Dicen que la energía en espiral es un movimiento que se manifiesta cuando hay etapas que no hemos finalizado y aunque creamos que esas situaciones regresan como ciclos constantes a nuestra vida, están para ayudarnos a crecer buscando el equilibrio. Para Elizabeth Salvatierra, autora de Fases Cíclicas, la espiral es un símbolo que significa crecimiento e inspiración, una inspiración que le ha llevado a crear esta obra dedicada a todos aquellos que quieran encontrar su propia esencia.

Fases Cíclicas destaca por la mezcla entre el actual verso libre y la estructura de los poemas tradicionales. Cada capítulo refleja un momento por el que todos hemos pasado; amor, desamor, nostalgia o incluso el confinamiento que todos hemos padecido.

Publicada en Círculo Rojo, el lector va a encontrar poemas como pequeñas historias que intentan descifrar un camino hacia el cambio o transformación, para mejorar o sentirse acompañados en cualquier aspecto de la vida.

El movimiento circular está impregnado en nuestro interior como el respirar, decidimos desde nuestro propio centro para evolucionar hacia el exterior en forma de espiral, un símbolo utilizado en la gran mayoría de las culturas antiguas; pero algunas veces, perdemos esa conexión energética por elementos externos y debemos retornar a nuestro centro y volver a empezar, para cumplir el ciclo hacia el crecimiento y la transformación.

Pandemia, personalidad, migración, amor, desamor, son los temas que aborda Fases Cíclicas, un libro compuesto de cien poemas que la autora nos ofrece en forma de seis capítulos convertidos en “fases”, una palabra que hemos repetido constantemente en estos días; poemas que representan el movimiento en espiral hecho verso.

Miguel Sandín, escritor y licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense, opina sobre el poemario Fases Cíclicas: “Elizabeth Salvatierra habla de las pasiones cotidianas y los planos infinitos sobre los que se mueven los días y las noches, la soledad y la compañía, las dudas y las certezas, una y otra esquina de ese océano que constituye los límites de sus recuerdos. Para ello encuentra, con sorprendente naturalidad, una voz capaz de dar complejidad a lo sencillo y hacer sencillo lo complejo, poner la luna dentro y el corazón fuera como un guante que, si se da la vuelta, sirve para la otra mano”.