario, De Santiago a Triana (1994) nos lo muestra como un artista maduro, en la plenitud de sus facultades, y con el toque maestro de Moraíto, sin duda el guitarrista con el que más se identificó, por su manera de entender el rimo jondo. En 1999 publica, también con Moraíto, En cá Fernando de la Morena donde presenta al resto de los miembros de su familia cantaora: el Tío Chico, su malogrado hermano Curro de la Morena, fallecido dos años más tarde y su hijo Juan sobre el que recae ahora, como decíamos, el peso estético de la familia De la Morena. Su tercera entrega en solitario, que se ha convertido en su último disco como solista, data de 2002: Jerez de la Morena, en la que canta acompañado de Manuel Parrilla y el joven Diego del Morao. Muchos lo descubrieron por su deslumbrante intervención, breve pero descomunal, en el número inicial de Flamenco (1995) de Carlos Saura. Su primera grabación es Fiesta en Lebrija (1971): aunque su contrato para esta obra era en exclusiva para sus servicios como taxista, al final terminó poniendo la voz por bulerías y tientos. En V.O.R.S. Jerez al cante (2012) canta por seguiriyas y en la fiesta colectiva que cierra la obra. Interviene también en Así canta nuestra tierra en Navidad (1997) y ¡Tierra! (1999) de El Lebrijano, donde participa como artista invitado. Fernando de la Morena fue un cantaor tradicional que, no obstante, mostró siempre gran tolerancia hacia las innovaciones y fue consciente de lo necesitado que estaba este arte de un público joven.

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